03 de Septiembre de 2020
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El Horcón

El Horcón: el sistema educativo que estamos perdiendo

Nueva columna de opinión: hoy, la crisis de la educación. 

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El trabajo y logros de los científicos argentinos tiene un impacto no solo reconocido en nuestro país, sino que trasciende nuestras fronteras.

 

Ese éxito lo estamos cosechando, en gran medida, gracias a la educación de calidad que por muchos años caracterizó a Argentina, donde la escuela y universidad pública ha sido el principal impulsor de talentos que hoy nos llenan de orgullo.

 

Son muchas las ciudades o provincias del país que han tenido o tienen la satisfacción de aplaudir a algún científico que esté participando en un proyecto relevante dentro o fuera del país. Estamos recibiendo lo que se invirtió en materia educativa.

 

En Esquel -a raíz del lanzamiento del satélite SAOCOM-1B- celebramos la noticia, con la alegría que el ingeniero Martín Griffiths, egresado de la Escuela Politécnica de nuestra ciudad y posteriormente graduado de Ingeniería Mecánica en Buenos Aires, fue uno de los profesionales que trabajó para que concretar este logro.

 

Este ejemplo es uno de los tantos donde Argentina cosecha lo que invirtió en la preparación de profesionales y lo que aún apuesta a la investigación científica que puede revertir el desarrollo productivo del país. Ya casi resulta reiterativo decir cuan deprimida esta la producción y la generación de oportunidades para inversión y empleo, la complejidad del mundo y la necesidad de avanzar en el desarrollo del país apostando y financiando la “industria del conocimiento”, más que un deseo o algo para tener en cuenta, es una necesidad imperiosa del mundo en el que hoy vivimos.

 

Con este panorama -aún a sabiendas que la educación y la ciencia fueron muy importantes en el pasado, se demanda en el presente y sin ellas no hay futuro de crecimiento para ningún país- no hay  política de estado (casi no hay política de estado en ningún ítem o rubro en Argentina) ni tampoco -al menos- hay un programa que prevenga que no haya tan marcada deserción escolar, que los estudiantes tengan clases y que no pasen de un curso a otro sin que, siquiera, la comprensión de textos siga siendo un problema grave cuando los que se animan, comienzan en la universidad.

 

Lamentablemente en Chubut estamos entre los primeros en el índice de cursos escolares perdidos, paros docentes, días sin clases y pésimos resultados en la educación. La oportunidad que hoy un esquelense, formado en la educación pública, sea parte de un proyecto relevante a nivel mundial -como el que está participando Griffiths- se hace casi imposible con este panorama educativo que ya acumula años y que está socavando a una generación, para la cual el derecho a la educación está sesgado. Sin calidad en los contenidos impartidos y sin clases, nadie se forma, ni siquiera para ser parte del mercado del trabajo en cualquier profesión.

 

El resultado de un logro hoy, es el trabajo sostenido de años anteriores y es la base para el desarrollo futuro. ¿Qué será de quienes están en primaria o secundaria en la actualidad? ¿Rendirá cuenta la política chubutense por el desastre educativo de la provincia con obvias consecuencias no solo hoy, sino a mediano y largo plazo?

 

Son más preguntas que respuestas. El presente y futuro educativo de Chubut está calado por la desesperanza.

 

 

CHISTECITO DE YAPA

 

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