Fuiste uno de mis primeros amores de adulta. Si es que algún día de llego a lograr sentirme así: adulta. Recién empezaban las noches con los primeros calores de verano. Para vos, que eras porteño una cosa más. Para mí, que vengo del sur, ya caía la noche tropical.
Como la mayoría de mis amores te aburriste rápido de mis tetas pero te enredaste en mis palabras. Yo me rateé de la facultad, vos casi no estabas cursando ese cuatrimestre. Até mi bici en la puerta del bar y te esperé con una birra bien fría. Los dos salíamos de trabajar. Yo lo hacía como analista de comunicación y marketing en una editorial, vos trabajas en sistemas para una multi que se dedicaba al supply chain.
Llegaste rápido, también te pediste una birra. Íbamos a ese bar, un local angosto y largo, con muy poca iluminación, una biblioteca con libros de hojas amarillentas, algunos juegos de mesa, mesas y sillas de plástico porque nos gustaba la música que pasaban. Sonaba Cerati de fondo y vos tarareabas. A mi me servía, porque llevaba un tiempo evitando la conversación del que somos… y ya casi no me quedaban temas para cambiar de tema cuando lo preguntabas.
—Todavía no puedo creer que ganes más que yo —dijiste
—¿Te quedaste enganchado con eso?
—No.. no me quedé enganchado
—Prefiero eso a que sigas insistiendo con que soy tu novia
—A mis amigos ya les dije que sos mi novia
—No gano más que vos… cobramos lo mismo
—Ganas casi 200 dólares más que yo
—Ganamos lo mismo, nos pagan casi lo mismo, la diferencia me la hago con las clases particulares… no gano más que vos, trabajo más que vos que es distinto.
Yo hacía rato que sabía que no quería ser la carne picada de la hamburguesa de alguien más. Adentro mío, la decisión de dejar la multinacional ya estaba tomada. Estaba juntando plata para irme a Europa cuando me recibiera. Los viernes al salir de la oficina daba clases particulares de Escritura Académica.
No tardamos mucho más en terminar la cerveza. Caminamos hasta tu casa, yo empujé la bicicleta hasta la entrada del edificio. Y quise meterla en el ascensor.
—Te ayudo
—Ya está, ahí pude
—A veces parece que no me necesitas
No respondo. Finjo una leve sonrisa. No, no te necesito. No había forma de hacerte entender que yo estaba ahí, con vos. Que lo nuestro no se trataba de una cuestión de los pasos a seguir en una relación. Que no se trataba de cuando te iba a presentar a mis viejos y vos a los tuyos. Y, obvio, había bocha de cosas que a pesar de no necesitarte me encantaban. Amaba que me lavaras el pelo cuando nos bañábamos juntos. Me hacía feliz llamarte para preguntarte qué cerveza querías que compre, y de paso escuchar tu voz. Descansaba mejor cuando nos conectábamos y dormíamos abrazados. Pero, hacía rato que sentía que ya no nos conectábamos. Sí, te quería en mi vida, pero no así. No con vos todo el tiempo necesitando que yo te necesite.
Me llevaste rápido a la cama. Nuestros cuerpos se enredaron como sabían hacerlo. Vos marcabas el paso del baile. Yo tenía la cabeza en otro planeta que no era este. Finalmente hago la gran escena de cuando Harry conoció a Sally: finjo. Finjo como si lo único que estuviera fingiendo fuera ese momento. Sé que hace rato que no puedo más. Por supuesto, vos ni te enteras. Vos terminas, te acostas al lado mio. Entran las luces de la ciudad por la ventana, te siento respirar, y todo lo que puedo pensar es: que mal nos enseñaron a querer.