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03 de Octubre de 2021
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Rocío Paleari

Britney Spears: ¿cantante o cautiva?

Voy a decirlo sin pelos en la lengua: si Britney Spears hubiera sido hombre, todo esto no hubiera pasado.

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En 2008, después del famoso breakdown nervioso que sufrió  la princesa del pop, su padre -Jamie Spears-  solicitó ante los tribunales de California la tutela legal de su hija.

 

 

Después de romperla con un hit detrás de otro y millones de discos vendidos, comenzaba la debacle. En esa época la cantante, de tan solo 26 años, se encontraba en plena crónica de una crisis anunciada. Se separó del padre de sus dos hijos, comenzaron las fiestas donde más de una vez se la fotografió en estados lisérgicos, y finalmente coronó la crisis saliendo completamente rapada de la peluquería y golpeando con un paraguas verde a los paparazzi que la acosaban.

 

 

Rápidamente, Jamie Spears solicitó la tutela de la cantante y desde hace 13 años que maneja la fortuna valuada en 60 millones de dólares y prácticamente cada aspecto de la vida de su hija. Esto implica que Britney debe obedecer las directivas de su padre en todo momento. Hace shows, lanza discos, canta, trabaja cuando él se lo ordena, sin posibilidad de cuestionarlo. Pero, eso sí… La cantante no puede tener tarjeta de crédito propia, ni acceder a su pasaporte sin autorización. Tampoco tiene la libertad de elegir dónde o con quien vivir. No puede usar su celular sin pedir permiso. Tampoco le permiten vacacionar sola. Básicamente, es una adulta que trabaja para mantener a toda su familia, pero sin embargo no se la considera capaz de ejercer los derechos civiles de un adulto. 

 

 

Voy a decirlo sin pelos en la lengua: si Britney Spears hubiera sido hombre, todo esto no hubiera pasado. Mientras leo las últimas noticias de su lucha legal, pienso en todos los hombres famosos que viven metiendo la pata y no reciben más que un simple tirón de orejas y un par de páginas amarillas: Robert Downey Junior, Kanye West, Michael Jackson. Y no nos olvidemos de  nuestras versiones argentas: Diego Armando Maradona y Chano -autitos chocones- Charpentier. Todos y cada uno de ellos sin una tutela a la que pedirle permiso para usar el celular, vivir con una pareja, o comprarse un par de zapatos.

 

 

Nuestra sociedad tiene una nefasta tendencia a considerar que los hombres son capaces de hacer lo que sea, sin importar su pasado. El padre de Britney Spears fue elegido para llevar la tutela de su hija sin ningún cuestionamiento, a pesar de que su ex yerno solicitó una restricción para evitar el contacto entre él y sus dos nietos. Nadie se preguntó si este señor era capaz de dirigir la vida de su hija, ni siquiera el juez. Pero a Britney hace 13 años que la vienen cuestionando. Cada vez que se acercó a los tribunales para pedir el levantamiento de la tutela, se la volvió a cuestionar. Como a toda mujer, se le vuelve a exigir que demuestre que es capaz. Que está a la altura. Que ella puede. Es completamente ridículo que se la considere capaz de trabajar, que su laburo sea la fuente de ingresos de un numeroso staff que vive del espectáculo, y que toda su familia viva de los ingresos de ella, pero ni siquiera se la considere digna de ejercer algún derecho.

 

 

Vamos a dejarlo en claro: lo de Britney no es paternalismo, no es un padre siendo demasiado cuidadoso de su hija, es una cuestión de Derechos Humanos. En su última presentación en la corte Britney dijo: “Tengo derecho a tener una vida”. Aunque a partir de esta semana revocaron la tutela de su padre, todavía queda una instancia más para que ella sea totalmente libre. Aprovecho para remarcar que Britney está totalmente en lo correcto. Tiene derecho a tener una vida. Incluso aunque eso implique malgastar su fortuna, volver a pelearse con paparazzis, volver a raparse y dejar de actuar. Es su vida y tiene que ser su decisión. Y de última, volverá a cantar: ¡Ops! I did it again!

 

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