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08 de Octubre de 2017
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Julio Bárbaro

"El viejo General", el único eslabón del peronismo respetable en la Argentina

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Fue el último cumpleaños del General. Pude saludarlo y hablar con él, ya lo conté el año pasado. Ahora debería buscar otros datos. Primero, por ejemplo, una excelente entrevista a Martín Caparrós: hay una frase que define demasiado, cuando dice que "la Argentina que quisimos cambiar era mucho mejor que esta". Es un intelectual que no pertenece al peronismo, ni siquiera a nuestra generación, piensa en serio más allá de una pertenencia. Y luego un reportaje a Horacio González, ese me asusta: le asigna a Mauricio Macri elementos del peronismo. Imagina que la historia va a ser más benévola con Cristina Kirchner y debe pensar que también lo será con ellos. Qué poco queda a veces cuando se pierde el poder; ¿o es que había muy poco para perder?

 

Muchos imaginan que las elecciones permitirán asumir un rumbo definitivo. Son los que opinan que la gripe populista fue más dañina que el cáncer liberal. Los mismos que creen desde siempre que hay que importar todo aquello que nos resulte más barato, aunque uno a veces no llegue a entender cómo lo pagan (siempre lo hicieron, finalmente, a pura deuda). Y el día que nos dejen de fiar, se vendrá el fin del mundo. El kirchnerismo tuvo dos etapas, con Néstor y los superávit gemelos, y luego con Cristina, una mezcla explosiva de empleados del Estado, subsidios ilimitados y cadenas discursivas.

 

El país de Perón duró décadas porque no sólo fue de Perón sino también de los radicales y de buena parte de los conservadores, de los Frondizi y hasta de algunos golpes de Estado. Fue una política nacional, con izquierdas y derechas más propias que copiadas, contra esa concepción de la antipatria, que imagina un ciudadano universal en el proletario mientras el otro lo imagina un simple consumidor. Por eso no fuimos "ni yanquis ni marxistas", para elegir nosotros aquello que queríamos ser. Por eso no fue el Che Guevara el que liberó a los hermanos bolivianos, porque ellos esperaron la llegada de su propio Evo Morales.

 

Mientras las empresas intentan derrotar a las naciones, aparecen las culturas como en Cataluña; toda exageración de lo universal va a terminar incitando la reivindicación de lo particular. Hay exageraciones de todos lados, pero en medio de ese liberalismo pueblerino aparecen los chinos imponiendo un poder centralizado capaz de conducir la energía de la libre competencia al servicio de una vocación imperial. Y no son los únicos: los rusos hacen su juego sin siquiera recordar que alguna vez profesaron el marxismo. Y en medio de ese mundo, nosotros imaginamos que las libertades de mercado nos harán fuertes como si el Estado terminara ocupando el lugar de un decorado simpático para seducir supuestos inversores.

 

Perón pudo haber tenido su etapa autoritaria, pero fue el más democrático de los camaradas de aquella ruta, todo lo otro terminó en golpe de Estado. Perón no fundó la guerrilla, ella fue la hija dilecta de Onganía, como las obras sociales que volvieron poderosos a los sindicalistas. De su gobierno y de los que lo continuaron recibimos la sociedad más integrada del continente. Nacionalizó los ferrocarriles y hasta en los nombres de sus líneas nos deja una enseñanza de sociedad integrada. Como bien dice Martín Caparrós, la decadencia la inicia la dictadura y la profundiza Menem.

 

Los discursos de Cristina se iniciaron en el asombro y se reiteran en la nada de sus propuestas. Es importante que así sea porque ellos primero imaginaron que nunca conocerían la derrota, luego apuntaron al estallido de la democracia y ahora van tomando conciencia que el peronismo y la misma oposición necesitan superarlos para ocupar el lugar que les corresponde. Cristina terminó siendo funcional al Gobierno al que intentaba derrotar. Cuando su presencia deje de ser una amenaza para la misma democracia estaremos en condiciones de organizar una oposición respetable.

 

Proponen insistentemente que los votemos para impedir el ajuste; ¿serán conscientes de ser responsables de un conjunto exagerado de desajustes? Todo suena a poco en el debate político que nos acompaña. Sobre el absurdo que intentaba definir al kirchnerismo como un progresismo de izquierda. Sobre ese dato carente de todo sostén de ideas y ejecuciones. Desde ese error nace esta coyuntura donde los odios son tan sólidos como inexistentes las propuestas sobre las que intentan asentarse.

 

En aquel último cumpleaños del General nadie imaginaba el destino que el futuro nos tenía deparado. Más allá de su gobierno y su mensaje, desde aquel tiempo podemos decir que nunca más encontramos un rumbo estable, basado en un gobierno y una oposición dignas de respeto. En su memoria se gestaron las mayores traiciones a su legado, Menem y los Kirchner juntos se ocuparon de privatizar YPF, uno destruyó el ferrocarril y el otro se dedicó a inaugurar tramos que nunca funcionarían.

 

Y el viejo General, en su último cumpleaños, soñaba con un peronismo respetable para el resto de la ciudadanía, justo lo que el kirchnerismo ni siquiera intentó. Del abrazo de Perón con Balbín a que no exista entrega de mando, hay un solo camino y se llama decadencia.

 

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