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01 de Diciembre de 2024
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De la dureza del campo a la magia de las jineteadas

Aldwryn Jones, un hombre cuya vida ha estado entrelazada con los caballos y las jineteadas, es el dueño de la tropilla El Charque, un grupo de caballos que ha dejado huella en cada rincón que ha recorrido.

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Por Lelia Castro

 

 

La historia de Aldwryn se remonta a sus días de infancia en Trevelin, donde nació y se crió junto a sus seis hermanos. En aquellos tiempos, la vida en el campo era dura y llena de desafíos, especialmente después de que sus padres se separaran cuando él tenía tan solo 13 años, cuando se vinieron a vivir a Esquel, donde vivían en una chacra en el barrio Badén, donde hoy en día se encuentra La Anónima.

 

“La vida era dura. Hoy cualquiera que llega a su casa prende la luz, prende un fósforo o un encendedor y tiene el gas, nosotros donde vivíamos era una chacra, teníamos que cortar la leña, sacar el agua de un pozo, la luz era con faroles a querosene o lámparas. Nos costaba mucho conseguir las cosas porque mi padre venía cada tanto”.

 

 

Sin embargo, Aldwryn y sus hermanos aprendieron desde muy jóvenes el valor del trabajo y la perseverancia, ayudando a su padre en las labores rurales y asistiendo a la escuela N° 54. Donde llevaba a su hermano menor Martín, que con 4 años asistía con él a clases y terminaron primer grado juntos.

 

“La vida en ese tiempo era más dura que ahora. En el campo, en el caso nuestro fue muy duro porque no teníamos nuestra madre al lado, entonces nos teníamos que manejar nosotros solos, siempre hubo gente que nos ayudó, si los tengo que nombrar son muchos, recibimos mucha ayuda de mucha gente”.

 

Recuerda la vida en el campo de pequeño, cuando su padre se ausentaba mucho tiempo por trabajo y él debía hacerse cargo de sus hermanos, lavar la ropa, ir a la escuela, todo entre ellos, porque no había posibilidades de pagarle a alguien para que los cuidase. Realizando ellos mismos todas las tareas que son necesarias en la vida diaria en el campo, como cortar leña, juntar agua, cuidar de los animales, conseguir querosene, limpiar el pozo y demás.

 

“Mi padre siempre nos inculcó eso de trabajar, y nos enseñaba el trabajo. Tal es así que nos llevaba a andar a caballo, a las tropas, en el campo a juntar hacienda y después trabajo en los corrales, cómo se manejan los animales. Él siempre nos enseñó cómo hacer ese trabajo. De chico había trabajado desde los 13 años, se fue de la casa a trabajar a una estancia, toda la vida de él fue trabajar en el campo”.

 

 

A medida que crecían, los hermanos Jones descubrieron su pasión por los caballos y las jineteadas. Comenzaron montando terneros en concursos locales y, con el tiempo, se unieron a una subcomisión de doma en la Sociedad Rural de Esquel. Cuando ésta se disolvió, decidieron adquirir la tropilla El Desparramo y luego nació la tropilla El Charque.

 

“Acá antes se hacía una fiesta por año en la Sociedad Rural de Esquel, era un concurso de jineteada. Y nosotros como vivíamos en la chacra, íbamos con los parientes para el lado de Trevelin, donde íbamos empezamos a jinetear terneros. Entonces cuando más o menos vimos que ya aguantábamos algo, se nos dio por ir a competir en la jineteada, porque se jineteaba por un premio. Empezamos con mis hermanos y otros amigos a jinetear novillos en la Sociedad Rural”.

 

               

 

Han pasado más de 30 años desde aquel momento, y esta tropilla sigue siendo parte de la vida de Aldwryn. Con más de 60 reservados, junta a sus compañeros han llevado su pasión por las jineteadas por toda la región, convirtiéndose en una tradición esperada por todos. Para él es un hobbie. Participó como suplente en el año ’91 en Jesús María, haciendo de apoyo a sus compañeros, de lo cual conserva gratos recuerdos.

 

“Así arrancamos, sin querer, por una gustada y seguimos adelante, algunos hoy ya no integran la comisión, se pusieron grandes, se fueron, pero vienen los chicos, las semillas, vienen de atrás y con las mismas ganas de seguir con lo que hemos hecho nosotros”.

 

 

Pero más allá de los premios y los reconocimientos, valora profundamente la amistad y la camaradería que ha cosechado a lo largo de los años. Él reconoce el apoyo de muchas personas que colaboran desinteresadamente, así como la dedicación de sus compañeros y la pasión de los jóvenes que continúan con la tradición.

 

Hoy en día sigue vigente en el mundo de las jineteadas, donde sigue organizando y lo invitan a participar de desfiles y otros eventos, alguno de sus hermanos lo ayudan haciendo asados y con los caballos. Así como también ha sido homenajeado por el intendente.

 

Con su compañera recorren las fiestas locales y regionales, donde se encuentran con muchos conocidos y gente que los incita a arrimarse, donde se comparten asados, bailes, payadas, cantos, manteniendo la cultura y tradición locales, donde siempre conocen nuevos amigos y como dice Aldwryn, siempre se aprenden cosas nuevas. Lo que ve en otros lados, intenta implementarlo en Esquel, donde organizan las jineteadas.

 

“Durante el verano con mi compañera Jéssica estamos tan acostumbrados, casi todos los fines de semana, esas son nuestras vacaciones prácticamente, durante la semana trabajamos y el viernes después de las 12 arrancan los preparativos para viajar a Cholila, Corcovado, Bolsón, Trelew, Comodoro, cualquier lugar cercano donde hay fiesta nosotros viajamos con los caballos porque ahora hay una modalidad que se llama Desafío de Tropillas”.

 

También destaca la importancia del respeto hacia los caballos y de cuidarlos con amor. Para él, los caballos son mucho más que animales de trabajo, son compañeros leales y dignos de cariño. Siempre ha inculcado esta enseñanza a los jóvenes que se acercan a la jineteada y les anima a tratar a los animales con respeto y bondad. Destacando la importancia de tenerlos bien cuidados y alimentados, con las condiciones de sanidad en correcto estado.

 

A sus 63 años, no se imagina una vida sin los caballos. A pesar de los desafíos físicos que ha enfrentado, su amor por estos animales y su dedicación a las jineteadas continúan siendo su mayor motivación. Junto a su compañera viajan a diferentes eventos y fiestas regionales para compartir su pasión y disfrutar de momentos inolvidables.

 

“Más de una vez he estado por aflojar, porque uno se siente, los trajines del cuerpo lo sienten y yo veo que no rindo como antes, lo pienso muchas veces, me despierto a la noche pensando qué haría sin los caballos, más que nada lo que es un lote así de caballos reservados”.

 

Tiene tres hijos, los cuales  se dedican a otra cosa y no han compartido su pasión por los caballos. Es una persona muy reconocida en todos lados por el mundo de las jineteadas y por haber trabajado muchos años en Vialidad, donde eran 300 compañeros.

 

Deja un mensaje claro para los jóvenes: estudiar si es posible, pero si no, trabajar con esfuerzo y dedicación. Él es un ejemplo vivo de cómo el trabajo duro y el amor por lo que se hace pueden abrir puertas y llevar a una vida plena.

 

“Mi padre siempre nos inculcó el respeto, la honestidad, sobre todo la cultura del trabajo. Siempre decía ‘en este país trabajando nadie se va a morir de hambre’, y lo he comprobado, siempre traté de trabajar. Hoy gracias a Dios ya estoy jubilado, pero sigo haciendo cosas, siempre me gusta estar activo y andar mucho a caballo”.

 

La historia de Aldwryn Jones y su tropilla El Charque es un recordatorio inspirador de cómo una pasión y un amor profundo pueden transformar la vida de una persona y dejar un legado imborrable en la comunidad. Su dedicación, respeto hacia los animales y espíritu perseverante son un ejemplo a seguir para todos aquellos que sueñan en grande y desean hacer de su pasión una forma de vida.

 

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