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05 de Marzo de 2023
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Daniel Szulkin, misión cumplida como educador

Casi por obra del destino, allá por los ’90 Daniel Szulkin vino a estudiar Ciencias Biológicas a Esquel, donde forma su familia y forja una carrera como educador, que dejó marcas en la vida de muchos compañeros y estudiantes.

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- Por Lelia Castro -

 

 

Con una vasta carrera, primero como profesor particular y luego de secundaria, terciarios y profesorados, Daniel es Licenciado en Ciencias Biológicas (UNPSJB), tiene un Máster en Gestión Medioambiental de la Universidad de Cádiz, es profesor en Enseñanza del Nivel Medio y Superior en Biología (UNRN), además es Doctor en Ciencias Naturales (UNLP), se ha jubilado con una extensa trayectoria y un montón de historias y lindos recuerdos que le ha dejado su paso por la educación, aunque dice que va a seguir dando clases particulares.

 

 

Oriundo de la provincia de Buenos Aires, su proyecto inicial era estudiar Ciencias Biológicas y sus opciones eran Bariloche o Esquel. Como Bariloche ya conocía, sintió que Esquel era un lugar en el que habría muchas cosas para hacer, “una onda más pionero”, por lo que se vino con su primera esposa para acá, donde se daban todas las condiciones que lo llenaban: “me quedé a estudiar en la Patagonia, del lado de la cordillera, y además estudiar Biología”.

 

 

“No había muchos lugares, así que terminé quedándome acá, en el año ’90. El 15 de diciembre de 1990 bajé del Trochita, hice todo el viaje completo desde Buenos Aires hasta acá en tren, cuando todavía estaba toda la red ferroviaria completa. Salí un miércoles a las 10 de la noche de Buenos Aires y llegué a Esquel un sábado a las cuatro de la mañana a acá a Esquel. Y fue toda una aventura el viaje, impresionante, muy muy lindo, la verdad que fue la única vez que lo pude hacer completo al viaje de la Trochita, desde Jacobacci hasta acá, de punta a punta. Había llegado hasta Lago Puelo, pero de Esquel era totalmente nuevo, encima no había internet. Y todas las fotos que te daban en la Casa del Chubut era del Parque Nacional Los Alerces, pero de la propia ciudad teníamos una sola foto. Había muy poca información y tampoco había lugar dónde buscarla”.

 

 

Estuvo casado hasta el ’97 y en el 2001 conoce a Silvana, que también es profesora y con quien tuvo dos hijos: Francisco de 16 años y Rocío de 18. Se acomodaban los horarios entre las escuelas y profesorados como para que siempre hubiese alguien presente con los chicos.

 

 

“Tanto Silvana como yo somos docentes, tuvimos que dejar cosas muy grandes de lado en pos de la familia, ¿no? Por ejemplo, Silvana estaba muy contenta trabajando en el lago en Villa Futalauquen, Escuela 25, como maestra era la felicidad para ella. Pero claro, no veía en todo el día a los chicos: venía, comía algo y ya se iba al profesorado. Una decisión muy fuerte de ella fue dejar esa escuela, le costó un montón, hasta el día de hoy la extraña”.

 

 

 

 

Él venía a estudiar Biología , al principio vino sin ningún título de profesor ni nada, sólo con su título de electro técnico de la secundaria de Buenos Aires. Por lo que le costaba conseguir trabajo como profesor, entonces comenzó a dar clases particulares y se fue haciendo más conocido, aumentando la cantidad de alumnos en poco tiempo.

 

 

“Ganaba bien, era alumno tras alumno todo el día, hasta el sábado incluido. Los mismos profesores de las escuelas empezaron a preguntar: quién te enseñó, dónde aprendiste y ahí empezaron a conocerme”.

 

 

Luego de hacer suplencias intermitentes, en el ’96 entra en forma continua en la  escuela Normal con un cargo de docente en la secundaria. Dos a años antes había empezado en la universidad, como ayudante de segunda. Reconfortado, realiza un paneo sobre su trayectoria y considera que ha sido muy linda, que no ha quedado enemistado con nadie.

 

 

“Los años se me pasaron realmente muy, muy rápido. Me pongo a pensar ahora: 29 años y no lo puedo creer, me parece que fue en un abrir y cerrar de ojos. Realmente me divertía dando clases, sinceramente me gustó un montón. Yo la pensaba a la docencia, pero cuando la empecé a ejercer realmente me gustó mucho más de lo que me imaginaba que iba a ser”.

 

 

 

 

Cuando el país estaba en llamas por la crisis del 2000, Daniel comenzó a barajar la posibilidad de irse de la zona, e incluso del país. Pero decidió postergarlo por dos años luego de unos días de pesca con amigos en el Lago Verde, debido a la fuerte atracción que siente por el lugar.

 

 

“Me acuerdo que después de esa salida, dije ‘no me voy a ir, me voy a quedar acá, veo dos años más si cambia la situación del país y después lo pensaré de nuevo’, es como que lo postergué dos años. Incluso por esa época hice varios viajes por otros lados, buscando otros lados, pero dije no, lo postergo por dos años. Y bueno, justo a los dos años empezó a mejorar un poco la Argentina”.

 

 

 

 

Anécdotas e historias tiene miles, siempre ha tenido mucha llegada con los alumnos y algunas situaciones le han tocado el corazón. Nos cuenta la historia de un chico de una escuela rural de Gualjaina, que tenía que rendir matemáticas, le va mal y de repente decide abandonar la escuela porque su hermano le había conseguido trabajo en una embotelladora de gaseosas en Comodoro Rivadavia, no le importaba ya que no iba a estudiar en la universidad. Era un buen alumno que, por diversas cuestiones familiares empezó a decaer. Al año siguiente, un mes después de haber comenzado las clases, el chico vuelve a aparecer en la escuela y rinde las materias que le faltaban.

 

 

“‘Me quedé pensando en todo lo que me dijeron ustedes y decidí volver a cursar’. Me emociona cuando me acuerdo. Bueno el chico volvió a la escuela, volvió a ser el alumno que era antes, muy bueno. Y justo cuando estaban por terminar las clases sale una beca para ir a estudiar a Cuba, fue elegido por las notas que tenía, para estudiar una carrera allá, y él eligió medicina, fue y se recibió de médico. Hoy en día es médico, es de la comunidad originaria de acá, descendiente de mapuches y está en un centro de asistencia en un poblado chiquito, no se quiso ir de acá de la provincia”.

 

 

Se enojaba -un poquito- con los docentes que decían que estudiar no tiene sentido, “no tendrá la utilidad que uno se imagina o lo que debe ser, pero no es lo mismo estudiar o no estudiar. No hay que decírselo a los chicos, porque si les empezamos a decir que estudiar no tiene sentido, es como que entrás a jugar un partido de fútbol con cuatro goles en contra”.

 

 

 

Se sabe orgulloso de sentir que ha aportados algo a la comunidad con más de trescientos alumnos por año, generando un impacto en ellos, muchas veces positivo y otras no tanto. Pero son considerados como personas semi-públicas porque los conoce todo el mundo.

 

 

“A eso le sumás los padres, los tíos, de acá o de allá de los otros cursos, te conoce un montón de gente realmente. Y uno tiene un impacto, en algunos casos no habrá sido tan positivo, porque como pasa siempre, ¿no? alguno tendrá un buen recuerdo de uno, otro malo, otro más o menos, otros que ni se acuerdan”.

 

 

Siente una inmensa alegría al ver a decenas de alumnos que se han recibido o que están trabajando y que un pedacito de eso lo aportó él. Se lleva un muchísimos buenos recuerdos y aprendizajes tanto de sus compañeros de trabajo como de sus alumnos.

 

 

“Me han formado, en algunos casos, muy fuertemente. Y eso que se dice que de los alumnos también se aprende, eso es verdad. Uno aprende también, por actitudes, por acciones, por preguntas que hacen, se aprende un montón. Y es muy lindo”.

 

 

 

 

Hasta antes de jubilarse trabajaba en tres profesorados y cuenta que les decía a sus alumnos que el ser profesor es una muy linda actividad, si uno lo siente y le gusta es muy hermosa, pero que si a uno no le gusta, es quizás uno de los peores trabajos.

 

 

“Porque si uno está mal, y está haciendo un trabajo de carpintería se las arregla con la madera: rompe una madera o no sé qué, pero nadie lo ve. Pero en cambio, cuando uno está mal y dando clase, en cada aula hay treinta personas que lo están mirando y que enseguida detectan cuando estás mal. Así que bueno, hay que pensarlo bien si es que quiere seguir la docencia”.

 

 

Nos cuenta que ahora que está jubilado piensa seguir dando clases particulares, dedicarse a las plantas, a su invernáculo, sus árboles frutales y plantas medicinales, “así que todos los cursos que haya de eso, los trato de hacer porque es algo que me llama mucho la atención”; además de hacer algunos trabajitos chicos de carpintería. También tiene como principal actividad todo lo relacionado con las aves, ahora está en un grupo de rescate y curación “de atención primaria de aves, que en este precisamente momento está por el tema de la gripe aviar, que nos han pedido que suspendamos la actividad, por la peligrosidad que podría llegar a representar para nosotros y la población en la cual estamos. Así que ahora estamos como difusores de la información”. Él siempre está con nuevos proyectos en su vida.

 

 

 

El mensaje que nos deja es que sigamos y hagamos una actividad que nos apasione, que no nos guiemos tanto por el dinero que nos vaya a dejar, la plata después vendrá. La misma vida nos va acomodando en eso que nos gusta y nos llena el alma, en eso que nos apasiona, sólo hay que perseverar y seguir el camino que nos guía nuestro espíritu. En lo personal, cree que encontrar ese camino “cambia toda la forma de visión, hasta cómo uno llega al momento de jubilarse. La verdad que en lo personal, he llegado bien, porque no he cargado esa mochila con piedras”.

 

 

“Está bien, yo entiendo algunas personas estudian carreras porque les da plata y ‘bueno con esto yo ya me aseguro’, pero toda la vida dedicándose a algo que por ahí no los llena profundamente, no sé, para mí personalmente sería como cargar una mochila llena de piedras durante toda mi vida”.

 

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