El presidente de la Nación, celebraba la movilización del 1A, pronunciando una frase que poco representa la voluntad de “unir a los argentinos”. Al referirse a la masividad de la convocatoria en la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, resaltó la espontaneidad de la misma, y que se realizó “sin colectivos ni choripan”.
La frase utilizada tiene un significado similar al utilizado en otras épocas por la clase dominante nacional para desprestigiar a los sectores sociales y políticos que no se subordinaban a sus programas económicos, justificando, en el mejor de los casos su disciplinamiento, o lo que era peor, su exterminio. De esta manera, a lo largo del tiempo en Argentina se han construido sobre el imaginario colectivo ideas con este sentido.
Por ejemplo en el siglo XIX, en pleno auge de la dicotomía “civilización o barbarie”, el indio era “sucio, piojoso y ladrón”, el gaucho, “holgazán, vago e ignorante”. Ya finalizando el siglo XIX y entrado el siglo XX, con la llegada de los inmigrantes, se apunto contra estos como personas de malos modales o mas bien “la chusma ultramarina”. Luego le siguieron los “subversivos y terroristas” del ´70, los “ñoquis” de la primer década del siglo XXI, y ahora sumamos a los del “choripan y los colectivos”.
Incalculables han sido las marchas, también masivas, llevadas a cabo por docentes, estudiantes, investigadores, trabajadores de la salud, de la industria, del transporte, en fin, por los trabajadores a lo largo y ancho del país, contra el ajuste en general, los tarifazos, los despidos, en reclamo por mejoras salariales, etc. De todas estas marchas puedo asegurar que en ninguna, ningún medio, ni siquiera los grandes medios oficialistas han podido demostrar o más bien mostrar la existencia de “puestos de distribución masiva de choripanes”.
Como no todo se reduce a la capital, en ciudades más pequeñas como la nuestra, también se puede percibir el clima político nacional. De tal forma que todo el tiempo tenemos la posibilidad de comprobar estas cuestiones con solo acercarse a una plaza en días de convocatoria.
Por ejemplo el 1A, de las 200 personas que se acercaron a la plaza de los pañuelos ninguna fue movilizada en colectivo, ni atraída por un choripan, en eso debemos reconocer que se dijo la verdad.
Ahora, para ser justos hay que recordar que el día anterior, a la misma plaza se acercaron 1500 personas a acompañar a Axel Kicillof. Pero también se acercó gente el 24 de marzo, el 1 de Marzo a acompañar a los trabajadores de la Ciencia y Tecnología, además tuvimos la marcha de docentes, todas ellas con algunos rasgos comunes; siempre asistieron más de 200 personas y nunca se regalaron choripanes.
La situación de marchas y contramarchas que se vive hoy en el país, hay que analizarlo en términos políticos, no se puede querer reducir el análisis a la existencia o no de una especie de “Flautista de Hamelín” que hipnotiza multitudes con choripanes y los lanza a una plaza. Eso no es real.
Políticamente, lo que está pasando, es que en la calle se está “librando una batalla” que pone en evidencia la tensión histórica que existe entre los modelos económicos que se han intentado instalar en Argentina. A entender de Aldo Ferrer, desde la segunda guerra mundial a esta parte, la disputa política y económica siempre estuvo dada entre la instalación de un modelo neoliberal y un modelo nacional y popular.
Con todo es preciso recordar que la imagen positiva del gobierno ha caído fuertemente en los últimos meses, tanto por los resultados negativos de sus políticas económicas, como por los escándalos (como el del Correo, Panamá Papers, entre otros) que involucran directamente al presidente de la Nación.
Por lo tanto, si desde el gobierno siguen empeñados en no reconocer la realidad (y con ella a la gente que se moviliza en contra del programa neoliberal) y en buscar, como en otras épocas desprestigiar la resistencia popular agrediendo a los trabajadores (como se intento hacer con los docentes al publicar una foto de una clase en Hiroshima pos lanzamiento de la bomba atómica), al PRO no le quedará otra que prepararse para el “fracaso electoral”.