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21 de Abril de 2024
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El arte del fieltro: inclusión y desarrollo en Fundación Manos Patagónicas

Desde 2014, la Fundación Manos Patagónicas apuesta por la lana local para crear oportunidades laborales dignas, combinando artesanía de alta calidad y apoyo a la salud mental.

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Por Lelia Castro

 

En nuestra región, un proyecto de lana palpita con la calidez de manos laboriosas y corazones esperanzados. Fundación Manos Patagónicas es más que una ONG; es un crisol donde la materia prima regional, la lana, se convierte en un vehículo de cambio social y económico.

 

Fundada en 2014 por un grupo visionario de amigos y profesionales, entre ellos Hernán Alonso, veterinario y presidente de la fundación, la psicóloga Hilda Ojman y Paula Botto, ingeniera agrónoma, la fundación nació del reconocimiento del potencial de la lana local y de la habilidad de las personas formadas en la técnica del fieltro a través de la empresa social Quenuir, un dispositivo de salud mental que ofrece formación en este oficio tradicional. Más allá del empleo, es un medio para fortalecer la comunidad, respetar el medio ambiente y promover la salud mental.

 

Teníamos la visión de que teníamos la materia prima y se podía generar empleo a partir de eso, generar un ingreso económico y a partir de eso es que conformamos la fundación y estos equipos productivos. Este espacio es el alma de la fundación, que es donde las personas luego que se formaron, porque quienes participan acá ya tienen la habilidad, ya fueron capacitados y hace años que lo hacen, de producir fieltros de alta calidad. A partir de esos paños de fieltro se realizan objetos de calidad”.

 

 

El taller de la fundación, funciona en un espacio cedido por la Sociedad Rural de Esquel, no solo son un lugar de trabajo, sino también de encuentro y de construcción de un futuro compartido. Los artesanos que allí trabajan, como Vanesa Millanahuel, Juan Pablo Guichacoy e Inés Calfin, no solo tejen fieltros, sino también lazos de solidaridad, entendimiento mutuo y compañerismo.

 

Vanesa, quien se unió a la fundación en 2017, relata su experiencia inicial con la lana con una sonrisa: "Al principio no me atraía, el olor y la textura no eran lo mío. Pero luego de muchas capacitaciones, la lana y yo nos hicimos amigas." Hoy, Vanesa trabaja junto a personas con diversas capacidades, aprendiendo y enseñando, en un intercambio constante que enriquece a todos los involucrados, quienes fueron adaptándose unos a otros.

 

“Creo que fue adaptarnos los dos, él a mí y yo a él. Hay chicas que ya no están, y seguimos con Juan Pablo varios años los dos solos. Yo siempre digo que trabajamos los tres compañeros por igual, pero como que yo soy la que usa la mesa del medio y observo si mi compañero está atrasado en algo o se salteó una parte del trabajo, estoy ahí para guiarlo y ayudarlo. Siempre hablando y desde el entendimiento de cada uno, creo que eso construye un buen equipo, más allá de que por ahí a veces tenemos cosas que no podemos cambiar porque la persona es así. Trato de estar, de acompañarlos, de sacar adelante a la Fundación. Hay un equipo de la Fundación, pero nosotros que elaboramos acá, es el primer paso la elaboración de paños, para que después puedan salir los productos que se comercializan, y que ojalá se pueda dar de exportar afuera para que nosotros sería también mejorar un poco el sueldo”.

 

En la fundación no sólo se trabaja con la lana, sino que se trabajan las relaciones interpersonales, el respeto, la escucha mutua y el entendimiento, formando un equipo que trabaja día a día para dar lo mejor y crear productos únicos de alta calidad. Durante la jornada laboral también hay espacio para tomar mates, charlar y contactarse como personas.

 

Los productos de la fundación, que van desde paños de fieltro hasta objetos decorativos y prendas de vestir, son el resultado final de un proceso que comienza con la materia prima bruta y termina en artefactos elaborados con esmero y dedicación. Cada pieza no solo lleva la firma de su creador, sino también la historia de superación y colaboración.

 

"Cuando veo un producto terminado, siento un orgullo enorme. No solo por la calidad del trabajo, sino por todo lo que representa: esfuerzo, superación y comunidad".

 

Los desafíos son muchos, especialmente en términos de expansión y sostenibilidad financiera, pero la fundación tiene grandes sueños, incluyendo la exportación de sus productos, la creación de más puestos de trabajo y contar con un lugar propio. "Queremos que más personas se unan a nosotros, que este proyecto crezca y que nuestro impacto se sienta aún más en la comunidad", expresa con optimismo.

 

Más allá de los sueños en relación al trabajo, Vanesa confiesa que tienen un sueño familiar con sus hijas Erica y Mailén, y su pareja Diego, que como hinchas de Boca, anhelan un día poder viajar a Buenos Aires y conocer “La Bombonera”.

 

 

El mensaje que deja Vanesa es que si uno se siente frustrado por no tener trabajo, hay que salir a buscarlo, golpear puertas, capacitarse, que siempre hay una alternativa, siempre hay posibilidades, si uno busca la forma, siempre tiene alguna fortaleza o habilidad que le permite salir adelante y progresar.

 

“Hay que levantarse y seguir, hoy que está todo tan complicado, te juega la cabeza, porque si no hay plata, te llegan las deudas y demás, entonces uno tiene que apuntar a que se puede, no te podes quedar sentado esperando, porque no va a llegar nada regalado. Capaz por ahí no es el trabajo que buscás, pero es el trabajo que te da tu entrada de dinero, que hace que la persona se supere, eso es algo que siempre hablamos acá”.

 

Fundación Manos Patagónicas es un claro ejemplo de cómo los recursos locales, cuando son manejados con visión y compromiso, pueden transformarse en fuentes de bienestar colectivo. En la intersección de la tradición artesanal y la inclusión social, esta ONG patagónica teje no solo textiles, sino también el tejido mismo de la sociedad.

 

 

Pueden seguir sus trabajos en Instagram en @manospatagonicas.

 

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