09 de Enero de 2019
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A 100 años de la Semana Trágica

En 1919, murieron, como mínimo, 700 personas por la represión de huelgas en Buenos Aires.

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El 9 de enero de 1919, un cortejo fúnebre en Buenos Aires se convirtió en una masacre. Sucedió durante la Semana Trágica, los peores siete días de la capital argentina. Hoy, se cumplen cien años de este evento. Las fuerzas policiales y militares atacaron a los trabajadores de los talleres Vasena que hacían huelga y a todos los que colaboraban con ellos. Además, persiguieron, torturaron y asesinaron a decenas de judíos que se creían vinculados a la Revolución rusa. En una semana hubo más de 700 asesinatos y miles de heridos, detenidos y deportados.

 

En ese momento, Argentina era el país más rico del continente y tenía el movimiento obrero más organizado. Yrigoyen fue el primer presidente elegido por el pueblo, permitió que la clase media tuviese cierto poder (aunque este seguía en manos de los oligarcas) y que los trabajadores se organizaran. Luego del triunfo bolchevique en Rusia, un año después, el movimiento obrero local se volvió aún más combativo, aunque estaba dividido en anarquistas y sindicalistas.

 

Los 2500 empleados de los talleres metalúrgicos Pedro Vasena e hijos sufrían una grave explotación laboral. Las jornadas eran de 11 horas o más y las horas extra no se compensaban. Los empresarios no querían que los representantes actuaran en nombre de los obreros, pese a que el salario apenas alcanzaba. En diciembre de 1918 los obreros de Vasena declararon la huelga. Pedían una jornada de ocho horas, un aumento de sueldo y el pago de las horas extras. Alfredo Vasena se negó a recibir el escrito y a tratar con los representantes sindicales: los ánimos empeoraron con el paso de los días y, dos semanas después, los trabajadores evitaron la salida de materiales del depósito a la fábrica. Los jefes, a su vez, convocaron a los rompehuelgas, grupos armados parapoliciales.

 

El 7 de enero de 1919 la medida de fuerza ya había durado más de un mes y la policía se encargó de la represión. Dispararon sus fusiles contra los trabajadores en la sede del sindicato y mataron a tres. Otro murió de un sablazo y hubo alrededor de treinta heridos. Esa masacre fue el principio de la Semana Trágica. Las centrales obreras se solidarizaron con los metalúrgicos y convocaron a una huelga general. El gobierno de Yrigoyen llamó a las fuerzas del ejército.

 

El 9 de enero, la ciudad amaneció sin metro, sin tranvías, con las fábricas cerradas y el puerto detenido. Buenos Aires estaba paralizado. A las dos de la tarde, desde el sindicato, partió un cortejo fúnebre con los ataúdes de los cuatro obreros asesinados. A su paso por la avenida Corrientes había 300.000 personas. Los disparos comenzaron desde una iglesia: les respondieron con piedras y objetos incendiarios. Los huelguistas asaltaron armerías, pero las fuerzas armadas los emboscaron en la Chacarita. Detrás de los muros del cementerio salieron balas contra la multitud y hubo decenas de muertos.

 

Se cree que la causa de que no haya ninguna cifra oficial es el deseo de aquel gobierno de ocultar estos crímenes. Aún así, los historiadores más conservadores estiman 700 muertos. La violencia continuó: hubo enfrentamientos en los barrios cercanos a la fábrica y un grupo anarquista intentó dejar a la ciudad sin agua, pero fue un intento frustrado. Los miembros de la oligarquía crearon una fuerza que se dedicó a saquear negocios judíos y a perseguir a miembros de esa comunidad, por considerarlos partidarios de la revolución rusa.

 

El periodista y escritor Pinie Wald habló de las torturas infligidas a él y otros miembros de la comunidad judía: "Detienen a un judío y, después de los primeros golpes, de su boca mana sangre en abundancia. En esta situación, le ordenan cantar el Himno Nacional. No puede hacerlo y lo matan en el mismo lugar". Flora, la hija del autor dice que su padre aprendió dos cosas: “Hasta dónde una persona puede soportar torturas y hasta dónde una persona puede torturar a otras".

 

El conflicto terminó el 14 de enero. Los trabajadores regresaron a la fábrica con sus pedidos otorgados: la organización sindical fue reconocida, las jornadas se redujeron a ocho horas, se brindó el descanso del domingo, aumentaron los sueldos y comenzaron a pagar las horas extra. Pedían cosas básicas que hoy están en la legislación de cualquier país, pero costaron, al menos, 700 vidas.

 

 

Fuente: Diario El País

 

 

 

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