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29 de Junio de 2025
sociedad |

La cajita musical

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- Por Marisa Gómez -

 

Papá saca fotos.

 

Le dice a mi hermana que se ponga al lado de la torta, al otro costado, que sople, que se ría, en todas va a salir con la boca abierta, se olvidó que le faltan dos dientes. Después le siguen las fotos con los abuelos, los tíos.

 

Ahora es el turno con el primo, dice papá. ¡Todos los primos juntos! Papá lo ubica a mi lado, hoy está más perdido que otros días. Mi hermana se empaca, no quiere fotos con él. Papá lo disimula, corta la torta y la reparte. 

 

Mamá no se levantó del sillón. Estuvo toda la tarde con un bocadito en la mano, ni se despintó los labios. Papá le sirve torta, no se mueve de su lado hasta que la ve que come, quiere hacerla engordar como a los chanchos. 

 

Los tíos, brindan con champagne, dicen que el espumante limpia el hígado.

 

Los abuelos, los padres de mamá son viejitos, ni saben dónde están pero mastican todo el tiempo. La madre de papá, desde que quedó viuda llora, porque recuerda que el abuelo cantaba con voz de soprano el feliz cumpleaños como si estuviese en el escenario.  

 

Mi primo parado al lado del fogón, mira a mi hermana que se sienta en la galería, con las piernas abiertas como un varón, y se desespera con los regalos.

 

Primero agarra la caja musical, la deja y dice, éste es un regalo delicado, mejor no tocarlo. Hace lo mismo con el bebé y el moisés, y con la muñeca que parece de verdad. Miro la caja musical, le pido que me lo preste, solo para ver cómo se mueve la bailarina, me lo vas a romper, sos muy chiquita, me dice.  

 

Después le pido que me preste el bebé y tampoco quiere,  vos tenés todos los juguetes rotos, me dice y le saca la lengua a mi primo que sigue parado en el mismo lugar. Me acerco a él y le digo, no le hagas caso, el día de su cumpleaños se cree el centro del universo. 

 

Como el sol, me dice, todos los planetas giran a su alrededor. Es la Teoría de Nicolás Copérnico, la heliocéntrica.

 

Mi hermana saca dos libros de tapas blandas y las cartas. Los juegos al aire libre están suspendidos. El aguacero no para y por momentos piedritas como maníes pegan en los vidrios. Mi primo las cuenta en voz alta.

 

Mi padre aclara que el cumpleaños terminó. Tiene que decirlo claro y fuerte sino todos se quedan hasta la noche para volver comidos a la casa. 

 

Mamá levanta los platos, papá la ayuda, barren, lavan. Yo ayudo también hasta que escuchamos los gritos de mi hermana como si la estuviesen descuartizando. Entra en la cocina con todos los regalos y los tira en el suelo.

 

¿Fuiste vos la que le metió a mi bebé, los ojos para adentro?, agarra la cajita, me rompiste la bailarina, y agujereaste la mantita del moisés. Fuiste vos.

 

Me largo a llorar, no fui yo, le digo.
Sí, me los rompiste, porque no te los quise prestar.

 

Papá la calma. Después me mira serio, y yo le juro por todos los santos que no toqué nada. Busca sus herramientas e intenta arreglar los ojos del bebé, pero uno se le mete para adentro. Queda bizco. 

 

Creo que me creen. Papá nos manda al dormitorio. Mi hermana se duerme. Yo hago fuerza para no dormirme, quiero jugar con la bailarina de la cajita musical que escondí debajo de la almohada.

 


 

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