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21 de Noviembre de 2018
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Bulín Fernández

La columna de Bulín Fernández: Mujeres de fuego, mujeres de nieve

Sería imposible sustentar la vida sin las mujeres. Han demostrado a lo largo del tiempo que su presencia, su visión y su pasión permite enfocar la mirada desde otro lado, mucho más humanitaria.

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Sería imposible sustentar la vida sin las mujeres. Han demostrado a lo largo del tiempo que su presencia, su visión y su pasión permite enfocar la mirada desde otro lado, mucho más humanitaria.

 

En la vida política no es menor. Los rompimientos con un sistema patriarcal y machista de décadas, se van derrumbando hasta los moldes y surgen de a docenas, cientos o miles, como pudo verse nítidamente en Trelew hace escasas semanas.

 

Si repasamos la historia se encuentran siempre relegadas por quienes la escribieron, pero resulta imposible no mencionar la tarea y talla de apariciones como las de María Remedios del Valle, esa niña de Ayohúma que asistió al ejercito de Manuel Belgrano para luego ser auxiliar en las invasiones piratas del continente o sirvió en la guerra de la Independencia de nuestro país.

 

De esa descendiente de africanos a la actualidad aparecen cientos de heroínas y mujeres muchos más relevantes que le ganaron a las páginas de historia.

 

Evita de fuego, tesonera y luchadora en su corto paso por lo terrenal; Alicia Moreau y su pasión política y defensa de género; Alfonsina Storni de quien el mar fue lecho de una compositora brillante; Victoria Ocampo con su revolucionario pensamiento hecho literatura; la lucha de Juana Azurduy o la brillante sapiencia de María Elena Walsh; son algunos de los muchos ejemplos.

 

Ni hablar de los advenimientos de la democracia recuperada y vigente, donde existe una figura excluyente. Por capacidad, intelectualidad, trabajo, definiciones y vigencia de lucha.

 

Ella, que sin mencionarla todos saben de quien refiero, dejó su último mandato constitucional con el pueblo presente masivamente en las calles. Sólo un hecho inédito que pone muestra de su acción. Querida por el habitante común, odiada por los poderes cuyos medios siguen limando lo impenetrable.

 

Pero a su vez todos tenemos presente en la cotidianeidad, esa presencia que permite el ejemplo de vida, de lucha y de entrega ante la adversidad o los desafíos nuevos.

 

Una gringa entrerriana de ojos azules que hizo patria en el sur a fuerza de empeño, que parió once hijos y laceró sus manos en la viudez, fue mi abuela María. Llegó de niña a tierras tan bellas como inhóspitas para forjar muchas otras vidas.

 

O el ejemplo de Paola, una soñadora increíble que a fuerza de voluntad y entrega constante, hoy puso el fútbol femenino en un sitial inimaginable.

 

Pocos podían aventurar que esa mamá increíble del valle chubutense podía hacer que hoy la televisión se ocupe de chicas que representan al país.

 

Mi amiga del alma Marisa, otro ejemplo de que con amor y sonrisas enfrenta la enfermedad como un desafío para seguir junto a quienes la queremos sin descuidar a los que les enseño toda la vida.

 

Cada uno de nosotros tiene alrededor ejemplos que, con solo detenernos un instante, dejar de consumir malas ondas y mirar a quienes construyen desde lo cotidiano e imprescindible.

 

Las injusticias e inequidades que las relegaron a segundo o tercer grado en los siglos deben ser superadas desde la conciencia, la educación y la formación de las nuevas generaciones.

 

Son de carne y hueso y con corazones enormes que laten diferentes.

 

Nos rodean mujeres de fuego y nieve. “Me han estremecido un montón de mujeres…” al decir de Silvio Rodríguez, coincidiendo que lo que más me estremece son los ojos de mi hija que me da ejemplos cotidianos de mujer emprendedora y decidida.

 

Los datos indican que en sólo diez meses, más de 216 mujeres han perdido su vida en hechos de femicidio. Casi una por día.

 

Que la mirada machista y soberbia sucumba ante la ternura y nos permita, día a día, estar codo a codo haciendo cosas y asumiendo responsabilidades para que nunca más una mujer resulte víctima de ningún hombre.

 

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