RED43 opinion
07 de Mayo de 2022
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Rocío Paleari

Que te toquen las teclas

Una nueva entrega sobre estás pequeñas notas que intentan describir el amor o el desamor.

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—No, amiga. Con el que te toca las teclas no hacés nada.

 

—No te creo. ¿Me vas a decir que te manda un mensaje y no te hace temblar?

 

—Mucho más… me manda un mensaje y yo ya estoy flashando que largamos todo y nos vamos de mochileros por ahí.

 

—¿Entonces? No te entiendo…

 

—Estoy diciendo que con los que te toca las teclas nunca llegas a nada, porque te ponen loca.

 

—Siempre estás loca

 

—No, cero, para nada. Solo con contadas personas…

 

—Ya entendí, con el que te toca las teclas.

 

Con mi amiga nos miramos, nos reímos. Ella es mucho más enamoradiza que yo. Desde que somos chicas cuando conoce a alguien, ya divaga en el mundo de los sueños con la vida perfecta con esa persona. Siempre le envidié la facilidad que tiene para enamorarse una noche de alguien, y desenamorarse la noche siguiente. Y tiene que ser a la noche, porque a la tarde siguiente ya está pensando una nueva vida con alguien nuevo.

 

En cambio, yo cuando conozco a alguien estoy varios meses tanteando a ver si me gusta. Por más atractiva que me parezca la persona, me parece imposible saber si me puede gustar en solo una tarde. Y si me doy cuenta que si, que me gusta, no significa que voy a perder toda una tarde flashando. Soy consciente de que realmente pocas personas tienen la capacidad de impresionarme. Creo que un poco por eso la envidio a mi amiga: no hay nada más lindo en esta vida que asombrarse.

 

Pienso en esas pocas veces que realmente me crucé con personas que me tocaron las teclas. Sinceramente, me sorprende que sean tan pocas. Me sorprende porque lo que realmente me asombraba de esas personas eran las pequeñas cosas. Por ejemplo, de Marco me fascinaba la facilidad que tenía para siempre darle una mano a alguien. Él no tenía que ni pensarlo. Tampoco necesitaba que se lo pidieran. Bastaba con que la vecina estuviera tratando de abrir la puerta con las bolsas del super a cuestas, y él corría a agarrar las compras y entrarlas. De Gasti, admiraba la facilidad con la que hacía planes. Llegaba el viernes a la noche y lo único que tenía que pensar era que me iba a poner. Estaba siempre todo organizado. Milimétricamente. Desde las entradas del cine hasta la mesa reservada para donde íbamos después. Nunca nada fallaba. De Nico me había impresionado con su talento para lavar platos impecablemente. La vajilla de su casa siempre era un verdadero lujo. Los vasos y copas brillaban como si los hubieran limpiado con máquina lavavajilla. Y Fran simplemente me volvió loca con su pasión para trabajar. Una pasión sútil, que se reflejaba en cada clase que daba.

 

Podría seguir enumerando pequeñas cosas que me causaron grandes asombros. Pero, hago todo esto, digo todo esto, porque lo que en realidad estoy queriendo decir es que simplemente algunas personas llegan a nuestras vidas para tocarnos las teclas. Y cuando se van puede parecer que todo está patas para arriba, pero no. Que alguien te toque las teclas significa que tiene la capacidad de impresionarte. Porque eso te pasa cuando te tocan las teclas: no sabés porque te pasa, pero solo querés que te pase. Aunque la cabeza te grite que salgas corriendo de ahí.

 

 

 

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