RED43 opinion
30 de Enero de 2022
opinion |
Rocío Paleari

Todas las hojas son del viento

La quinta nota de una serie sobre las distintas formas que puede tener el amor (o el desamor).

Escuchar esta nota

Las patas de gallo todavía no se asomaban en mis ojos. En los tuyos, faroles azules, tampoco. Se me había metido en la cabeza la idea de que quería dedicarme a la locución. Empezaba el curso de preparación para rendir el examen de ingreso a la carrera. Era la primera clase y yo ya llegaba tarde. Traté de entrar disimuladamente al aula, el profesor ya había estaba acomodándose para empezar la lección. Elegí un banco en la cuarta fila. Ni muy adelante, ni muy atrás. Lo suficientemente cerca para escuchar al profesor, lo suficientemente lejos para que no me preguntara nada. Me acomodé en el banco. Saqué mi cuaderno rosa con brillitos y una lapicera violeta. Nunca los usé para tomar apuntes, simplemente cuando me aburría me ponía a escribir sobre cualquier otra cosa.

 

 

Al rato, con el profesor ya hablando, llegaste vos. Tenías puesta una remera de los Rolling Stones y un morral gastado donde guardabas un cuaderno anillado y destartalado. Tenías una barba hipster, recortada y peinada a la perfección, cuando nadie sabía lo que era un hipster. Te sentaste al lado mío. Sabía que eras lindo. También sabía que vos seguro sabías que eras lindo. Al principio te ignoré, pero para la hora del recreo ya compartíamos el mate. A la semana ya nos juntábamos con un grupo todas las tardes a estudiar. Yo era dos años más grande y te llevó un tiempo juntar el coraje para encararme. Nunca voy a entender porque a los hombres les cuesta tanto maniobrar cuando somos más grandes. Con sinceridad, a pesar del histeriqueo, no me lo vi venir. Pensé que tanto estudio, tanta buena onda y tanto girar ya nos habían sacado las ganas. No fue hasta que fuimos a un bar después de cursar. Después de la tercer o cuarta cerveza te envalentonaste. Me empujaste contra la mesa de pool, me besaste. Los dos pisamos el acelerador. Vos me gustabas y yo a vos.

 

 

El verano empezaba a terminar, el curso de ingreso también. Nosotros ya danzabamos como dos que se conocen de toda la vida. Agotados después del último día de cursada, tomamos el colectivo de la línea 59 hasta mi casa.  Almorzamos sanguchitos de jamón y queso con Coca-Cola sin gas. Yo no tenía ganas de seguir estudiando, vos tampoco. Vos pusiste Artaud, el disco de Spinettay nos tiramos en la cama, a mirar el techo. Como en el capítulo 7 de Rayuela -que nunca llegué a compartirte- yo tocaba tu boca, con un dedo tocaba el borde de tu boca, iba dibujándola como si saliera de mi mano… Nuestros cuerpos se tocaban, se acercaban, se enrrollaban, se volvían a alejar, respiraban. Todo eso para poder volver a empezar. El flaco seguía cantando y nosotros seguíamos escuchando, mirando el techo. No necesitábamos hablar demasiado, no necesitábamos sacarnos la ropa, simplemente estábamos ahí sintiéndonos, sincronizados.

 

 

Con vos aprendí que el amor es eso que pasa cuando escuchas a Spinetta, que todas las hojas son del viento, que las mueve hasta la muerte, que justo cuando pensabas en mí, caías muerto; pero sobre todo, que cuando las cosas bajan el día se sienta a morir. Y como dicen los pibes: te gostheé. Vos ingresaste a la carrera de Locutor Nacional, yo me quedé afuera. Sin ninguna explicación, me borré. Dejé de responder los mensajes. Dejé de responder en redes sociales. Dejé de atender el teléfono. Tiré la bomba de humo y no nos vimos nunca más. Y ahora escribo esto sabiendo que siempre desear, nunca creer, eso es lo que mata tu amor.

 

¿QUÉ TE PARECIÓ LA NOTA?
Ocurrió un error