15 de Julio de 2021
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Sepia: La historia de Sonia Kraiselburd, ligada a la actividad cultural de Esquel

Sonia aparece ligada a muchas actividades culturales, algunos libros y una película ambientada en la Patagonia, filmada en Esquel en la década de 90; Flores Amarillas en la ventana. La Escuela 179 de Esquel, lleva su nombre.

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En esta nueva entrega de Historias en Sepia, recordamos a Sonia Kraiselburd, una persona muy querida, respetada y admirada en la población de Esquel.

 

La Escuela 179 de nuestra ciudad, lleva su nombre, aunque aparece con el nombre de Sofia. Para todos las que la conocieron, Sonia aparece ligada a muchas actividades culturales, algunos libros y una película ambientada en la Patagonia, filmada en Esquel en la década de 90; Flores Amarillas en la ventana.

 

A continuación, repasamos su historia y la experiencia vivida durante el film en nuestra zona.

 

 

 

Un fragmento del libro "Esquel, del telégrafo al pavimento", editado por el Congreso Nacional, sobre nuestra protagonista de hoy:

 

 

Imposible no recordarla, con su cuerpo delgado, su cabello absolutamente blanco, el rostro delicadamente ajado por el paso de los años bien vividos, y los ojos ávidos de seguir conociendo, leyendo, pasando revista a un mundo globalizado y crítico, plagado de miserias materiales y humanas, que tanto rechazó y combatió.

 

 

Su sencilla pero firme actuación en un film rodado íntegramente en Esquel, y que es reiteradamente transmitido por televisión, nos permite ver su figura, apoyada en un bastón, observando con tristeza una serie de tumbas. Ironías de la vida: ya octogenaria, no llegó a ver la película, que estaba en etapa de laboratorio cuando el director y otros técnicos supieron de su muerte.

 

 

Estudiosa hasta los últimos días, gran lectora, asistente de cuanto espectáculo artístico se diese en Esquel, Sonia (Sofía) Kraiselburd es uno de esos personajes muy queridos en la ciudad. Conversar con ella era un deleite; muy culta, cuidadosa del lenguaje, respetuosa del interlocutor, atenta, capaz de desarrollar una conversación larga sin perder el hilo y la coherencia.

 

 

Madre y abuela por derechos de crianza, sin parir, como decía ella misma; fue alumna y docente en la misma ciudad que la cobijó a fines de los años cuarenta; el autoritarismo de las dictaduras promovió su cesantía, así como el “acomodo” de personajes “con padrinos”, lo que le impidió escalar en un trabajo estatal. Fiel a sus convicciones, demócrata al extremo, dejó un puesto docente por no aceptar afiliarse al partido gobernante. 

 

 

Muchas veces estuve conversando con ella, pero su vida la conocí a fondo cuando pude ver el video del programa “Somos historia”; ante las cámaras pudo desandar su vida en Esquel y su trabajo. De este material quise resumir lo más valioso para recordarla, pero fue difícil hacerlo; cada párrafo, correcta y coherentemente hablado, como si tuviera que pensarlo para ser escrito, posee valor por sí mismo.

 

 

Era entrerriana, hija de padres inmigrantes, gente que rescataba cuando hacía un balance sobre las penurias y ventajas perdidas por la Argentina a lo largo del siglo. Muy joven y residente en Buenos Aires, trabajaba en un estudio de arquitectura cuando leyó un aviso en el diario pidiendo una persona experta en taqui-dactilógrafía en la Patagonia. Ella sólo tenía el nivel primario, pero igualmente asistió a la convocatoria; al encontrarse con otros postulantes que sabían idiomas y contaban nivel secundario y muchos antecedentes, pensó que no era posible y desistió. Pero el aviso volvió a salir al público; entonces sí se presentó e hizo una prueba en el estudio jurídico donde se hacía la selección. Otros habían rechazado el destino. Era un lunes y debía viajar el jueves… Así fue: no conocía Esquel aunque sí Comodoro Rivadavia.

 

 

La ciudad, aún pueblerina, la recibió, pero no con los brazos abiertos; la gente no siempre entiende bien a una joven soltera y sola que llega desde lejos a estos pagos.

 

 

La impactó el Futalaufquen: montaña, bosque y lagos, una variedad de flores. Había conocido Suiza, pero esto era más bello.

 

 

“Me impactó el paisaje, me quedé enamorada de Esquel, y una hace su casa y tiene más de un rosal y tiene amigos… Yo tenía casi treinta años, sola; me defendí porque lo necesitaba; y me fue muy bien en mi trabajo, fui eficiente. Y pensé que debía seguir el Secundario y ser abogada y especializarme en Penales… Y fui a la Escuela Normal y posteriormente al Comercial nocturno.”

 

 

Luego Sonia se recibió de maestra y empezó a trabajar en la Escuela Normal… Preparaba las clases que le pedían: hoy daba dactilografía, mañana la directora le requería suplantar a un docente con licencia, “…y cómo negarse, si uno tiene una buena base del Secundario, y la cultura general...”

 

 

Trabajó administrando un establecimiento agroganadero; “…fue una hermosa experiencia trabajar para la gente de campo, empezó a fines de los años ’50. Grandes nevadas, viajar en un vehículo que no estaba en las mejores condiciones, para llegar a 30 Km. de Tecka. (…) Antes el ganadero vivía pendiente de la venta de la lana; el estancamiento de sus valores en los ’90 no pasaba antes. Hace muchos años un señor puso un lavadero de lanas; puso un gran capital tras haber vendido un astillero, pero no tuvo apoyo de la gente; cambió de dueño…” y T.E.S.A. (Textiles Esquel S.A.) se convirtió luego en Texcom.

 

 

Cuando existían las franquicias del paralelo 42º, mucha gente se beneficiaba con eso, “…incluso otros que aprovechaban para adquirir bienes, por ejemplo, automóviles, y se vendían al norte del paralelo. Había quienes explotaban a los indígenas, los despojaron de sus tierras. Ahora parece que se reflota el tema de la problemática indígena.”

 

 

Recordaba el diario “Esquel”; sus primeros amigos habían sido el director Luis Feldman Josin y su esposa, “...una gente excelente, hicieron muchas cosas por Esquel; él era maestro que había sido cesanteado.”

 

 

Al llegar conoció el Instituto de Enseñanza Secundaria y a sus profesores “que eran profesionales que no cobraban; los alumnos iban a rendir a Trelew. Hoy muchos de esos alumnos son profesionales. Cuando fui a la escuela, ya era Escuela Normal Nacional, apadrinada por el consulado de Costa Rica.”

 

 

Completó el Comercial y fue maestra con el nuevo Ciclo Superior iniciado en 1971. Cuando se abrió la Universidad, ingresó y daba sus exámenes en esa misma escuela; “…nos recibimos nueve mujeres en Letras…”, con las que seguía en contacto, y las nombraba: Betty Neira, Mecha Gullino, Hebe Angiorama…

 

 

“Con la iniciativa de la doctora Nair de Fernández Vecino se abrió una escuela secundaria para adultos y especializada en Administración; trabajamos ad-honorem y profesores y alumnos llevábamos tizas, papeles, unos palitos de leña. Nacía la actual escuela 708.”

 

 

Como corresponde, decía, fue cesanteada durante el Proceso, en esa escuela y en la Normal; con la democracia fue reincorporada. ¿No importó? Claro, si no negaba haberlo vivido con un dolor intenso. Pero a pesar de que con el correr de los años las heridas dejadas por las injusticias se habían ido cerrando, no olvidaba.

 

 

Cuando se abrió la Escuela Polivalente de Arte inició la carrera de Música que debió interrumpir, pero que culminó cuando se jubiló. Daba gusto verla metida humildemente entre los alumnos más jóvenes, haciendo algo de música, otro de sus grandes gustos artísticos.

 

 

En el video, Sonia resaltaba la importancia cultural que tenía la Universidad, a la cual acudía para seguir la carrera de Derecho. Evaluaba que eran muchos alumnos y que no era necesario que Esquel tuviera tantos abogados, pero destacaba lo importante que es para la juventud poder estudiar en el nivel universitario, leer mucho aunque falten libros, contar con muy buenos profesores y aprender… siempre aprender.

 

 

Decía que “…la educación ha involucionado; ahora los chicos salen del primario y no saben los cálculos; usan la maquinita y no avanzan; los chicos salen de la escuela sin saber lo que se sabía antes.” Criticaba los sueldos de los maestros: “…son vergonzosos, mal rentados. ¿Cuándo comprenderán los gobiernos la importancia que tiene la educación para el pueblo?”

 

 

Cuando llegó a Esquel, el Instituto de Enseñanza Secundaria iba por su segundo año; poco asfalto, apenas progresaba el pueblo; “las escuelas primarias impartían mejor enseñanza.” Daba taquigrafía en una escuela nocturna, pero debió dejarlo por la obligación de afiliarse al peronismo. Firmeza y honestidad, ante todo. La palabra exacta es dignidad.

 

 

En algún momento muy breve se había afiliado al Partido Socialista; si bien luego había abandonado esa afiliación, se seguía sintiendo socialista. Había conocido a la doctora Alicia Moreau de Justo, cuando ésta visitó Comodoro Rivadavia en búsqueda de apoyo para los aliados, durante la guerra. Se había vinculado mucho a ella, a quien juzgaba como un personaje extraordinario; también había conocido a Palacios. “Además de sus principios, eran gente muy honesta, calidad humana que se ha perdido, en general en los políticos. No voto en blanco, pero a veces en el cuarto oscuro me cuesta elegir.”

 

 

Repasaba su actualidad en los años ’90: la miseria que rodeaba Esquel o cualquier ciudad industrial más al norte de la Patagonia. “¿Por qué estamos así en este primer mundo que no es el primer mundo?”

 

 

Sonia también había trabajado en una agencia de turismo a cargo de un señor Alaiza, que era, además, director de Radio Nacional. Terminaron asociándose, y fueron pioneros en la actividad: llevaban diapositivas a Buenos Aires, promocionando la zona. Paralelamente, eran auxiliares de L.A.D.E.: vendían boletos, llevaban pasajeros por el camino sin asfalto, con lluvias y nevadas, en su propia camioneta. En un evento de turismo, la agencia Esquel de LADE fue galardonada como la mejor de la Patagonia. Organizaban los despachos de los aviones y el alojamiento de los pilotos cuando el avión no podía salir. Recordaba que el primer despacho lo había tenido que efectuar con un manual, porque no había podido hacer el curso correspondiente. Incluso, Sonia actuaba como señalera, porque era la responsable de hacer salir el Fokker.

 

 

Cuando le hubiera tocado ser jefa de la agencia de LADE, acomodaron gente; ella, sin “padrinos”, fue cesanteada; “…eso me causó un gran dolor. Cuando me allanaron la casa también, cómo no!!!, estaban mis hijos; porque tengo tres hijos, no los parí pero son míos y soy abuela, porque tengo una nieta de uno de ellos; aquello me dolió muchísimo pero no tengo capacidad de odio y tengo grandes deseos de hacer cosas, pero el físico no me acompaña. Una ve menos, oye menos, pero tengo muchas ganas de seguir haciendo cosas…”

 

 

En la época en que fue entrevistada, estaba preparando material para escribir la historia de la Escuela Nº 708. Sus recuerdos eran fuente obligada para algunos docentes con intenciones de investigar, de hacer Historia. “Pero no creo que a alguien le pueda interesar.” Al contrario, Sonia.

 

 

Siempre tenía presente sus orígenes. “Yo soy hija de extranjeros, gente que vino a este país a trabajar.”

 

Como trabajadora de un estudio jurídico en Esquel, había actuado en el Sindicato de Empleados de Comercio. Desde ese lugar, había participado en un congreso en el que presentó un anteproyecto sobre mejoras salariales para sus compañeros al sur del río Colorado, que se pudo poner en práctica. Fue elegida para cubrir un cargo en la conducción nacional. Con esta elección, que se dio después del año ’55, Sonia se convirtió en  la primera mujer en acceder a un cargo sindical a nivel nacional. También había integrado otras comisiones, cuyos trabajos derivaron en los salarios familiares para los empleados de comercio y otros sectores.

 

 

La Confederación de Empleados de Comercio estaba intervenida por la Revolución Libertadora, pero si bien la entrevistada consideraba que lo partidario no debía obstaculizar lo sindical, porque “… para eso está el comité o la unidad básica…”, al normalizarse, el sindicato tenía representación de todos los partidos e ideas: socialistas, peronistas, radicales e inclusive “…anarquistas, gente un poco atrasada en sus ideas pero excelentes personas.”

 

 

Siendo parte del directorio de CASFEC, y gracias a una beca, había podido conocer Holanda, en toda su dimensión y sus problemas, en plena época de la construcción titánica de los polders, para ganar tierra al mar. “Pero las mutuales no tenían nada que envidiarle a las nuestras.”

 

 

Valoraba su experiencia sindical y rechazaba al sindicalismo actual; “…estos señores que trabajaban en una casa de comercio y ahora son millonarios, no lo puedo aceptar; esas fortunas no son bien habidas, no pueden serlo.”

 

 

¿Qué más? ¿Cuánto más? Sonia, con sus ojos pequeños y su mirada tristona. Sonia humilde y sencilla, algo encorvada por el peso de sus ochenta años, caminando hacia alguna de las escuelas a las que siguió ligada siempre. Sonia en la película “Flores amarillas en la ventana” cumpliendo un rol sencillo y sobrio, al final de la historia ambientada en la época de las trágicas huelgas patagónicas de los años ’20. Con sus hijos o su nieta. Sonia en una fotografía rodeada de flores en la Escuela Nº 179 de Esquel, que lleva con toda justicia su nombre. Sonia en las aulas de la Universidad o en la Polivalente de Arte. Sonia en el Auditorio Municipal viendo alguna obra de teatro.

 

 

Sonia, o Sofía, en el recuerdo.

 

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