Por Lelia Castro
Gustavo Maya, dueño de la panadería y confitería "La Princesita" desde hace un par de años, tiene una historia de vida que ha dejado una marca indeleble en su querida ciudad de Esquel. Criado en este hermoso rincón de la Argentina, Gustavo nació en Roca, Río Negro, pero pasó su infancia y adolescencia en Esquel. "Hice muchísimos amigos, conocidos, gente que hasta el día de hoy tenemos muy buenos tratos. Eso es fundamental para crecer", nos cuenta, reflejando su profundo aprecio por las relaciones humanas que ha forjado a lo largo de su vida, quizás le cuesta un poco recordar los nombres, pero no a las personas y las vivencias, lo que lo llena de alegría.
Su infancia estuvo llena de momentos especiales en su escuela y su barrio, donde compartió risas y travesuras con sus amigos. Se crió con sus padres, donde el padre salía a trabajar y la madre cuidaba de él y sus hermanos, “una guerrera, ella siempre estuvo en todo”, la recuerda con emoción.
"Con mis amigos salíamos a jugar al rin-raje, hacer travesuras, con los chicos del barrio nos juntábamos en la esquina, preadolescentes nos juntábamos a tomar una cerveza. Nosotros éramos muy amigos todos los vecinos. Hay muchas anécdotas, en las Fiestas salíamos todos los de la cuadra a brindar".
La influencia de su familia también ha sido crucial en su vida. Criado por su madre y su padre, aprendió la importancia del trabajo y la dedicación desde una edad temprana. "Si vos no trabajás, primero no tenés plata, y segundo que tenés un fracaso emocional, porque la cultura del trabajo te da emoción, te da ganas de seguir y siempre vas a querer tener más", reflexiona.
El interés por hacer pan nació en Gustavo cuando su padre lo llevó de pequeño al Lago Futalaufquen y le enseñó a hacer masa pan y tortas fritas, mientras él trabajaba. Desde ese momento, supo que quería seguir este camino. "De ahí me gustó lo que era la panadería, de elaborar y que la gente te diga ‘riquísimo, seguí haciendo esto’, y me gustó muchísimo", afirma con pasión.
A lo largo de su vida, Gustavo ha enfrentado desafíos, como la pérdida de su madre y su hermano en momentos difíciles. Sin embargo, su familia y sus dos hijos han sido su mayor apoyo, por más que no pueda brindarles todo el tiempo que ellos quisieran.
"Ellos saben que yo por ahí no estoy presente en los momentos que quizás quisieran que esté, pero saben que estoy en todo momento, mi amor yo se lo demuestro de otra forma".
Gustavo también envía un mensaje a la comunidad en estos tiempos complicados para el país, afirmando que la gente tendría que dar una oportunidad o dar señales nuevas, ya que con la misma gente de siempre no vamos a hacer cosas distintas, alienta a la sociedad a considerar un cambio positivo.
Por su parte, cuenta que siempre contrata chicas jóvenes, para darles una oportunidad de desarrollarse laboralmente y aprendan, tiene un equipo de siete mujeres, porque considera que son más amables en el trato con el cliente.
“Casi siempre elegí equipos de mujeres porque son mejor tratables, siempre consideré que es mejor tratar a una mujer, podés tener discusiones, pero llegás siempre a un acuerdo, por ahí con hombres tenés muchos más roces. Me encanta trabajar con ellas, por ahí me enojo, sí, pero siempre termino a veces cediendo con algunos caprichos de ellas, pero siempre trato de que todos se sientan cómodos trabajando conmigo y tirando el proyecto para adelante”.
En sus agradecimientos, Gustavo reconoce la importancia de la fe, la familia, los amigos y sus clientes en su vida y en el éxito de "La Princesita". Además, expresa su gratitud a las personas que le dieron la oportunidad de aprender el arte de la panadería -como Hugo y Eduardo-, a Claudia que fue su socia y hoy es su gran amiga, a sus empleadas, con quienes elige trabajar con cariño y comprensión, y por supuesto a los clientes que lo eligen todos los días.
La historia de Gustavo Maya es un testimonio de cómo la pasión y la dedicación pueden convertir un sueño en realidad. Su panadería "La Princesita" es un tributo a su amor por la panadería y a la comunidad que lo ha apoyado a lo largo de los años. Es un testimonio de cómo los sueños pueden hacerse realidad con trabajo y esfuerzo.
“Yo creo que busquen una vocación. Mi vocación es ser panadero, tengo un título de carpintero profesional, pero no ejerzo porque no es una vocación que yo quiero. Buscar una vocación es cada servicio, cada cosa que uno haga hacerlo con amor y dedicación, sea arte, música, sea panadería o carpintería, cualquier cosa, pero hacerlo con pasión. Y eso te va a dar el fruto de tu vida, porque cada cosa que vos hagas con pasión te abre el alma, no te aseguro que te vas a llenar de plata, pero lo vas a hacer tan bien que a la gente le va a gustar. Yo creo lo hice tan bien y hoy la gente me lo demuestra con ese cariño”.
Si estás en Esquel, no dudes en visitar "La Princesita" en 9 de Julio 1243, a pasitos de Av. Fontana. Más que una panadería, es un rincón donde la pasión y la dedicación se fusionan para ofrecer productos de calidad y un ambiente acogedor. Gustavo y su equipo te esperan con los brazos abiertos y deliciosos panes recién horneados.
Para más información, puedes encontrar a "La Princesita" en Facebook e Instagram como "La Princesita Esquel". No sé a vos, pero a mí ya me dio hambre…