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25 de Abril de 2024
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Día Internacional de Lucha contra el Maltrato Infantil: cuáles son sus secuelas en la psiquis de los niños

Abarca desde la negligencia, las agresiones y la violencia sexual hasta la explotación comercial. Cuáles son las acciones para enfrentar este flagelo

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La problemática del maltrato y la violencia sexual contra bebés niños, niñas y adolescentes es una realidad alarmante que requiere una respuesta integral. El maltrato infantil es un problema mundial complejo y difícil de estudiar, con graves consecuencias que se arrastran a lo largo de toda la vida.

 

 

El maltrato infantil se define como cualquier forma de abuso que afecte a un menor de 18 años. Abarca todo tipo de maltrato físico o afectivo, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otra índole que vaya o pueda ir en perjuicio de la salud, el desarrollo o la dignidad del niño, niño o adolescente, o poner en peligro su supervivencia en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder. El maltrato puede ocurrir en diferentes ámbitos incluido los telemáticos.

 

 

De los estudios internacionales se desprende que casi 3 de cada 4 niños de entre 2 y 4 años sufren con regularidad castigos corporales o violencia psicológica de la mano de padres o cuidadores y que una de cada 5 mujeres y uno de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en la infancia.

 

 

En situaciones de conflicto armado o en asentamientos de refugiados, la niñez indígena o niñez migrante, son las niñas quienes están especialmente expuestas a la violencia, la explotación y los abusos sexuales por parte de combatientes, fuerzas de seguridad, miembros de su propia comunidad o trabajadores de asistencia humanitaria, entre otros.

 

 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que uno de cada cuatro adultos informó haber sufrido abuso físico durante la infancia en todo el mundo.

 

 

Algunos resultados y conclusiones de los datos publicados en el marco del Programa de Víctimas contra las Violencias (entre 2020 y 2021), perteneciente a la Dirección Nacional de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justicia, indican que casi la mitad de las víctimas de violencias registradas (48,7%) eran NNYA (NdelE: niños, niñas y adolescentes); lo mismo que 6 de cada 10 víctimas de violencia sexual (58,7%).

 

 

En la misma línea, los datos publicados aseguran que los abusos aumentan a medida que crecen los niños. Así, entre 0 y 5 años ocurre en el 16,9%; entre los 6 y los 11, llega al 32,6%; y de 12 a 17, alcanza al 50,5%. Según ese estudio, el 84,6% de los agresores son del ámbito de confianza de la víctima, ya sean familiares o conocidos.

 

 

En lo que refiere al ámbito en donde se ejerce este tipo de violencia, el 36,2% de los casos de violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes sucedió en el hogar, y 27,6% en entornos digitales (redes sociales y/o aplicaciones de mensajería instantánea).

 

 

Múltiples estudios demuestran que los niños y niñas que sufren maltrato tienen un mayor riesgo de desarrollar trastornos mentales como depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático (TEPT) y trastornos de la conducta no solo durante la infancia sino en la también en la adultez.

 

 

La polivictimización, se diagnostica cuando un niño o niña padece múltiples o prolongados eventos traumáticos, con las consecuencias de esta exposición durante su desarrollo evolutivo. Esto provoca un trauma complejo, conlleva la exposición a los diferentes tipos de maltrato infantil de manera simultánea o en secuencia. Diversos autores (Lim, Radua, & Rubia, 2014) han estudiado el cerebro de los niños afectados y han evidenciado una transformación permanentemente de su estructura cerebral.

 

 

“El maltrato durante la infancia actúa como un estresor grave. Produce una cascada de cambios fisiológicos y neurobiológicos que podrían provocar alteraciones permanentes de la estructura cerebral”. Radua (2014).

 

 

En otro estudio, los autores muestran que en adultos abusados sexualmente en su infancia, las experiencias adversas en esa etapa y el estrés postraumático influyen en la liberación del cortisol a largo plazo (Schalinski, Elbert y Cols. (2015). Esto significa que ante la tensión constante que experimentaron en la infancia, el sistema permanece activo con diversos niveles de cortisol en la sangre, como si siguiera ocurriendo.

 

 

Las experiencias traumáticas inician emociones fuertes y reacciones psicológicas y físicas que pueden persistir mucho después de los eventos. Los niños y niñas sienten terror, impotencia y miedo, así como palpitaciones, vómitos o pérdida del control de esfínteres. Los niños que carecieron de protección de los demás para evitar las consecuencias de la experiencia traumática se sienten decepcionados por la falta de protección y cuidado, lo que produce una doble traumatización.

 

 

Se estima que la mayoría de los casos de maltrato y abuso sexual infantil no se denuncian a las autoridades, lo que sugiere que las estadísticas reales son mucho más graves.

 

 

Los niños que sufren maltrato y abuso sexual tienen un mayor riesgo de experimentar problemas de salud física y mental a lo largo de toda su vida, requerir de costosos tratamientos y medicación, así como tener dificultades en las relaciones interpersonales y el funcionamiento social.

 

 

 

 

La violencia contra los niños cuesta a la economía mundial entre 1,49 y 6,9 billones de dólares anuales y esto probablemente representa una subestimación, ya que no tiene en cuenta los efectos a largo plazo en la formación futura de capital humano de los niños expuestos a la violencia.

 

 

Es importante destacar que las niñas a menudo sufren violencia basada en normas y desigualdades de género, incluida la violencia sexual y de género, el matrimonio infantil, precoz y forzado, y la mutilación genital femenina, y tráfico; y que los niños también son víctimas de violencia sexual, emocional e intimidación, además de correr un alto riesgo de verse involucrados durante la adolescencia en formas graves de violencia física, a menudo con armas de fuego y cuchillos.

 

 

Además, algunos niños y niñas corren un mayor riesgo de sufrir violencia, como quienes presentan una discapacidad; los migrantes, especialmente los no acompañados; los separados de sus familias; los que viven en situaciones humanitarias y zonas de conflicto, etc.

 

 

Por ello, en un esfuerzo conjunto varios países organizan la primera Conferencia Ministerial Mundial para poner fin a la violencia contra la niñez. En la misma participarán representante de países y organizaciones internacionales de salud y protección a la primera infancia.

 

 

 

Niños sujetos a múltiples o prolongados eventos de violencia sufren de trauma complejo, con una transformación permanente de su estructura cerebral y alteraciones en la liberación de cortisol

 

 

 

La cita será en Bogotá, Colombia, los días 6 y 7 de noviembre, un evento internacional que busca consolidar una agenda global conjunta para hacer frente a un flagelo que vulnera los derechos de millones de niñas y niños en todo el mundo. Trabajaremos en seis tópicos, entre ellos, una declaración política, un movimiento liderado por niños, niñas y adolescentes y una plataforma para sobrevivientes de violencia sexual, públicos y expertos para compartir nuestros conocimientos y experiencia.

 

 

En cuanto a la esfera de lo emocional, un niño que es víctima de maltrato puede tener sentimientos de culpa, vergüenza o confusión. Puede tener miedo de develar a otros lo que vive, especialmente si el perpetrador es uno de los padres, un familiar cercano o un amigo de la familia.

 

 

El maltrato y el abuso sexual son problemas endémicos pero a pesar de ello ni en Argentina y en general en Latinoamérica no hay campañas de prevención de los malos tratos contra la infancia, desde las más graves como el infanticidio, la violencia física, la sexual, la explotación laboral, sexual y comercial hasta aquellas que se llaman sutiles, aunque no lo sean, como el maltrato psicológico que incluye, el rechazo, la degradación. amenazas, infundir terror, aislar o negar, ignorar , actos verbales y no verbales de los adultos para agredir a los niños, entre otros.

 

 

 

 

Llama la atención que una problemática que ha afectado y afecta a una enorme cantidad de personas no logre ubicarse en la agenda de los Estados, como un eje de atención prioritaria.

 

 

Mi opinión, que no cambia desde hace muchos años, es que el mundo de los adultos no quiere develar ante sí que existe esta problemática y asumir, en una gran cantidad de casos, que fueron víctimas de malos tratos e intentan una compleja desmentida, a pesar de ellos mismos.

 

 

Ciertos mandatos culturales y religiosos, afirma Alice Miller, como “Honrarás a tu padre”, hacen muchas veces imposible lograr la conciencia de lo ocurrido. Esta realidad se ve confirmada ante la falta de un mandamiento o mandato cultural similar y no adultocéntrico como “Honrarás a tu hijo”.

 

 

No importa la época donde esto haya ocurrido el dolor que siente un niño cuando padece alguna de estas formas de violencia siempre fue y será el mismo y siempre deja secuelas.

 

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