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11 de Diciembre de 2021
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Rocío Paleari

La nostalgia de los 90

Dicen que toda moda vuelve. Últimamente la nostalgia de los 90 es furor entre las tendencias globales de los millennials… ¿Pero es tan así para los millennials del sur de este continente?

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Es algún año dentro de la década de los 90. Por ese entonces no tenía ni idea que en un futuro la moda iba a ser la nostalgia de los 90. Tampoco sabía que esa misma década iba a terminar en un estallido social. Recién me despierto. Ya no tenemos que ir a clases. Chequeo mi Tamagochi, por suerte mi mascota virtual sigue viva, no se murió mientras dormía. Mi mamá me prepara el desayuno: leche chocolatada con galletitas. Desayuno viendo televisión por cable, probablemente algún programa de Discovery Kids. Siempre fui nerd, los populares de la clase seguramente veían Rocket Power por Nickelodeon. Apuro la chocolatada como si fuera un vaso de Whisky, es el día que toca armar el arbolito y estoy ansiosa. Algunos días antes habíamos empezado a comprar cosas nuevas para decorar la casa. Son bonitas, hacen luces, cantan. Hay un Papá Noel a cuerda que dice: “jo. jo. jo. merry christmas”. Hay una Estrella de Belén a pilas que hace luces y pasa villancicos. Hay chocolatinas con formas de muñecos de nieve, de botas, de candy sticks. Mi mamá las acomoda en bowls de cerámica con motivos navideños, en todos hay renos, hay nieve, hay un Santa Claus de piel muy blanca y los cachetes colorados por el frío. Un peso es un dólar y las cosas son importadas. Nada es Made in Taiwan. Por esa época, lo hecho en Taiwán era medio pedorro. Quiero armar el árbol que me parece gigante. Quiero colgar luces, hacer moños rojos, colgar estrellas doradas.

 

 

 

Mi mamá me obliga a sacarme el pijama antes de empezar. Todavía soy chica, así que me da la ropa. Me hace poner unos ciclistas negros - esos a los que ahora le decimos biker-, las zapatillas New Balance que usaba para ir al colegio, una remera, y una campera de colores estridentes.

 

 

Pasaron algunos años. Sigo siendo chica, pero ya puedo elegir sola la ropa que me quiero poner. La década de los 90 recién está terminando. Vamos con mi mamá al supermercado. Yo voy a todos lados con una cámara fotográfica de Barbie, marca registrada. Fue un regalo de la navidad anterior. Es digital y me permite sacar hasta seis fotos de una pésima resolución. Es un juguete importado, como la mayoría de los juguetes de esa época. En muchos casos, era más conveniente comprar eso que alguno de industria nacional. En fin, estamos por las góndolas de lácteos. La mayoría de los productos perecederos están en mega oferta. La crisis recién empieza y la mayoría de la gente ya no tiene dinero  ni para comprar lo básico. Los saqueos todavía no empezaron, pero no falta mucho. Los yogures Parmalat, los que venían en frasquito de vidrio con colchón de frutas, están a mitad de precio. Mi mamá mira la fecha de vencimiento: les quedan dos días antes de caducar. La góndola está llena, casi nadie puede agarrar uno y meterlo en el carrito. Mi mamá mete algunos en el carro y nos vamos a las cajas. Nunca más vamos a volver a comprar Yogur Parmalat, poco después la fábrica se va a fundir. 

 

 

 

Por una cuestión global, los millennials nos pasamos reivindicando la nostalgia de los 90. Le hacemos culto a los dibujitos animados que veíamos en la televisión, le hacemos culto a la estética de MTV, si nos cruzamos un Tamagochi seguro lo adoptamos porque hijos no queremos. Estamos fascinados con la moda de esa época, ahora que somos adultos copiamos los looks de Friends, usamos bikers, jeans corte mom, buscamos el rompevientos con más colores y formas geométricas que hay en el mercado. Volvieron con todo las New Balance. Pero, por más estratosférico que pueda parecer ese viaje nostálgico noventoso no sé si esa década merece realmente tanto culto. Para los argentinos fue más pizza con champagne que otra cosa. Y no cualquier champagne. Estamos hablando de una botella cerrada, que fue agitada, que se mantuvo cerrada a presión, y que en diciembre de 2001 estalló.

 

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