“Nadie se muere en las vísperas”, Murió Menem, con la certeza que, en política, a la que dedicó gran parte de su vida, llegó hasta donde quiso; como pocos entendió cada momento histórico del país y supo ver detalles que otros -ni siquiera mostrándoselos- podían notar.
Fue un político sin rencores y acepto las críticas por las privatizaciones que aún hoy generan controversias o la corrupción. Podía cuestionar a la Casa Blanca y al Reino Unido y años después aceptar el Consenso de Washington y viajar a Londres para rendir homenaje a los caídos en Malvinas. Con Fidel Castro siempre marcó sus diferencias “teníamos miradas enfrentadas en algunos temas relacionados con el ejercicio de las libertades individuales, entre otras cuestiones” sin embargo reconoció que “disfrutamos largas conversaciones que incluían las dificultades de Cuba y las posibilidades de abrir puertas para terminar con el bloqueo que afectaba seriamente a su economía”
Menem y Perón
En 1964 Carlos Menem viajaba desde Buenos a Damasco para visitar a sus padres. Hizo escala en Madrid y pidió una entrevista con Juan Domingo Perón, que estaba exiliado en España. José López Rega -El Brujo- negó la audiencia con El General y Menem fue a visitar a su amigo Jorge Antonio para saludar y comentar que no pudo llegar a Puerta de Hierro.
Antonio era un empresario argentino con pasado opaco que pagaba las cuentas de Perón y tenía debilidad por Menem. Le dijo al dirigente riojano que se quedara un día más en Madrid, que le iba a conseguir la visita al General en Puerta de Hierro. “Vos sos peronista y árabe como yo. Vas a tener tu reunión con Perón”, aseguró Antonio.
Al otro día, pese al desagrado de López Rega e Isabelita, Menem llegó a Puerta de Hierro y estuvo tres horas con Perón. El General quedó encantado con quien sería el futuro Presidente y le pidió a Antonio que lo volvire a a invitar. “Ese muchachito que estuvo conmigo -le dijo Perón a Antonio-, me interesa hablar de nuevo con él. Tráigalo a su oficina”.
Antonio le avisó a Menem, y el novio de Zulema respondió fiel a su estilo: “Me quedo un año”. En Damasco ya lo estaban esperando sus padres. Menem se quedó dos días más en Madrid y pasó largas horas conversando con el General. Cuando ya se había ido a Siria, Perón convocó a Antonio y le dijo: “Este muchacho tiene premio”.
Golpe de Estado y Prisión
El 24 de marzo de 1976 Menem fue destituido como gobernador de La Rioja y encarcelado como preso político. Primero estuvo en el Regimiento de Infantería 15 de su provincia, después fue trasladado al penal militar Magdalena, luego a Mar del Plata, Tandil y Las Lomitas en Formosa, donde nació el tercero de sus cuatro hijos, Carlos Nair.
“Debo reconocer que son dos las situaciones que, en ese entonces, me generaron un dolor profundo: una, cuando se nos permitió que recibiésemos visitas, y en tales ocasiones, los guardias palpaban grotesca y groseramente de armas a niños y mujeres. Zulema llevaba a mis hijos, Carlitos y Zulemita, que eran dos niños por entonces. Simplemente le dije a su madre que no los llevara, porque, como padre, no podía permitir que pasaran por tan descabellada y ultrajante situación en manos de esos brutos”.
“La otra, es que no se me permitiera dar el último adiós y enterrar a mi madre; cuando supe de su fallecimiento supliqué que me dejaran ir a despedirla y no lo conseguí. Después llegué a enterarme que quien estaba a cargo de la gobernación de La Rioja ofreció un avión para trasladarme porque sabían del amor que tengo por mi madre y que, además, me apoyaba mi pueblo, como lo ha hecho en todo momento, pero cuando fue consultado Videla, no concedió el permiso. Entonces, sólo me quedó rezar y llorar en la soledad de mi celda”.
Por la imagen de Argentina
A Menem no le gustaba perder a nada, y al golf menos. Como aprendió de grande, no tenía una gran habilidad y era derrotado por empresarios, amigos, ministros y jefes de Estado que llegaban a la Argentina. Un día, encontró la solución a sus derrotas en los links: hizo un agujero en el bolsillo del pantalón y colocó -sin que se cayera- una pelota de golf. El caddie estaba conjurado con el Presidente y cuando consideraba necesario ejecutaba la operación “ganar a toda costa”.
Obvio, todos los adversarios se dieron cuenta de que Menem se paraba en un lugar favorable para sus tiros y deslizaba la pelota desde el bolsillo a los alrededores del hoyo que debía embocar. El Presidente sonreía con malicia y jugaba como si tal cosa. Sólo una vez, un ministro rompió el encanto del truco: Oscar Camilión -a quien tampoco le gustaba perder a nada-, le plantó cara. Menem lo miró, y sin perder la sonrisa comentó: “Es por la imagen de la Argentina. No es bueno que el Presidente pierda con un ministro”.