Hace exactamente diez años, se estrenaba la serie “Black Mirror”. Esta obra maestra de la pantalla chica supo ponernos de los pelos a todos… y sin embargo, una pandemia después nada parece haber cambiado.
Básicamente, la ficción creada por Charlie Brooker, es una carrousel emocional que pone constantemente al espectador de frente con los peligros del exceso tecnológico. A estas alturas del partido, negar que gracias a la tecnología logramos cosas realmente positivas para el desarrollo humano resulta casi insostenible. Sin embargo, la frase “no es la tecnología, es el uso que le damos” ya puede ser considerada un refrán popular.
No es la primera vez que la humanidad se cuestiona sobre el tema. Ya lo habían hecho Heidegger o Walter Benjamin junto con la escuela de Frankfurt. ¿Pero qué es lo que hace que esta serie nos deje con una sensación tan angustiante?
El problema con Black Mirror es que nos pone de frente a un loop infinito de situaciones donde se interiorizan corporalmente los sistemas de telecomunicaciones. Por ejemplo, en el capítulo Toda tu historia, se plantea el dilema de un marido que gracias a un chip de memoria implantado en el cerebro de su mujer, descubre que ella le fue infiel. En el caso de White Bear, nos encontramos de frente con toda una nueva manera de castigo social: la cárcel ya no es un lugar físico de barrotes y cuatro paredes, sino que se crea una ilusión en nuestra mente, que a la vez es vendida como un espectáculo.
A priori, podríamos pensar que lo que la serie planteó en su momento era una crítica completamente disruptiva. Pero… diez años después y con una pandemia de por medio donde las nuevas tecnologías fueron las grandes salvadoras de esta tragedia, Black Mirror me parece un toque conservadora. La serie tiende a hacer una crítica de las nuevas tecnologías, siempre poniendo el foco en la sobre tecnologización y resaltando o remarcando los aspectos negativos de estos, siempre alegando que todo tiempo pasado fue mejor. Justamente por eso, es más conservadora que un frasco de conservas de mi abuela.
Black Mirror deja completamente por fuera los usos transformadores que la tecnología puede tener para la sociedad. Por ejemplo, la Primavera Árabe o el Black Lives Matter se organizaron a través de las redes sociales. Y no nos olvidemos del ejemplo nacional: Ni Una Menos, que comenzó con un tweet y después se replicaría en el resto del mundo.
Si, obvio… me preocupé -y preocupo- millones de veces porque perdí tiempo buscando un celular que siempre estuvo en mi mano. Hay algo con el uso que le damos a las tecnologías, hay algo para cuestionarnos, pero tampoco me animaría a pensar que este uso es solo negativo. La idea de que la vida era mejor cuando no había Facebook y todos nos tomábamos un café y nos mirabamos a los ojos no la termino de comprar. Que no pensemos en lo que los ciudadanos podemos hacer con las redes sociales -si ponemos en el esfuerzo en comprenderlas, en cuidar nuestros datos, en aprender a usarlas responsablemente- también es muy cómodo para algunos grupos de poder.
Lo cierto es que, en las sociedades actuales, después de varias revoluciones industriales y tecnológicas, resulta casi imposible concebir lo humano sin la tecnología. Y muchos menos después de una pandemia donde trabajamos remoto, festejamos cumpleaños por zoom, y tuvimos sexo por Whatsapp. Sin embargo, la pregunta que me hago y sigo sin poder responder es: ¿Las tecnologías vinieron a mejorar nuestras vidas o a ponerle fin a la vida como la conocemos?
Algunas corrientes filosóficas como el transhumanismo todavía consideran que la condición humana se verá positivamente transformada, e incluso mejorada, gracias a las nuevas tecnologías que puedan mejorar las capacidades humanas como el intelecto o la fuerza física. Estás corrientes consideran que el hecho de que nuestros smartphones funcionen como una extensión de nuestras propias manos, es simplemente una mejora de nuestra condición humana. En el otro extremo se encuentran las distopías planteadas a lo largo de la serie. Black Mirror cristaliza un pesimismo tecnológico que pone en duda cualquier concepto de progreso.
Mientras tanto… ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¿Es mi mano?... ¿o mi celular?