La dinámica de la política, seguida cada vez menos por el habitante común que no milita en un partido determinado, permite variables impensadas casi día a día y, por las redes sociales, se reducen a minutos.
Los nuevos y modernos sistemas de comunicación que parecieran llevar años luz al pensamiento de evolución del hombre en su cotidiano, generan movidas de toda naturaleza en la sociedad, sin importan mucho el ámbito donde cualquiera se desempeñe.
Si observamos el dato que en nuestro país hay más de diez millones de celulares que los habitantes, es una muestra clara de lo que ello implica en materia de (des) comunicación.
Ello no permite una visión acabada de la realidad y mucho menos de un análisis pormenorizado de cada tema, abriendo el debate y escuchando a quienes más pueden aportar en los temas en cuestión.
La vida política no le va en zaga y girando a la cuestión en particular observamos que los reacomodamientos de funcionarios han tenido un cimbronazo por cuanto el Gobernador aceptó la renuncia de su ministro de economía y designó al esquelense Alejandro Garzonio en su reemplazo.
Una designación o un reemplazo en sí mismo no deberían ser motivo de grandes cambios o ampliación de dudas, pero considerando la actual situación económica y financiera del Estado chubutense es delicada como mínimo, se transforma en un hecho clave.
Alguien que tiene la experiencia de haber afrontado en el 2003 una situación similar (no igual con respecto a la perspectiva futura) es un buen capitán de tormenta, pero queda clara que tiene escaso margen de maniobra y, fundamentalmente, poco tiempo.
Además de sortear la inmediatez del pago de salarios, el flamante ministro debe consolidar un esquema de reducción del déficit (en el 2017 superó los 6 mil millones), iniciar las acciones de paritarias con los gremios estatales, sentarse con Nación a reacondicionar el tema de la deuda (cercana a un presupuesto anual) y como si fuera poco, lidiar con una legislatura compleja por su composición política.
Pero todo esto puede convertirse en una nueva oportunidad, quizás la última para este gobierno.
En paralelo el Gobernador Arcioni y su equipo deberán elegir un rumbo serio, lejos de aquel “acuerdo ciudadano” tan anunciado. No alcanza con la declamación o gestos de firmeza. Debería buscar aliados y con ello establecer opositores; porque sin esa definición seguirá la desorientación que abunda en propios y extraños.
En la medida en que solo las peleas personales de la dirigencia en los títulos de los diarios superen a la necesidad de reunirse alrededor de una mesa para encontrar el diálogo escuchando al otro, el rumbo es tan desconocido como riesgoso.
Quienes tenemos responsabilidades políticas tenemos la obligación de buscar esa alternativa, porque de lo contrario esta oportunidad puede convertirse en la última. Lo que le sigue es el descalabro.