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12 de Febrero de 2023
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Ashly, la fortaleza de vencer al cáncer a los dos años

Contentos de estar de nuevo en nuestra ciudad y rodeados de la gente que los quiere, con Ashly recuperada y mejor que nunca, Cynthia y Lucas nos cuentan cómo fue vivir el cáncer de su hija y su recuperación.

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-Por Lelia Castro-

 

 

A Cynthia Morales y Lucas Ríos, hace casi un año, la vida les cambió de un instante a otro: llevaron a su hija Ashly de sólo dos años a control médico de rutina para que la revisen, pero a partir de allí nada fue igual. La niña debía ser derivada a Buenos Aires para ser tratada, ya que tenía un neuroblastoma.

 

 

“Su doctora le encontró el vaso más grande y directamente nos mandó a hacer ecografía para ver qué era. En el hospital le hicieron los estudios el martes 11 de abril, ese mismo día a la noche nos dijeron que era una masa que tenía, y debíamos ser derivados a Buenos Aires, porque acá en el hospital no teníamos lo que es necesario para la salud de los nenes, que es terapia ni oncología infantil, entonces teníamos que ser derivados. El miércoles salimos para Bariloche y de ahí nos derivaron a Buenos Aires”.

 

 

                                                   

Un neuroblastoma es un tipo de cáncer que se origina en las células de un sistema nervioso aún no se desarrollado en su totalidad. Las células nerviosas son las que conforman al sistema nervioso, el cual abarca al cerebro, la espina dorsal y las terminales nerviosas.

 

                                   

 

Cuando llegaron a Buenos Aires fueron recibidos en el Sanatorio Anchorena, donde nuevamente le realizaron estudios para confirmar si el cáncer era benigno o maligno. Resultó ser maligno el cáncer que tenía Ashly y de inmediato comenzaron con las sesiones de quimioterapia.

 

 

“Fueron cuatro quimios, pero fueron fuertes, de a poco se le fue cayendo el pelito. El proceso de ella fue con inyecciones después de las quimio y ella re fuerte, se aguantó un montón de cosas”.

 

                                   

 

En septiembre, los médicos consideraron que ya podían operarla, debido a que le había bajado el tumor que tenía, que le abarcaba casi toda la pancita. “La pudieron operar, salió bien. Nos tuvimos que quedar un tiempo para controlar todo y seguir con los estudios y demás para poder regresar”.

 

                          

 

Fue todo un desafío para ellos y para toda la familia, ya que se tuvieron que movilizar (en ese momento los cuatro) hacia Buenos Aires, a una ciudad enorme que no conocían y con todo lejos.

 

“Era llegar allá y conocer, porque no sabíamos, lo veíamos por tele, pero nunca habíamos estado allá. Así que era adaptarnos a todo allá, nos quedaba bastante lejos todo, no teníamos nada cerca”.

 

                             

 

Desde el primer momento en que se enteraron del cáncer de Ashly y que tenían que viajar a Buenos Aires para ser tratada, tanto la familia como distintas personas y sectores de la ciudad se movilizaron para recaudar fondos y ayudarlos a juntar dinero: realizaron tómbolas y mate-bingos en los cuales también recibieron el aporte de varios negocios locales, feria de empanadas, equipos de fútbol que juntaron dinero, entre muchos otros que pusieron su granito de arena para ayudarlos con los gastos y que no les falte nada.

 

 

“Esos nueve meses que estuvimos allá, organizaron cosas y mucha gente ayudó, mucha gente mandaba plata directamente también. De repente nos llegaba plata, no sabíamos de qué era y sin decirnos nada, nos llegaba plata”.

 

                                    

 

Ellos siempre mantuvieron la fé en Dios y que su hija iba a salir adelante, “fue como decir acá estamos y a seguir”. Al mismo tiempo que surge la enfermedad de Ashly, se enteran que Cynthia estaba embarazada, con lo cual tenía que estar pendiente de ambas cosas.

 

 

“Me agarró con todo la situación, pero gracias a Dios pudimos salir adelante. Había días que no, que ella nos daba más fuerza a nosotros que nosotros a ella”.

 

              

 

Nos cuentan que tienen que viajar cada tres meses a realizar controles y nuevamente los estudios, dependiendo de cómo le den los resultados le sacan el catéter que tiene puesto o no, lo que implica una nueva cirugía, pasar por terapia y demás.

 

 

“Pero son cada tres meses que tenemos que volver a los controles, hasta ahora ella la va llevando bastante bien.  Sólo hasta ahora, cuando llegamos que tuvo un poco de tos por el cambio de clima, pero no se nos ha enfermado de nada, así que todo bien hasta ahora”.

 

                          

 

Mientras se encontraba internada, Ashly continuó con sus tareas habituales. Fue acompañada de manera virtual por la directora de la Escuela N° 159 y por la “seño Eli”, que le mandaban los trabajos prácticos y demás para que realice. De igual modo, sus profesoras de danzas clásicas y flamenco la ayudaron también de modo virtual como para que ella no salga de su entorno.

 

 

“Hasta Ashly, cuando estaba bien, se ponía a bailar con su hermana, hacía las actividades. Pero realmente, los del instituto y la escuela nos ayudaron un montón con las nenas”.

 

                     

 

Nos cuentan lo difíciles que fueron todos esos meses, lejos de todo, que el peor momento era el de las quimio, rodeados de enfermeras y con la ansiedad de la espera, la eternidad que fueron esas cinco horas de cirugía, y a ellos esperando afuera no se les pasaba más la hora.

 

 

“Cuando terminó la cirugía, que salieron los médicos y nos dijeron que fue exitosa la operación, fue todo un alivio. Pero para mí en ese momento era una eternidad, no se pasaba más. Ahora me pongo a pensar, no fue nada fácil”.

 

                                

 

Tanto los padres de Cynthia como la madre de Lucas, viajaban a Buenos Aires a ayudarlos y hacerles compañía, hasta que en diciembre quedaron solos para esperar los últimos estudios y poder volverse a Esquel. Sin embargo, cuentan que siempre se sintieron acompañados por el resto de la familia (que según nos dicen son un montón) con llamados o mensajes de aliento, lo que sentían como un mimo a la distancia y que no estaban solos.

 

 

“Fue todo emocionante para todos, porque nueve meses estuvimos afuera y el aeropuerto lleno con nuestra familia. Y después en el casino llegamos y estaban mis primos, mis tías con un recibimiento grande, nos llevaron de caravana, así que fue emocionante nuestra llegada. Más la emoción de que nos veníamos todos, no quedó nadie, que nuestra hija venía bien. Así que fue todo hermoso, todo un milagro”.

 

                             

 

Viéndolo a la distancia, cuando les dijeron que tenían que viajar de ocho meses a un año para el tratamiento, pensaban que era un montón, y que dependía de la niña cuánto sería, de lo que ella soporte.

 

 

Y ella soportó todo, cada quimio era mucho dolor, era muy fuerte para ella. Después de las quimio eran diez días de inyecciones, que también las teníamos que hacer donde estábamos en la casa, así que era demasiado”.

 

 

Para los que estén pasando por alguna situación difícil o alguna enfermedad, nos dice que hay que tener mucha fuerza y mucha fé en Dios. Cree además que muchas veces son los hijos quienes les dan la fortaleza a los padres para seguir adelante.

 

 

Yo sé que Él fue el que hizo milagro en nuestra hija, siempre aferrados a Él y de donde sacar fortaleza. En mi caso, a veces, mi hija nos daba fortaleza a nosotros”.

 

          

 

Por último, no quiere dejar de agradecer a todos los que colaboraron y ayudaron de distintas maneras para que ellos pudieran solventar los gastos de esos difíciles nueve meses por los que tuvieron que pasar: a toda su familia; a los equipos de fútbol Del Campo y la Reserva; José Sepúlveda; la familia Peláez (Rodrigo, Matías y Bruno); Gadys Hidalgo, presidenta de la sede del Matadero, quien donó diversas cosas y prestó el lugar para realizar la venta de empanadas; a los comercios que realizaron también sus aportes. Agradecerles también a los médicos de sus hijos, Rubí y Daniel Rojas, quienes detectaron el tumor y la derivaron rápidamente.

 

 

“Y también al hospital, a la parte de pediatría, que realmente, nosotros no nos podemos quejar porque se portaron excelente. En ese día nomás, los médicos que hicieron la ecografía nos dejaron internados con ella. Así que agradecer al hospital y a la parte de pediatría, a la doctora y a la ecógrafa por estar ahí justo en ese momento y que hicieron todo rápido para la derivación. Así que agradecer a todos”.

 

             

 

Hoy en día, Ashly tiene tres años y realiza feliz sus actividades, ya lejos del cáncer y de las quimioterapias, con su pelito creciendo fuerte, se la ve feliz jugando y disfrutando con sus hermanitos. Tienen que viajar cada tres meses para realizar controles, pero todo indica que es parte del pasado y que la niña goza de muy buena salud.

 

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