25 de Diciembre de 2020
deportes |

Hoy se cumple un mes del llanto popular

Diego Maradona se convertía en mito. Con su despedida, se terminaba el aislamiento, la distancia social y todas las recomendaciones sobre el cuidado en plena pandemia

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Dice la leyenda que la primera vez que se cruzaron Diego Maradona y Américo Rubén Gallego, fue cuando apenas “pelusa” (así le decían a Diego) asomaba con su cara de niño en la primera división de Argentinos Juniors.

 

El “Tolo” (así le decían al rosarino) era figura de Newells Old Boys de Rosario y “se estaba cocinando su pase a Ríver Plate”, una vidriera mucho más grande que la que podía ofrecer el club rosarino y, además, con un sueldo muy superior.

 

Y una tarde se vieron frente a frente. Maradona con sus endiabladas gambetas y el “Tolo”, harto de que lo bailara, le pegó una murra “de padre y señor nuestro”.

 

Y el “Tolo” se acercó, con cara de bonachón, simulando un pedido de disculpas y con un mensaje directo: “pibe andá a jugar por otro sector, porque estoy a punto de jugar en River y si vos me cagas el contrato te rompo la rodilla”; palabras más, palabras menos.

 

Dice la leyenda que el árbitro del partido fue testigo de esa amistosa declaración de amor por parte de Gallego y que para colmo asintió con su cabeza el pedido del rosarino.

 

 

Luego se encontraron en Villa Martelli, lugar donde entrenaba el Seleccionado Nacional que se preparaba para el Mundial del 78 (en ese momento no existía el predio de Ezeiza) y con el correr del tiempo el “Tolo” fue el hermano mayor de Diego y la amistad perduró hasta siempre.

 

Hoy se cumple un mes de la desaparición física del jugador más grande de todas las épocas. Hoy se cumple un mes del llanto popular que cambió la vida de los argentinos. O te cabe alguna duda que Maradona, siendo tan grande, fue capaz hasta de acabar con la cuarentena, el aislamiento, la distancia social, el protocolo y no sé qué otro término que aprendimos a partir del mes de marzo.

 

Maradona fue tan grande hasta para eso. No hubo Ministerio de Salud, ni Gendarmería, ni Policía Metropolitana que contuviera a un mar de gente que querían darle el último adiós a la persona que le dio todo sin pedir nada a cambio.

 

Maradona fue el único futbolista que nos hizo levantar a la 4 de la mañana, durante la semana, para verlo jugar en el Mundial Juvenil de Japón, en 1979.

 

 

El 25 de noviembre de este año se produjo para el mundo del fútbol y sobre todo para una sociedad que pedía a gritos un poco de empatía, un poco de igualdad y algo de justicia social, la muerte del Diego, del que pensamos que era inmortal. De nuestro ídolo sin capa ni espada, pero con los rulos y la pelota danzarina que nos hizo feliz a todos.

 

Una pena que haya terminado su vida como la terminó. Nos queda la alegría de saber que era de nuestro suelo, bien de barro, la persona que se le enfrentó al poder, que fue capaz que poner “al bicho” de la Paternal en los primeros lugares del futbol argentino, capaz de poner al Napoli (muy vapuleado por el norte italiano) en el mejor equipo del calcio y también cuando se puso la celeste y blanca, para hacernos feliz a todos. Sin importar el momento ni la ocasión, Capaz de sacar un maravilloso disparo de zurda, en la cancha de River, donde en el 79 Argentina jugó con el resto del mundo y Leao apenas pudo volar para la foto.

 

 

O cuando se nos quemaba el rancho, tras la goleada de Colombia ante la Argentina en septiembre del 93 con el famoso 5 a 0 y Maradona, pedido por el pueblo que nunca se equivoca, se tuvo que poner el traje de “Super Hijitus” para eliminar a Australia en la reválida y entrar, por el orificio de la cerradura, al mundial de los Estados Unidos.

 

Maradona ya no está entre nosotros. Pero seguro que le debe estar pateando penales a Lev Yasin o a Amadeo Carrizo. Seguro debe estar haciendo un “coca cola” con Alejandro Sabella. También me dijeron que se puso a pelear contra el establisment del cielo con Johan Cruyff y tuvo tiempo, en este mes, de pedirle al “Trinche” Carlovich que le enseñe como era eso de hacer un caño, volver y en la misma jugada hacerle otro caño al mismo jugador.

 

 

Ojalá en este planeta futbolero por excelencia, haya un jugador enrulado, con linaje de rebelde, con rodillas gastadas, que tenga las mismas condiciones, las mismas necesidades en la panza y la misma pasión por la pelota como la que tuvo Diego. Hasta ahora, yo no lo he visto. Y me temo que no lo voy a ver.

 

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