18 de Noviembre de 2023
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Pachu Game, el lugar que nos dejó una marca en el corazón cuando éramos chicos

Una pared repleta de videojuegos. Dos televisores con dos PlayStation que se daban vuelta para que respiren un poco, después de horas y horas. Roberto Carlos de 9 y un sinfín de anécdotas inolvidables.

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Por Karim Chelbi Camba

 

Antes que nada, aprovecho esta ocasión para agradecer a Red43 y a todos los lectores que acompañaron en esta experiencia que, para mí, fue muy importante y duró cinco años. Cada entrevista, cada entrevistado, cada experiencia fue fundamental y me la llevo en el alma para siempre.

 

En esta última entrega, elegí un lugar que para mí fue importante en mi infancia. En casa teníamos una Family Game y una Sega. Soñar con una PlayStation, en esos años, era muy difícil, pero al menos tenía la posibilidad de jugar en Pachu Game.

 

Un lugar en el que pasaba bastante tiempo, de vez en cuando, cuando mi papá me llevaba. Ahí me recibía o -mejor dicho- nos recibía Marcelo Espíndola. El hombre que en poco tiempo se convertiría en el mismísimo Pachu, aunque el verdadero Pachu es su hijo Francisco.

 

Además de a los lectores, le agradezco de corazón a Marcelo. Sé que no le gusta dar notas, pero me prestó unos lindos 20 minutos de su tiempo para recordar ese lugar particular de la calle Rivadavia. Hoy Pachu es totalmente diferente, pero elegimos recordar ese local con dos televisores grandes, dos PlayStation 1 que las daban vuelta y una pared llena de videojuegos.

 

 

 

En principio, repasando la historia, Marcelo comentó cómo llegó a Esquel con la idea de poner la casa de videojuegos: "Yo llegué a Esquel un 7 de octubre del 2002 y el 22 de octubre abrimos Pachu Game en la calle Rivadavia, que es el local de Julio Sale. Mi cuñada que vivía acá me había alquilado uno en una galería, pero dije de dar una vuelta más y lo vi. Lo fui a ver a Julio y me dijo que a las 16.30 iba a alquilarlo una señora y al final no fue. Ese local fue el primer paso de Pachu Game", indicó.

 

 

"Fuimos equipándolo de a poco. Mi señora me mandaba mercadería de Buenos Aires y tardaba dos días. Ella trabajaba a la mañana, a la tarde hacía las compras y me la mandaba por Vía Bariloche. Comprábamos de a poco, porque eran épocas duras cuando vine. Así fue aumentando un poco la mercadería en Pachu", agregó.

 

 

En particular, sobre el icónico local de la Rivadavia, dijo que tiene "uno de los mejores recuerdos". "En ese local, que era todo de Videojuegos, con los televisores y la Play 1 abajo. Al principio, yo les cobraba la hora, pero lo lindo de eso fue que las madres, abuelas, tíos, me confiaban a los chicos. Me decían 'te lo dejo y vengo a buscarlo en dos horas'. Eso era lo lindo, la confianza que te daban. Yo venía de un lugar donde se robaban hasta a los pibes. Era una responsabilidad, pero muy lindo que te confiaran a los hijos, nietos, sobrinos", expresó el Pachu no "orishinal".

 

 

Varis niños o preadolescente eran clientes habituales de Pachu Game: "El que más recuerdo es Juan Martín Cángaro, que los padres me decían que era mi hijo cibernético. Él salía del colegio y se quedaba conmigo. Después tenía chicos que me daban una mano. Pachu fue evolucionando de a poco y con los chicos, con todas cosas de chicos. Era todo CD, Joystick, después empezaron los juguetes".

 

 

"Mi hermano me decía de poner una casa de videojuegos. La pusimos, pero en Buenos Aires nos afanaban todas las semanas. Con eso, después me vine para acá".

 

 

 

Marcelo vino a Esquel desde Escobar, provincia de Buenos Aires: "En el 2000 vine de vacaciones y paramos en el camping que ahora tiene José María, que era de Roberto Bestene. Él pasaba por la carpa nuestra y se iba a pescar. Un día charlamos y le conté que quería poner un local en Bariloche y él me dijo que viniera a Esquel y que me salía de garante. No me conocía, era una cosa de locos. Yo veía a Esquel como Escobar con montañas, así que podía ser. Yo trabajaba en una casa de artículos de hogar que empezó a andar mal, en Buenos Aires empezaron los saqueos y me decidí", indicó sobre su llegada a la ciudad en 2002".

 

 

Si bien Pachu Game fue un éxito y un sustento de vida para la familia, los comienzos fueron difíciles: "Al principio era todo lindo, pero la historia fue al momento de irme. Me di vuelta en el remís y mis dos hijos estaban llorando porque me iba. Aunque tenía familiares acá, fue un momento muy duro. Gracias a Dios, al mes y medio pude volver. Cuando vine, no sabía cuándo iba a volver a ver a mis hijos ni a mi familia. Era todo depende de cómo me iba. Cuando me di vuelta en el remís y vi a Fran con Manu fue destructivo. Dije 'qué estoy haciendo', pero a futuro salió bien, aunque hoy estamos viviendo días complicados", relató.

 

 

Una de las claves para el éxito, es el agradecimiento: "Pachu no hubiese existido sin la gente, sin la calidad humana que no la encontrás en todos lados. Es algo que me sorprendió, porque me hablaban otra cosa".

 

 

 

El negocio de Pachu Game comenzó a evolucionar y llegó un momento en el que el histórico local quedó chico: "La gente empezó a pedir juguetes y vino el boom del Bey Blay. Eso hizo levantar a muchas jugueterías. Empecé a hacer torneos y también hacía regalos. Ahí empezó a evolucionar Pachu y empezamos a traer juguetes. Si no era por el esfuerzo de mi señora y de mis hijos que iban a comprar, acarrear las cajas en Buenos Aires, porque era una movida. Nosotros estábamos a 40 kilómetros de Buenos Aires. Eso es más incómodo que irte de acá a El Bolsón".

 

 

"En el local chiquito estuvimos hasta el 2006. Ese local fue especial para mi, porque fue donde empecé. Hay una foto que para mí es la vidriera más hermosa del mundo porque la hice con lo que encontré. Mi cuñada estaba edificando y encontré unas maderas que las uní. No sé quién me sacó esa foto, pero es la única que tengo de ese local. Cuando me tuve que ir de ese local chiquito, me senté en el medio del local vacío y decía 'no te puedo dejar'. Me iba a uno más grande, sin saber cómo me iba a ir. También puse los televisores, pero no fue lo mismo. Ya venía gente más grande, había empezado la electrónica y no podía atender a los hijos como yo quería", indicó.

 

 

 

El gran tesoro y recuerdo de Pachu Game eran las PlayStation y los televisores: "Un televisor lo llevé al Club Independiente y otro lo regalé. Una de las Play está en casa. Las dábamos vuelta para que agarraran. Las máquinas funcionaban desde las 9 de la mañana y se re calentaban. La dábamos vuelta y agarraba de vuelta. Por ahí en un partido de fútbol, se quedaba Roberto Carlos pateando medio mal", recordó Marcelo, entre risas.

 

 

Si bien hubo un pequeño "spoiler" al principio, Marcelo explicó el origen del nombre del local: "Pachu viene por mi hijo Francisco, que tenía un amiguito que no le salía y le decía "Fasu". Después quedó Pachu porque estaba prohibido decirle Pancho. Cuando llegué acá pensé en ponerle Pachu Game, porque tenía que ser un nombre que pegue. Eso me lo enseñó el dueño de una zapatería. Siempre había que buscar un nombre en el que pegue cuando haya una reunión. Ahí se reunían varios chicos, porque era un lugar de encuentro también. Todos me dicen Pachu a mí, pero en realidad es él. Yo era la cara visible y ellos vinieron después", explicó.

 

 

Por supuesto que cada comercio tiene sus momentos buenos y los críticos: "Siempre tenés altibajos. Podés estar en la cresta de la ola y cuesta mantenerte; y después bajás rápido. Pero siempre tratando de mantener el personal. Ahora es uno de los momentos más difíciles, porque nunca viví algo tan largo. Es cambiar los precios continuamente y que te manden precios cada dos días. Creo que lo pasé en el hiperinflación de Alfonsín, pero había plata y no había tanta desocupación. La pandemia perjudicó mucho porque no sabíamos a qué precio vender. Es un caso aparte, porque a mí me tenían encerrado, pero supermercados grandes, en vez de vender comida, vendían juguetes. A vos te clausuraban todo y los demás qué. Para mí, estuvo muy mal manejada, pero era lo que se podía hacer en ese momento. Pachu empezó a activar todas las páginas, las redes y empezamos a vender. Creo que no me quedé quieto ni un día. Por ahí vendía dos, pero compraba tres, porque no había precio. Las distribuidoras estaban cerradas y no recibían importación como recibís normalmente"-

 

 

 

Sobre el final, Marcelo explicó qué significa Pachu Game en su vida: "Pachu es el sustento de vivir, el esfuerzo de muchos años. El esfuerzo de mi familia. Después, es un negocio. Yo no me enamoro de las cosas, porque sé que Pachu tuvo un principio y va a tener un fin. No me quita el sueño el día que yo tenga que cerrar. Cuándo va a ser, no tengo idea. Por ahí digo que tiene un fin y estoy diez años más. Va a tener un fin y ojalá que sea un fin lindo. La gente de Esquel necesita que yo haga algo por ellos, por todo lo que ellos le dieron a Pachu. Ese es mi sueño. Ojalá que vuelvan esas épocas donde podíamos donar juguetes, porque es lo lindo también tratar de ayudar a la gente. Hoy no lo podés hacer y te da bronca, es horrible. Yo no lo tomaba como donación, sino como algo que yo se lo tenía que dar a la gente y hoy no lo puedo hacer. A los chicos, para sus cumpleaños, iba a la casa y les llevaba su regalo. De eso se trata la vida, de todo lo que recibiste, dar lo que vos tenés. Eso significa Pachu".

 

 

 

 

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