Un día como hoy, o mejor dicho dos días, en dos años distintos, fallecieron dos de los compositores más importantes del conocido como periodo clásico de la música europea.
Aquejados por enfermedades dolorosas de una época pasada, plasmaron en su obra emociones que resuenan hasta el día de hoy.
Antonio Vivaldi nació el 4 de marzo de 1678 en Venecia y fue bautizado provisionalmente en su casa y oficialmente en la iglesia de San Giovanni in Bragora, que aún se erige en la espléndida ciudad de los canales.
Durante toda su vida padeció asma, una afección incurable que él mismo describió como una "strettezza di petto" (estrechez de pecho).
Vivaldi falleció a los 63 años de edad mientras se encontraba en Viena y en el contexto de la cruenta Guerra de Sucesión Austríaca. Murió empobrecido y de una inflamación interna durante la noche del 27 al 28 de julio de 1741.
Bach llegó al mundo en una casa que ya no existe, pero que estaba situada al lado de la actual Bachhaus Eisenach, un magnífico museo que cada año atrae a miles de visitantes, casi tantos como la Beethoven-Haus en Bonn. Bach sufrió la pérdida de su madre en 1694 y la de su padre menos de un año después.
Desde 1700, cuando viajó a Luneburgo, se desempeñó como cantor, violinista y organista. Ciudades importantes a lo largo de su carrera fueron Weimar, Arnstadt, Mühlhausen, Köthen, donde compuso sus mejores obras, como los Conciertos de Brandenburgo, y Leipzig, donde pasó los últimos 27 años de su vida como cantor en la Thomasschule, un edificio que quedó completamente destruido durante los bombardeos de 1944.
Bach murió el 28 de julio de 1750, a los 65 años de edad, aquejado de una progresiva ceguera que le mantuvo encerrado en una habitación oscura. Las causas de su muerte han sido relacionadas con las defectuosas operaciones de cataratas que sufrió y con una posterior infección que lo remató.
SL