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14 de Abril de 2020
sociedad |

"El confinamiento es un concepto burgués": cómo el aislamiento afecta a las distintas clases sociales

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El coronavirus, además de poner en riesgo la salud de la humanidad en su conjunto, sin barreras o distinciones de ningún tipo, pone de manifiesto las diferencias socioeconómicas presentes en el tejido social. No es difícil imaginar quiénes son los más afectados, en el día a día, por la pandemia: los sectores más pobres de la sociedad, tanto en Argentina como a nivel mundial.

 

 

Hamza Esmili es sociólogo y profesor de la Universidad de París VIII, especialista en desigualdad, radicalización y marginalidad urbana, temas que se viven de manera cotidiana en los suburbios parisinos. Él mismo vive en uno de los más famosos, Saint Denis, ubicado en el noreste de París, donde se registra una alta tasa de crímenes y desempleo. A esto se suma un alto nivel de mortalidad por coronavirus.

 

 

En una entrevista otorgada a BBC Mundo, Esmili declaró que el confinamiento es un concepto burgués. La idea es que todos tengamos una casa individual, un poco burguesa, en la que podamos refugiarnos cuando haya una pandemia o un desastre natural.

 

 

Pero lo que veo en los barrios pobres no es para nada eso. Existe una realidad rodeada de condiciones insalubres, pero no solo eso. En este tipo de barrios, hay casas en las que viven cuatro o cinco personas por habitación, por ejemplo.

 

 

También hay viviendas que no son habitables, en las que no puedes quedarte todo el día, porque prácticamente el espacio no se presta para ello.

 

 

El aislamiento social obligatorio, de por sí difícil de sobrellevar, se torna más complicado para los habitantes de las zonas pobres de una ciudad. Esto se debe a que varios deben continuar con su actividad laboral en condiciones que ponen en riesgo su salud,  mientras que muchos directamente han perdido sus trabajos —generalmente informales— de un día para otro.

 

 

El sociólogo sostiene que, para muchos de ellos, esa situación equivale a ir a parar a la calle y que en el barrio de Saint Denis varios han debido refugiarse en tiendas de campaña. Frente a esa situación, no solo no hay ningún plan por parte del gobierno sino que, además, la policía les confisca sus carpas a esos refugiados.

 

 

Por otra parte, afirma que se escuchan muchas opiniones clasistas y racistas acerca de la gente que tiene dificultades para poder cumplir las normas del confinamiento impuesto. Esmili considera que esa actitud es insultante y que desconoce las condiciones de vida de aquel sector de la sociedad al que se critica.

 

 

Ese grupo incluye a trabajadores tales como personal de enfermería y de transporte de productos, que ponen en juego su salud para poder servir a otros. Ante esto, la única respuesta del Estado y el derecho público francés fue incrementar la presencia policial e incluso la represión y la violencia.

 

 

No obstante, Esmili estima que el confinamiento es necesario, pero que debe contemplarse que no todos los ciudadanos están en igualdad de condiciones frente a él; algunos porque deben trabajar fuera de sus viviendas y otros porque su hábitat no les permite cumplir con las medidas implementadas.

 

 

En el otro extremo, un 17% de los parisinos ha optado por abandonar su domicilio urbano para mudarse temporalmente a sus residencias de campo, algo muy lejano a las posibilidades de los pobres, quienes ni siquiera poseen la posibilidad de realizar teletrabajo. Si bien tienen miedo de contagiarse, el trabajo de muchos requiere su presencia obligatoria en un lugar físico.

 

 

 

¿Cómo toma la población local los anuncios del gobierno que les exigen que no salgan, que se queden en sus casas y hagan teletrabajo, si pueden?

 

Lo peligroso de esa situación radica en que a menudo se encuentran en un gran estado de desprotección frente al contagio; como ejemplo, el sociólogo menciona la muerte reciente de una cajera de supermercado y un carnicero, ambos pertenecientes al suburbio de Saint Denis.

 

Los pobres, sostiene Esmili, se sienten abandonados a su suerte, como si su vida careciera de valor. Dentro de ese grupo, considera especialmente peligroso el caso de Brasil, donde a ese hecho se le suma el de que el presidente niegue la gravedad de la pandemia. Y también el de otros países que no cuentan con recursos económicos para enfrentar este panorama, donde el riesgo de morir de hambre es una posibilidad más concreta que la de fallecer a causa del coronavirus.

 

Debido a eso, el sociólogo considera que aplicar multas, presión policial o penas de prisión a quienes violen el confinamiento es una medida grave y extrema. En ese sentido, critica también la ineficacia en el manejo de la crisis por parte de varios gobiernos, como el de Francia, que han demostrado una gran inconsistencia en su curso de acción, causando la pérdida de vidas en el camino.

 

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