La escena del crimen fue descrita como un asesinato planificado con frialdad y alevosía.
Federico Copponi fue hallado sin vida en su hogar, reposando en un sillón mientras descansaba, cuando un disparo de arma de fuego, calibre 22, atravesó su cráneo desde la parte posterior. La ejecución se realizó a corta distancia.
Los eventos previos a este acto arrojan luz sobre la oscura trama que rodea el caso. Aquella fatídica noche, el imputado y la víctima se encontraban en compañía de dos amigos en la casa de Copponi. Sin embargo, cuando la mayoría abandonó el lugar, solo quedaron Sáenz de Zumarán y Copponi. Momentos después, el imputado envió un mensaje a una tercera persona indicando que Copponi se había quedado dormido.
A las 2:07 am, se registra una llamada desde el teléfono del acusado al de la víctima, un acto interpretado por la Fiscalía como un intento de localizar el dispositivo celular de Copponi. Este hecho es solo uno de los muchos movimientos sospechosos que involucran al imputado. Una transferencia de una considerable suma de dinero desde la cuenta de la víctima a la del acusado, seguida por el apagado del teléfono de Copponi y la rápida salida de Sáenz de Zumarán de la escena del crimen, ofrecen un cuadro particular.
En tanto, las muestras de ADN encontradas en el arma homicida vinculan de manera irrefutable a Sáenz de Zumarán con el crimen. Además, las mentiras tejidas por el acusado en un intento desesperado por desviar la atención de las autoridades reforzaron la sospecha sobre su participación en el acto.
La defensa, en su intento por desacreditar las pruebas presentadas por la Fiscalía, cuestionó la certeza de los indicios y trató de sembrar dudas. Sin embargo, la evidencia recabada durante la investigación fue contundente.
O.P