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21 de Enero de 2024
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El valor de la familia y la empatía ante las enfermedades psiquiátricas

La familia Antieco enfrenta una realidad que pocos comprenden por completo. La vida de Herminia, rodeada de afecto y luchas, es un testimonio conmovedor sobre la importancia de la familia y la empatía ante las enfermedades psiquiátricas.

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Por Lelia Castro

 

 

Herminia, perteneciente a una familia numerosa de 11 hermanos, recuerda con cariño sus raíces en Lepá, donde, a pesar de las carencias, la mesa familiar siempre fue grande y acogedora.

 

"Éramos felices, la mesa era grande a la hora de comer, había que hacer bastante comida, a veces escaseaban las cosas en el campo, pero siempre hubo. Mi mamá siempre fue muy luchadora y trabajadora. Mi papá también la acompañaba, pero más luchadora ella, mi papá la seguía, pero él se ocupó en el campo en ese entonces se esquilaba a mano -deslanar el animal, sacarle la ropa a la oveja o la chiva-. Mi mamá se quedaba en casa a trabajar o salía a trabajar de cocinera donde hacían la esquila", rememora Herminia, resaltando el valor afectivo que siempre caracterizó a su familia.

 

Yo me siento feliz de la familia que tengo, no elegiría otra, tengo a mis hermanos, tuve a mi papá y a mi mamá. Mi mamá se quedó viuda y se quedó sola hasta el día que tuvo que partir. En la actualidad quedamos 6 hermanos”.

 

Los padres siempre presentes, cuando uno trabajaba el otro se quedaba en casa con los niños. Al vivir en el campo, las distancias largas y la falta de movilidad, varios de los hermanitos asistieron a escuelas en internados.

 

Sin embargo, la vida no siempre fue fácil. La familia tuvo que enfrentar la partida de algunos seres queridos, algunos debido a enfermedades y otros a adicciones. La historia de María, la hermana de Herminia, quien falleció en un trágico incidente, y la de otro hermano, víctima del alcoholismo, resaltan la vulnerabilidad de la salud mental y la importancia de la familia como red de apoyo.

 

Soy hermana de María, la chica cayó en el ascensor de Tribunales, ella andaba bien, perfecto, y se murió. Otro de sus hermanos falleció por ser adicto al alcohol, era una persona mayor, él me decía que no podía más porque la extrañaba mucho, pocos años antes había fallecido mi mamá, esos años fueron muy feos”.

 

La vida de la familia Antieco dio un vuelco cuando Pedro, el hermano menor, sufrió dos ACV que cambiaron por completo su realidad. Herminia, junto con sus hermanas, asumió la responsabilidad de cuidar a Pedro, quien quedó con secuelas físicas y psiquiátricas. La rutina diaria se transformó en un desafío constante, pero la familia no dudó en acompañar a Pedro en su proceso de recuperación.

 

Pedro es el eje central de nuestra familia, el eje central de mis hermanos y mis sobrinos, todos nos ocupamos de él, es lo que más nos importa. Pedro era muy pegado a mi mamá, ella siempre estaba con él, no se casó nunca, estuvo toda la vida a la par de mi mamá en la casa, no se casó nunca. Cuando le faltó la mamá fue un antes y un después, él no quería vivir más. Había ocasiones en que decía que no quería seguir más”.

 

 

Pedro no habla, pero sus hermanas le entienden todo, lo cuidan y acompañan en todo momento para que él esté bien. Juana, otra de sus hermanas, trabaja en un hogar de ancianos, por lo que sabe de cuidados y orienta a sus hermanas en la tarea diaria.

 

La historia de Pedro es también un elogio al trabajo del Centro de Atención Primaria de la Salud (CAPS) del Barrio Ceferino. Herminia destaca el papel fundamental del equipo médico y la contención psiquiátrica que han recibido, destacando que los pacientes psiquiátricos son seres humanos que sienten y merecen respeto y amor.

 

Las veces que Pedro estuvo descompuesto, como cosas del destino, casi siempre me tocó a mí en las horas que le atacó fuerte, gracias a Dios hace rato que no tiene ataques fuertes. Cuando sucedió llamamos a la salita de acá -CAPS Ceferino- y yo tengo los teléfonos de Fernanda Palacios y de los chicos de ahí o les mando un mensajito “estoy en el horno” y se acercan”.

 

 

"Mi hermano es muy conocido en el barrio, se sienta en la vereda, saluda y todos lo saludan", dice Herminia. La aceptación y el respeto de la comunidad hacia Pedro son un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, la empatía y la comprensión pueden marcar la diferencia.

 

En medio de la adversidad, la familia Antieco ha encontrado fuerzas en la unión familiar y en el apoyo del equipo de salud. "Nosotras siempre hemos podido con mi hermano, nunca hemos recibido una respuesta, pero aún así continuamos y siempre vamos a continuar juntas", afirma Herminia.

 

 

“Hay que ocuparse de una persona psiquiátrica, porque lo merece, porque es mi hermano y sobre todo porque es humano”, recalca Herminia, rescatando el valor de la familia que rodea al paciente, que nunca están solos, y está segura que si un día le toca a ella, toda su familia va a estar presente, como lo están con Pedro.

 

Esta historia es un llamado a la reflexión sobre la importancia de apoyar a las personas con enfermedades psiquiátricas y a sus familias. La salud mental, como destaca Herminia, no se puede cambiar como un órgano, pero el amor, la comprensión y el apoyo pueden hacer una gran diferencia en la calidad de vida de quienes enfrentan este desafío.

 

 

En la búsqueda de una sociedad más inclusiva, es fundamental comprender que todos somos vulnerables, y que el respeto y la solidaridad son fundamentales para construir un entorno en el que cada individuo pueda enfrentar sus desafíos de manera digna y acompañada.

 

“Esperemos que las leyes cambien y que todos tengan la misma posibilidad de acceder a una vida más digna. Recuerden que aquella persona que hoy está así, en algún momento estuvo bien, trabajó y andaba. Yo no sé cuánto me acompañará la salud, pero estoy segura que mis hermanas siempre estarán y no me dejarán nunca”, concluye esperanzada.

 

 

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