Muchos consideramos que la base fundamental de la Democracia se encuentra en la Tolerancia, el respeto y la aceptación de las personas ante las diferencias, políticas, ideológicas, religiosas, sociales, sexuales, de género, culturales en relación a los otros ciudadanos con quienes convivimos.
La sociedad actual tiene como característica y desafío permanente, un marco de amplia pluralidad en cada uno de los aspectos mencionados. Es allí en donde esa amalgama múltiple juega un papel importante y fundamental por ejemplo, en la convivencia política de todos sus miembros, tanto en el ejercicio de la ciudadanía como en el de las libertades ideológicas en general y en las libertades individuales.
Investigando he encontrado muestras que dan cuenta de que se está dando un importante debate que mantienen algunos politólogos e investigadores de la Democracia en relación a qué hacer frente a los Intolerantes – y la intolerancia.
Cuando nos referimos a la tolerancia hablamos del acercamiento al otro, su reconocimiento y el respeto a su dignidad. Hoy en día este valor es puesto dentro del debate político como una virtud de las sociedades pluralistas modernas.
¿Hoy en nuestra sociedad, debemos tolerar a los intolerantes?
La Tolerancia indefectiblemente se sustenta en la capacidad de aceptar ideas, preferencias, formas de pensamiento o comportamiento de las demás personas. Es claro que debiera ser un acto voluntario que conlleva la abstención de influir sobre el ejercicio de la libertad del otro.
Nuestra sociedad está plagada de intolerancia grupal que contribuyen de manera importante a la violencia, al desorden social y puede llegar hasta la ingobernabilidad. Intolerancia de quienes sumidos en una causa que puede ser justa, y para otros no; llevan adelante acciones que traspasan los límites de las libertades individuales de otras personas.
En el ámbito político, que es creer que las ideas de uno son las únicas validas, nos llevó como sociedad a vivir grandes crisis sociales, morales y hasta nos puso al borde de grandes conflictos mundiales. Luego de terribles experiencias para la humanidad como el nazismo en la Segunda Guerra Mundial, el apartheid en Sudáfrica por citar algunos ejemplos; se pensó que la Democracia era la salida a estas cuestiones tan nefastas, promoviendo el ser tolerante, con la premisa de la justicia y los derechos ante todo, menos con la intolerancia, menos con los que quieren destruir justamente los valores que sustenta la convivencia democrática.
Me parece necesario reflexionar, luego de cumplirse un nuevo aniversario de la vuelta a la democracia en nuestro país, sobre las prácticas de intolerancia que se imponen como reflejo de actitudes poco empáticas y antidemocráticas en diferentes sectores de nuestra sociedad. Vemos a los Gobiernos de turno ejercer prácticas intolerantes ante quien/quienes ofician como oposición política, y con estas actitudes generan más y nuevos conflictos.
Vivir en democracia exige en este siglo la aceptación de un modo de convivencia pacífica y respeto mutuo entre los diferentes actores que aceptan vivir bajo su lógica. Sin embargo, si el gobierno “popular” asume que solo ellos son los representantes del pueblo, convierte al resto de los ciudadanos en el “anti-pueblo”, convirtiéndolos en antidemocráticos. A eso se le suma la desconfianza, quizás como que es cada vez más grande, posiblemente fundada en la falta de real representatividad de quienes llegan al poder, de sostener las ideas por las que son o fueron elegidos. Innumerables protestas, los piquetes más constantes…la situación económica y social pos pandemia es crítica……en este contexto todos debemos ser conscientes que la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, son nuestros problemas y si hay algo con lo que debemos ser Intolerantes, es con estas cuestiones que nos atraviesan como sociedad de un modo cada vez más intenso y profundo.
Nuestra historia nos muestra que luego de décadas de dictadura, luchas sociales y muchísimo derramamiento de sangre, las movilizaciones sociales y la protesta en la Argentina tienen una importante tradición. La protesta es un elemento esencial de toda la Democracia que involucra derechos fundamentales como peticionar a las autoridades y expresarse en libertad, defender sus ideas, etc.
Nuevamente en nuestra ciudad, la semana pasada un grupo de vecinos se movilizó frente a la casa del ex Intendente de Esquel Rafael Williams, quien fue en ejercicio de su mandato el que convocara al histórico plebiscito vinculante el 23 de Marzo del 2003 donde el resultado fue que el 82% de la población votó en contra de la explotación de la Megaminería en Esquel).
En esta intervención, como le llamaron los que participaron, lo hicieron para expresar su repudio en relación al tema minero, teniendo actitudes intimidatorias en la puerta de su casa, no siendo la primera vez que personas de estos grupos para lograr sus objetivos, utilizan el miedo, intimidación, prepotencia escrache y a veces la violencia.
Este no ha sido un hecho aislado, periódicamente se dan este tipo de situaciones en nuestra provincia, no respetándose “al otro” como individuo, ciudadano, inclusive en lo que refiere a su privacidad, ya que actuaron en su domicilio particular.
Es imprescindible para la democracia que cualquiera sea el reclamo, no se toleren actitudes violentas e intimidatorias. Es una tarea de toda la sociedad, velar por la libre expresión y el respeto a los otros.
La Tolerancia en el marco de una sociedad democrática, debe llenarse de contenidos positivos. Se puede y se debe resistir y combatir las fuerzas que pretenden quitar la libertad de las personas e instituciones democráticas, pero esas resistencias debieran sostenerse en el marco de la legalidad y el respeto.
Tomando las palabras del filósofo Inglés J. Stuart Mill, de su libro “Sobre la Libertad”, la invitación es reflexionar respecto de que “la tolerancia es el punto medio entre el despotismo y la anarquía”.
Si todos nosotros no cambiamos nuestra actitud, y vigilamos ese equilibrio, corremos el riesgo de avanzar hacia en un abismo de anarquía que nos aleja de los ideales de la democracia, con otro gran riesgo como lo es retornar a ese pasado antidemocrático que tantas heridas nos ha dejado, como pueblo, como nación y como sociedad.
J. Stuart Mill, “On Liberty”, 1859.