RED43 opinion
02 de Enero de 2022
opinion |
Rocío Paleari

Vos tan Beatles, yo tan Rolling Stones

La segunda nota de una serie sobre las distintas formas que puede tener el amor (o el desamor).

Escuchar esta nota

Trabajaba de tarde-noche en una radio. Así fue que te vi por primera vez. Vos tocabas en una banda. Viniste al estudio con tu guitarra. Cantaste, tocaste, hablaste. Yo te escuché desde el otro lado del vidrio del estudio. De tus compañeros de banda ni me acuerdo. Tenías puesto un pantalón de gabardina beige y una camisa celeste. Yo usaba jeans rasgados, medias de red por debajo y borcegos negros.

 

—¿Qué escuchas más? ¿Los Beatles o los Stones? —te preguntaron.

 

—Los Beatles, a full, siempre —respondiste.

 

Yo me reí y ahí fue que nos miramos por primera vez. Con los ojos achinados, cómplices, sabiendo que nuestras respuestas eran opuestas.

 

La entrevista duró más de lo debido. Amagaste con irte disculpándote por hacerme quedar más tiempo trabajando. Yo te dije que esas forradas me pasaban seguido. Abriste los ojos como si no pudieras creer la palabra que acababas de escuchar. Yo me reí. Aclaré que no había problema, que después pasaba la hora extra. Insististe en acompañarme al colectivo. De vuelta, con tus compañeros de banda no sé lo que pasó. Caminamos los dos solos por la avenida y nos frenamos en la parada. Insististe con esperar a que me subiera al colectivo. Te besé antes de que llegara. Nuestros cuerpos se apretaron contra el poste del cartel que indicaba la parada de la línea 12. Nos despegamos cuando el colectivo frenó y abrió sus puertas.

 

—¿Venís a mi casa? —pregunté

 

Me volviste a besar. El colectivero se cansó de esperar y arrancó.

 

—Pasame tu teléfono.

 

Al final me volví a mi casa en taxi. Al otro día me escribiste. Me invitaste a ir al Konex. Cuándo nos encontramos me regalaste una postal de los Beatles. Te pareció que necesitaba una para mi escritorio. Eso dijiste, aunque no sabía como era mi escritorio. A mi me causó ternura y la acepté. Y así, sin más, empezamos a salir.

 

A mi me gustaba de vos que me hacías sentir gigante. No sé si era la forma en la que me mirabas, o lo que me decías, pero siempre sentía que estabas ahí, admirándome. Cuándo hablaba de lo que leía tus ojos se achinaban, como escaneando la información que te estaba compartiendo. Si te compartía lo que escribía tus ojos se agradaban, tus cejas se levantaban, y te veías asombrado. Si mi torpeza me hacía perder el equilibrio, vos te reías y enseguida me atajabas para que no me cayera. Con vos, no había forma de errarla.  Todo lo que yo hacía o decía siempre te parecía genial.

 

Pero… yo estaba muy ocupada escribiendo un libro. Y vos tenías unos tiempos que no eran los míos. Con vos, todo venía con preámbulo, prólogo y nota del editor. Eras un disco que se disfruta desde el primer hasta el último tema sin interrupciones. Y yo solo quería llevarte al bar, arrastrarte al baño, arrancarte la ropa. Me parecía que el tiempo nunca era suficiente.

 

En cambio, vos sentías que teníamos todo el tiempo por delante. Vos querías admirarme, enredarte, enroscarte, para después sacarnos la ropa y amarnos.

 

Está mal decir que los amantes son los que aman a escondidas. Vos no tenías otra, yo tampoco. Pero fuimos amantes con todo el sentido de la palabra. Nos amamos sin decirlo, con los cuerpos, con la mente, con el alma.

 

Pero yo sentí que no tenía ese tiempo, que la vida se me escapaba con vos. Y te dejé. Te dejé de la peor manera: con un mensaje de whatsapp. Sin demasiada explicación, te mandé un “no puedo más” y acto seguido te dejé de responder.

 

Tardamos muy poco tiempo en volver a encontrarnos. Yo te pedí perdón por desaparecer. Vos dijiste que estaba bien, que lo entendias. Pero, lo hecho estaba hecho y nunca más volvimos a estar juntos. Ni siquiera pudiste odiarme cuando te dejé. Cuando te dejé con la excusa de que estaba ocupada, estudiando, trabajando, escribiendo un libro. Te dejé por miedo. Por miedo a que me pusieras la rodilla en la cabeza. A que por amarte así, yo no pudiera seguir amándome a mí, a mis proyectos, al futuro que sigo soñando con construirme.

 

A veces, cuando estoy mal, todavía me llega un mensaje tuyo diciendo que te acordaste de mí, como si lo supieras. Mientras escribo todo esto, en el fondo de mi escritorio, contra el lapicero está la postal de los Beatles que vos me regalaste. Los escucho cantar Let It Be, mientras mi corazón grita bien fuerte Paint It Black.

 

¿QUÉ TE PARECIÓ LA NOTA?
Ocurrió un error