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03 de Abril de 2018
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Bulín Fernández

Héroes de carne y hueso

La Columna de Bulín Fernández para RED43

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Compartimos colegios, corrimos detrás de la misma pelota en la canchita del barrio y gastamos las baldosas del playón de la Escuela 20. Disfrutaban y hacían una vida muy similar a la de todos los pibes  del pueblo.

 

Una trasnochada decisión de un alcohólico y su grupo de tareas los llevó al mismísimo infierno. No se rindieron, no se resignaron y con una valentía pocas veces vistas, fueron al frente como nunca nadie imaginó.

 

Sintieron frío, temores, dudas, emociones y todas las variables del sentimiento; pero no dejaron de asumir esa responsabilidad delegada que, aunque loca y horrenda, no les tembló el pulso para defender a su patria, a su tierra, a todos nosotros. Aún al costo de dejar la vida en el intento.

 

Desde la guerra de la independencia allá por 1810 la Argentina formó parte de conflictos donde también hubo luchadores que nos permitieron convertirnos en Nación, muchas de ellas heroicas como la Vuelta de Obligado o el bloqueo al Río de la Plata. Nos enseñaron y después estudiamos la historia en sus diferentes visiones y facetas y aprendimos a querer a San Martín, a Belgrano, a Mariano Moreno o a los Gauchos de Güemes.

 

Supimos del Che, de Rosas, de Martí o de Bolívar, a la par de entender lo que significaba eso de defender a la Patria hasta perder la vida.

 

Pero nunca imaginamos aquello de Malvinas. Ese pedazo de tierra argentina tan querido como desconocido.

 

Un 30 de marzo de 1982 los trabajadores hacían tambalear la dictadura cuando llenaron la plaza de Mayo con la CGT Brasil y Saúl Ubaldini a la cabeza; que debieron buscar refugio de una feroz represión y asedio de muerte ante la reacción del gobierno cívico militar.

 

Dos días más tarde ese mismo escenario tenía una multitud clamando a un general indigno que anunciaba la recuperación de Malvinas y mandaba a miles de pibes y subordinados inexpertos directamente a la muerte.

 

649 muertos en combate, más de 500 se sumaron después. Muchos de ellos en la crisis depresiva que los ahogó por la indiferencia, la desidia y el desinterés del conjunto del tejido social.

 

A 36 años de aquella locura se vuelve a honrar la pertenencia, pero no alcanza.

 

La memoria de los caídos, hoy también reconocidos, no es solo una cuestión nostálgica. Tiene y merece una ocupación especial. Primero del Estado, porque no debe cesar un minuto en instrumentar los métodos y políticas para hacer realidad lo que casi el mundo entero ha compartido: las Malvinas son argentinas.

 

Poner nombre y apellido a los responsables de ejecutar esas políticas y no sucumbir por más poderoso que sea quien se oponga.

 

Sumar a esa responsabilidad la ausencia de respuesta del ARA San Juan y 44 argentinos que no son héroes, son patriotas desaparecidos hasta que alguien de una respuesta clara y contundente.

 

La otra parte la ponemos nosotros, la sociedad y sus instituciones. En debatir cotidianamente, en generar las prácticas para que esas muertes no hayan sido en vano y que culturalmente las nuevas generaciones, informadas de lo que sucedió, entiendan que no es una cuestión de las páginas de historia y que les corresponde escribir el presente al respecto.

 

Que sepan honrar a estos héroes de carne y hueso que aún nos acompañan y fueron capaces y valientes de dar y exponer su vida por nosotros.

 

Que esos pibes que pueblan el territorio, como lo hicieron los Antieco, los Austin, los Alonso, los Capandegui, los Fernández y tantos otros; sigan corriendo detrás de una pelota y estudiando para elegir su profesión y su vida sin que nadie se los quite, porque eligieron vivir en paz, dentro de una sociedad civilizada.

 

 

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