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11 de Marzo de 2018
opinion |
Bulín Fernández

Los Medios y los miedos

La columna de Bulin Fernández para RED43

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Si existe una premisa básica del periodismo es buscar informar la verdad. Esta suele tener tantas aristas como miradas, pero particularmente se observa condicionada en tiempos donde la forma de comunicación ha dejado de ser solamente unidireccional entre la prensa de televisión, los diarios y las radios para con los receptores.

 

Quizás la formación escasa y aventurada de quienes nos tocó cumplir con esa noble vocación, allá por el año 1983 cuando Cacho (Oreste Aimar) Massacese generó esa puerta inesperada en el proyecto del Diario El Oeste, cuyo propietario era Patricio Mare; nos obligó permanentemente a buscar niveles de conocimiento e información que no abundaba cuando sólo los libros de la biblioteca municipal nos permitía acceder a más conocimiento.

 

Con el tiempo comprendí que, aún como periodista vinculado al deporte y siempre a la militancia del Peronismo, fueron haciéndose verdades aquellas definiciones de mi faro, el periodista Rodolfo Walsh.

 

“Tanto entonces como ahora creo que el periodismo es libre, o una farsa, sin términos medios” escribió en su prólogo del libro Operación Masacre, en el año 1957.

 

Férreo opositor a la dictadura, que lo desapareció violentamente por su coraje; Walsh definía desde su ámbito la necesidad de saber que la comunicación consiste en una herramienta de transformación.

 

En los tiempos que corren, donde abunda tanta información como medios ideológicos y empresas periodísticas de diferente tamaño y llegada a la sociedad, resulta complejo poder encontrar la verdad o lo que ahora se denomina “post verdad”.

 

A eso se suma la “opinología” cotidiana de debates sin oídos de las redes sociales, donde cada uno fija una posición hasta con saña y mala intención sin importarle mucho lo que provoca.

 

Resulta imprescindible, luego de que un decreto eliminara la Ley de Medios, volver a debatir cuales son los métodos y reglas para ejercer el periodismo, tratando de que aquello que marcó un Patriota como Mariano Moreno sea una realidad “si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y, después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía”.

 

En materia de ejemplos cotidianos, puede señalarse que no obedece el mismo tratamiento una muerte de una periodista porteña que la de Rafael Nahuel a manos de la PSA en Bariloche; que la continuidad de la causa de Santiago Maldonado con la de Amado Boudou; que lleva más consumo de espacio y tiempo la pelea de Tinelli con la AFA que saber si hay detenidos o imputados de la RAM y sus actos vandálicos; así se instalan los temas que debatimos en cada casa, en el café o el trabajo, mientras todos nos endeudamos en miles de millones de dólares casi sin darnos cuenta, por determinación de unos pocos.

 

Resulta noticia que el argentino más rico en el ranking mundial es Alejandro Bulgheroni con 3.100 millones de dólares (¿a cuántos chubutenses abarcará para igualar ese patrimonio?), pero no se analiza, por ejemplo, la vinculación con el petróleo de la cuenca de la provincia que incrementó esa fortuna o los desequilibrios que ello provoca.

 

¿Se puede revertir la situación? Con conciencia y educación para cambiar la pauta cultural y que los intereses de cada uno no superen los colectivos y que cada medio, por postura que defienda y tome, no se convierta en el miedo de nadie. Que cuestionen al ritmo de la sociedad y no de intereses particulares.

 

Que aquellos que opinamos lo hagamos con fundamento y firma y quienes piensen diferente sientan la seguridad de que será igualmente difundida su postura.

 

Que los monopolios mediáticos tengan en cada pensante alguien que reflexiona con la posibilidad de analizar para sacar sus propias conclusiones, porque esa será la verdadera libertad.

 

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