14 de Abril de 2024
sociedad |

Valeria Dietz: “La vida son tres días, y ya pasaron dos”

En una aventura que muchos anhelan y pocos se animan, desde el Molino Harinero Nant Fach, Valeria Dietz nos cuenta cómo es vivir viajando por el país en una Van junto a su gata Anita.

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Por Lelia Castro

 

En un mundo en el que todo va cada vez más rápido en la vorágine diaria, donde todo es de pasada, donde todos se matan todo el año trabajando fulltime para tomarse dos, o con suerte tres semanas al año de vacaciones, de las cuáles se vuelve más cansado por querer hacer todo lo que no se pudo mientras se estaba trabajando, Valeria Dietz nos cuenta cómo decidió abandonar la vida ‘socialmente aceptable’ para embarcarse en una aventura sin reloj.

 

Valeria es oriunda de San Antonio de Areco -provincia de Buenos Aires-, aunque al estar todo el tiempo en movimiento, le resulta un poco difícil definirse como perteneciente a un lugar específico.

 

Cuenta que siempre le gustó viajar, aventurarse, conocer y recorrer. Sus primeros viajes fueron por períodos cortos de tiempo o en las vacaciones laborales. Su meta es conocer a fondo la Argentina y después tomar rumbo hacia otros países.

 

“El primer viaje de mochilera sola, que salí a experimentar fue que estuve en Córdoba, San Luis y Mendoza, hermoso ese viaje, fue en junio de 2016. Anteriormente hice otros viajes, pero ese fue como la primera aventura sola que me lanzaba a algo nuevo”.

 

En Areco conoció rodanteros que viajaban en motorhome, el relacionarse y hablar con ellos le fue abriendo la cabeza hacia un nuevo mundo y nuevas experiencias, ya que de ese modo tienen solucionados varios problemas en un mismo lugar: transporte, lugar donde dormir y cocinar, todo en el mismo lugar.

 

“Siempre en mis pagos que me cruzaba algún viajero, que veía alguien que andaba en bici o en motorhome, siempre me acercaba a conversar, a que me cuenten, a ver cómo era su vida, porque uno cuando se asoma y quiere hacer algo nuevo, le teme a lo desconocido, entonces qué mejor que acercarse a alguien que ya lo esté haciendo para que te dé su panorama, para que te cuente cómo es todo, y así fue que me inspiraron un montón”.

 

Luego de 10 años de trabajar en relación de dependencia, en 2019 decidió renunciar, vender todo y salir a las rutas. Una decisión difícil de tomar, de salir de la zona de confort donde uno sabe cuánto va a cobrar todos los meses, tener un trabajo estable, la seguridad y calidez de tener a la familia y a los amigos cerca y adentrarse a lo incierto de cada día, yendo hacia donde va surgiendo, sin fechas ni tiempos estipulados para estar en cada lugar, donde puede pasar dos días o cuatro meses. “Entonces dije bueno, ¿si no es ahora, cuándo? La vida es una sola y hay que disfrutar. De hecho, mi camioneta la descripción atrás dice ‘disfruta, que la vida son tres días y ya pasaron dos’”, afirma convencida Valeria.

 

“Me costó en un principio tomar la decisión por ser independiente y por estar en una vida, por ahí, impuesta socialmente o que los paradigmas que te van enseñando desde chicos: que tenés que trabajar, tenés que hacer esto o lo otro, y uno tiene que ir desaprendiendo e ir tomando decisiones, de eso se trata”.

 

Luego de renunciar, tomó su mochila y salió caminando de su casa rumbo a Ushuaia, donde estuvo hasta que comenzó la pandemia en 2020 y tuvo que volver a Areco y quedarse quieta un tiempo.

 

Siente el apoyo de sus padres y sus hermanos, que ya estaban acostumbrados, por más que siempre existan los miedos al verla viajar sola. Lejos pero siempre en contacto con ellos. “Mi mamá me visita, el verano pasado en sus vacaciones me visitó en Bariloche, este año me visitó en Trevelin y compartimos. La verdad que es súper importante y hermoso contar con el apoyo de la familia, es muy lindo”, comenta emocionada.

 

Vendió su auto y las cosas que tenía y se compró una mini Van, una Daewoo Dama 2001, con la cuál viene viajando desde noviembre del 2022, a la que apodó ‘La Damita’. “Tenía un auto bastante más nuevo, pero la camioneta me da otras satisfacciones, por ahí el auto tenía otras comodidades, pero con la  camioneta yo estoy feliz, es hermoso”, asevera.

 

Vivir viajando es tomar riesgos, “salir y después ver qué pasa”, seguir los impulsos o lo que el corazón dicte. Cuenta que uno de los grandes desafíos fue el desapego, pero que el camino te brinda lo que necesitás, encontrás todo lo que te hace falta, sólo hay que confiar, “es CREER PARA CREAR”, dice Valeria.

 

Casi por casualidad, termina en el Museo Molino Harinero Nant Fach, a 20 km. de Trevelin y 20 km. de la frontera internacional con Chile. Ella se encontraba recorriendo la zona, de camino a Los Cipreses, pero algo le hizo frenar en el molino y preguntar si había algún trabajito, lugar donde fue recibida con los brazos abiertos por Mervin y su familia, a quienes se siente inmensamente agradecida. “Es muy gratificante encontrar personas tan carismáticas, tan hermosas, seres que son muy buenos, eso te va dando el camino. Uno va encontrando la gente según cómo está vibrando uno, yo creo mucho en las energías y según cómo uno está vibrando, si uno está bien para recibir, vas a encontrar un montón de ayuda, de compañerismo, es como que vas haciendo familia en el camino también. El viaje no sólo lo hacen los paisajes, sino que lo hacen las personas que vas conociendo”, explica.

 

“Porque yo voy trabajando en el camino, haciendo changas y también voy vendiendo cositas que tengo, como miel, sahumerios, gorras, remeras, tengo un kiosquito bastante variado. Pasé acá el año pasado a ver si había un trabajito y coseché manzanas acá, coseché como mil kilos de manzanas; estuve haciendo chicha también, después me preguntaron si me animaba a hacer la recepción del museo y les dije que sí, y acá estoy, recibiendo a los turistas en la recepción”.

 

Ya se siente como una más del Valle 16 de Octubre, “¡Conocí un montón! El no tener límites de tiempo y el estar relajada de no tener que volver a un lugar, me permite conocer todos los sitios donde voy y profundamente los lugares. No tengo que estar dos o tres días y tener que volverme, eso era lo que yo quería, así que está buenísimo”.

 

Valeria cuenta que mientras se viaja, se van adquiriendo muchos aprendizajes, además de conocer lugares y personas, uno aprende a amigarse con el desapego, tanto de las personas como de lo material. Es difícil, pero considera que más allá de las relaciones que se van creando, cada uno tiene un camino individual que debe transitar y disfrutar, así como ella disfruta estar consigo misma. “Uno se va encariñando un montón y va generando vínculos muy lindos y eso está buenísimo también porque uno siempre tiene a dónde volver y va conociendo un montón de personas, eso es hermoso”, comenta.

 

Reinventándose continuamente, adaptándose al entorno y las posibilidades que le ofrece el lugar, al estar en el molino aprovechó para hacer y vender panes caseros, así como cosechar frutas y hacer tanto tartas como dulces, así como aprendió cosas nuevas, como por ejemplo cocinar con leña, una experiencia totalmente nueva para ella. “Me llevo un montón de cosas lindas, además del cariño de la familia, un montón de cosas. Por ahora estoy acá, hasta que el corazón lo diga”, dice Valeria.

 

Después de contarnos sus experiencias y aprendizajes, el mensaje de Valeria es que estamos de paso en esta vida, hay que ser felices, ponerle el corazón tanto a los pensamientos como a todo lo que se hace, para ella ese es el camino. La vida pasa rápido y hay que disfrutarla.

 

Para saber más sobre ella, su viaje y sus aventuras en ‘La Damita’, junto a su gata Anita, pueden seguirla en Instagram @andandodedietz o en Facebook como Valeria Marina Dietz.

 

 

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