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05 de Febrero de 2023
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Rocío, la novia del chamamé, a puro acordeón y sonrisa

De camisa, alpargatas, bombacha de campo y boina, con su acordeón como una extensión de su cuerpo, a sus 20 años es una personalidad muy reconocida en el mundo campero.

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-Por Lelia Castro-

 

 

Rocío Arancibia es muy reconocida en el mundo campero de la zona como “la novia del chamamé”. Vive en la ciudad de Esquel, pero es oriunda de Las Heras (Santa Cruz), con renombre en toda la provincia de Chubut, Santa Cruz y Chile.

 

Tuvo una muy linda infancia junto a sus padres Guido y Mónica, y su hermano Juan en Santa Cruz. Por cuestiones laborales, su padre de chico tuvo que mudarse de Lagunita Salada (zona de Gorro Frigio) hacia Santa Cruz, ya que es una zona petrolera y había más posibilidades de trabajo.

 

 

 

El tema de la música, el chamamé y el acordeón lo mamó desde chica, “mi papá, desde que tengo memoria que toca el acordeón, así que nos criamos con el acordeón, el baile, los cumpleaños y demás”. Sin embargo, aclara que él solamente era músico de señalada.

 

 

 

Comenzó alrededor de los once años, cuando su hermano empezó sólo a tocar el acordeón y la llevaba a los ensayos para aprender a tocar la guitarra.

 

 

“Me llevaba a los ensayos, a mostrarme cómo hacían los otros guitarreros de él. Hasta que empecé a practicar con él en las tardes, los dos: él con el acordeón y yo con la guitarra, y ahí arrancamos los dos. Así empezamos a andar, ahí en la mayoría de la parte de Santa Cruz, Chubut, Chile”.

 

 

 

Luego, a los 15 años Juan le enseña a tocar el acordeón, comenzaron a viajar y tocar en diferentes lugares, aunque cuando su hermano formó su familia, ya no viajaba siempre con ella, sólo cuando podía.

 

 

“Habré estado un año más o menos hasta que empecé a salir a las fiestas, pero sola cuando me vine para acá, porque tuve que armar mi grupo sola. Pero mientras estaba allá siempre con él y con mi papá también”.

 

 

Su primera vez sola en un escenario fue en Los Antiguos, en un encuentro que se hace allí todos los años entre julio y agosto. En ese momento había alrededor de cien acordeonistas de toda la Patagonia y de Chile. Y ella ahí, en su primer encuentro a solas con el público.

 

 

“¡Unos nervios, lleno de gente! Era la primera vez que iba a subir, y no sé si sabía cuatro o cinco temas (risas), así que re lindo, re lindo. Había chicos más chiquititos que yo. Ahí arrancamos. Después empecé a salir a otras fiestas, a jineteadas y de más, y ya me empecé a aprender otros temas, así que ese fue el comienzo”.

 

 

 

Está estudiando el profesorado de música, que le encanta porque estudia la carrera que le gusta, la cual está relacionada con su pasión por el acordeón. Así que se acomoda y lleva a cabo ambas cosas con mucho entusiasmo. Realiza ambas cosas en paralelo, pero están ampliamente relacionadas.

 

 

 

“Cuando se puede salir se sale y cuando no, no, porque hay que salir a las fiestas los findes y hay que viajar, salir un viernes y volver un domingo o lunes si se puede, depende si es lejos o no. Así que es llegar el lunes a estudiar, cansada o como sea, pero igual”.

 

 

 

Desde que comenzó el instituto se hizo muy amiga de una de sus compañeras, quien toca la guitarra, participan en todos los actos y también hacen temas cantados, así que a veces las llaman para tocar o para ir a la radio.

 

 

 

Nos cuenta que estuvo en la fiesta de Gualjaina, de la cual se fue muy contenta, porque ni bien llegaron los recibió una familia que los estaba esperando con un asado. Había muchísima gente disfrutando de la fiesta. “Lleno de gente, lleno, lleno, la verdad que no me esperaba tanta gente y todos bailando, que hermosa fiesta”.

 

 

Dice que cuando está en el escenario no toma dimensión de la cantidad de gente que hay escuchándola, ella disfruta mucho ese momento en que la gente baila y se divierte al ritmo de su chamamé.

 

 

“La verdad que estoy ahí arriba y lo re disfruto, disfruto que bailen, que vayan a filmar, es re lindo. Pero sí, no te das cuenta de la gente que hay, ahí en otro mundo” (risas).

 

 

 

Es reconocida en el mundo campero por los que van a las fiestas regionales o la han visto en videos. Cuenta que de igual forma, quienes no la conocen, cuando termina de tocar van a saludarlos, a pedirles una foto y alguno que otro los invita a comer un asado a la casa.

 

 

 

El acordeón siempre está presente en su vida, siempre que va a alguna fiesta, una señalada o marcación y ya le piden que saque el acordeón o la guitarra y se arma el baile.

 

 

“Mi abuela vive cerca de Lagunita Salada, en Gorro Frigio y ahí sí siempre hacen señaladas y marcaciones, se junta toda la gente de los campos vecinos, de los pueblos y siempre armamos guitarreadas, acordeonadas, casi todos saben tocar el acordeón así que se arma el baile y es algo muy lindo”.

 

 

De los viajes siempre quedan recuerdos y anécdotas, tanto buenas como malas. En sus comienzos, en Pico Truncado en el Festival Nacional Austral, a una hora de viaje, cuando se acerca la hora de subir al escenario con su hermano y otro compañero, se dan cuenta que se olvidaron el bolso con el vestuario, teniendo que salir a pedir y recolectar prendas para la presentación.

 

 

“Llegamos allá, fuimos a ver el festival y ya faltaba más o menos media hora para y nos teníamos que ir a cambiar, así que mi hermano me dice “andá a buscar el bolso”, voy y no estaba el bolso (risas), quedaba media hora y ya era imposible que alguien nos traiga la ropa ni nada. Salimos a conseguir alpargatas, bombachas prestadas y camisas y subimos así como pudimos, pero fue algo re chistoso”.

 

 

 

Tiene muchas expectativas de sus próximas presentaciones, que serán en Neuquén, en Buta Ranquil y Picún Leufú. Quiere recorrer y conocer el lugar, además de cómo es la gente y cómo los reciben, ya que en todos los lugares dice que es diferente. No va con sus músicos porque ellos trabajan y no pueden salir mucho tiempo, así que otra cuestión es conseguir guitarreros en el lugar.

 

 

“Acá en Chubut la gente baila, se sabe que vas a tocar a algún lado y la gente se prende siempre. Pero bueno, cuando uno va a otro lado que no conoce, estás con todas las expectativas a ver qué va a pasar. Pero contentos sí de poder llegar allá”.

 

 

Pero no todo es color de rosas, cuenta que alguna vez se ha sentido incómoda al ir sola a una fiesta, porque es un ambiente donde predominan los hombres y siempre hay alguno que quiere dejarla fuera. Pero en su mayoría, todos la tratan y reciben bien.

 

 

 

Su sueño más grande con el acordeón es llegar con su acordeón al Festival Nacional del Chamamé y alienta a todos los que hacen música a que se animen y se larguen, que suelten la vergüenza quienes tocan de entre casa y que arranquen, que después todo se va dando solo.

 

 

 

Primero, aconseja terminar los estudios “porque de la música no se vive” es algo por un tiempo, dice ella. Pero que disfruten y se lancen, que es algo muy lindo para compartir.

 

 

“Así que primero que nada la escuela y los estudios, después la música, siempre hay tiempo para tocar. Es algo para disfrutar, para compartir, no es algo que se compita a ver quién es mejor que otro.  Dejarles eso: que se animen y que se larguen, al principio sí es difícil si no tenés alguien que te acompañe, que te lleve, es difícil, pero después las cosas empiezan a salir solas”.

 

 

Siempre sonriente, nos agradece a todo el equipo de Red43 por este espacio, para contar las historias de la gente que no se conoce, para los que están en la Patagonia, llegar a visibilizar estas historias que son ajenas a muchos. También agradece a los organizadores de las fiestas que los llevan y confían en ellos.

 

 

 

Encantados con esta hermosa personita, les dejamos sus redes sociales para que puedan seguir su trayectoria, tanto en Facebook como en Instagram la encuentran como Rocío Arancibia, tanto allí como en YouTube pueden ver videos y fotos de las presentaciones que hacen y demás.

 

 

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