- Por Lelia Castro -
Héctor Quilaqueo de 66 años, es un vecino oriundo de Sierra Colorada. Al preguntarle por su infancia, lo primero que se le viene a la mente es la nieve: “Antes no se jugaba con la nieve”, comenta. Además, recuerda a sus padres, quienes fueron de los primeros pobladores de Sierra Colorada.
“Mi madre se dedicaba a hacer artesanías y tejidos”.
Sobre su madre, Héctor nos cuenta que llegó de muy joven a este paraje y aquí fue donde formó a su familia: “Ella aguantó estos inviernos duros en que nevaba mucho”. Para subsistir, su madre trabajaba como artesana, al tiempo que cumplía las funciones de ama de casa.
“En los campos no había mucho trabajo”.
Su padre, por otro lado, llegó a Sierra Colorada desde Nahuel Pan, y dedicó su vida a las faenas del campo: “Trabajó con mucho ganado y en los inviernos duros perdió todo”.
“Nevaba todos los días, semanas enteras”.
Todos los recuerdos de Héctor están signados por la presencia de la nieve, recuerda que en los alrededores de Sierra Colorada se solía acumular hasta 2 metros:“Nevaba semanas enteras, según me contaba mi mamá”.
“La comida iban a comprarla a Trevelin”.
Respetando una de las tradiciones más antiguas de la zona, la familia Quilaqueo iba a buscar comida al pueblo más cercano: Trevelin, y lo hacían en un carro tirado por bueyes o a caballo. La plata que ganaban vendiendo leña, la usaban para comprar todo lo que necesitaran en su hogar.
“En ese tiempo se quemaba mucha leña en Trevelin, no existía el gas casi, entonces la gente compraba leña en la ciudad”.
Para conservar la carne, en un tiempo en el que no existían heladeras, Héctor recuerda que hacían una "fiambrera": “La gente antes la colgaba de un árbol, compraban alambre tejido donde no entraban las moscas y los bichos, o embolsado”. Sino, comenta Héctor, la “charqueaban”.
“La gente del campo es la que sufre más”.
A su juventud, Héctor la define como “sufrida” por todos los trabajos que el campo demanda. Hoy en día realiza otro tipo de actividades, como la carpintería: “Lo hago todo medio rústico”.
“Estamos en Sierra Colorada en la temporada de invierno, empezando atrabajar”.
Según comenta, a los 30 años se casó con Margarita y todavía eligen compartir su vida. Juntos son padres de 3 varones que ya alcanzaron la madurez: “Los 3 varones me acompañan en el emprendimiento, y ella hace tortas fritas”. Este emprendimiento familiar, “Parque de Nieve la Nueva Esperanza”, surgió gracias a las ganas de hacer algo en conjunto y al amor por Dios: “Yo soy muy creyente”, sostiene Héctor.
“No hay que perder la esperanza cuando las cosas van mal”.
Cada invierno es particular, pero estas últimas semanas fueron especialmente frías en Sierra Colorada. Pese a que la nieve no llega como años atrás hizo, la comunidad sufrió diferentes problemas a raíz de la ola polar: “No tenemos agua potable en este barrio, y el agua natural que viene del arroyo arriba se ha cortado. Se congeló todo”.
“Sigan para adelante, haciendo fuerza. Sigan confiando en Dios sobre todas las cosas, porque él es que nos da la vida y salud”.
Héctor nos invita a no perder nunca la esperanza y la paciencia. En un mundo tan difícil, nos recuerda, hay esperanza de salir adelante: “Quisiera darles fuerzas y ánimo con mis palabras”.
Para visitar el "Parque de Nieve Nueva Esperanza", se pueden contactar por Facebook o a través del número 2945 641925.
Agradecemos a Héctor y a toda su familia por permitirnos conocer más sobre su emprendimiento y por brindarnos esta entrevista.