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19 de Abril de 2021
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A 34 años de la frase de Alfonsín: “La casa está en orden”

Con estas palabras, ante una multitud congregada en Plaza de Mayo y por cadena nacional, el entonces Presidente Raúl Alfonsín, comunicó que habían llegado a su fin las 96 horas de alzamiento militar contra su gobierno. Venía de mantener una reunión con Aldo Rico, el jefe de la rebelión.

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Luego del juicio a las juntas militares en 1985 se profundizó la tensión entre el gobierno de Raúl Alfonsín y las Fuerzas Armadas. Las sospechas y las acusaciones que pesaban sobre muchos uniformados por haber realizado crímenes de lesa humanidad, generaron un estado de malestar en las filas castrenses.

 


Con el objetivo de atenuar las quejas de los militares, en diciembre de 1986, el gobierno sancionó la llamada “ley de punto final”, que limitaba la acción de la justicia y fijaba plazos de 30 y 60 días para nuevas denuncias y procesamientos a militares. Sin embargo, esta decisión no logró frenar las exigencias de los integrantes del ejército, quienes querían una solución política definitiva para el juzgamiento de aquellos graves delitos.

 


El alzamiento de los oficiales del Ejército se inició el 16 de abril de 1987, cuando el mayor de Inteligencia, Ernesto Barreiro, se negó a concurrir al juzgado que lo investigaba por cargos de tortura y asesinato perpetrados durante la dictadura militar y se amotinó en el Comando de Infantería Aerotransportada de Córdoba junto a otros 130 militares, para resistir la orden de detención judicial.

 


La reacción se extendió a otros cuarteles y el teniente coronel Aldo Rico, a cargo de un regimiento en Misiones, pasó a liderar la amenaza sobre el gobierno nacional desde la Escuela de Infantería de Campo de Mayo.

 


Los militares sublevados aparecían ante las cámaras de televisión portando armas y con los rostros pintados con betún, este distintivo fue lo que dio origen a la denominación "carapintadas". Los rebeldes exigían la renuncia de los altos mandos del Ejército y la sustitución del juicio a los autores de violaciones a derechos humanos por otra que contemplara situaciones más flexibles para los oficiales que recibieron órdenes.

 


La situación ponía en peligro la democracia, recuperada hacía poco más de tres años. Ante la sorpresiva situación, la población salió a la calle y comenzó a ocupar la Plaza de Mayo para manifestarse en defensa de la democracia. Permanecieron allí durante los cuatro días que duró el conflicto y sólo volvieron a sus casas cuando Alfonsín los invitó a hacerlo tras el anuncio de que el conflicto había finalizado.

 


El presidente salió por primera vez al balcón de la Casa Rosada para informar a la multitud los avances y retrocesos de la negociación. El punto más álgido se produjo cuando anunció que acudiría en helicóptero a Campo de Mayo a entrevistarse con Aldo Rico y hablar con los “carapintadas”. Lo haría sin custodia, lo que intensificaba aún más el temor de la población.

 


Luego de unas horas, Alfonsín salía por segunda vez al balcón, y con los brazos abiertos pronunciaba su histórica frase: "Felices Pascuas, la casa está en orden".

 


La frase se convirtió en histórica, pero no fue lo que Alfonsín dijo textualmente. Las palabras exactas del mandatario fueron estas: “Para evitar derramamientos de sangre di instrucciones a los mandos del Ejército para que no se procediera a la represión. Y hoy podemos dar todos gracias a Dios. La casa está en orden y no hay sangre en la Argentina. Le pido al pueblo que ha ingresado a la Plaza de Mayo que vuelva a sus casas a besar a sus hijos y a celebrar las Pascuas en paz en la Argentina”. 

 

 

 

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