RED43 opinion
30 de Marzo de 2025
opinion |
Pablo Das Neves

Flotación entre bandas: una solución intermedia y transitoria

La columna de opinión de Pablo Das Neves.

Escuchar esta nota

 

En las últimas semanas, el escenario cambiario argentino volvió a ocupar el centro de la escena. Con reservas netas negativas, creciente presión sobre los tipos de cambio financieros y la (presunta) inminente firma de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la posibilidad de que el país adopte un régimen de flotación con bandas vuelve a ser noticia. No se trata de una idea nueva, ni para Argentina ni para el mundo. Pero, como en toda decisión de política económica, el contexto y la oportunidad lo es todo.

 

Las bandas cambiarias son un régimen intermedio que permite cierta flexibilidad, al tiempo que proporciona un ancla nominal. En países con volatilidad crónica y dolarización informal, como Argentina, pueden funcionar como un puente hacia la normalización cambiaria mediante una flotación libre. Pero, como todo en economía, su efectividad depende de la credibilidad.

 

Los regímenes de flotación entre bandas tienen la ventaja de permitir la corrección gradual de desequilibrios, evitando los costos abruptos de una devaluación, sea esta desordenada o no. Además, permiten al Banco Central conservar reservas, intervenir selectivamente y guiar al mercado en la formación de expectativas. Sin embargo, cuando se los implementa sin reservas suficientes, sin un ancla fiscal clara o sin una comunicación creíble, suelen terminar en colapsos.

 

Para que este tipo de régimen funcione en Argentina se necesitan cuatro condiciones mínimas: (1) superávit fiscal primario sostenido, (2) acumulación de reservas netas, (3) inflación en desaceleración con expectativas ancladas y (4) un acuerdo con el FMI que respalde la estrategia de transición. Sin esto, la banda podría ser percibida como una forma encubierta de devaluar, o peor aún, como una promesa que el mercado no cree que el gobierno pueda cumplir. En el actual contexto, Argentina parece tener la oportunidad de que su implementación sea positiva.

 

En América Latina, los ejemplos exitosos son pocos, pero valiosos. Chile utilizó bandas de flotación entre 1984 y 1999, con intervenciones bien definidas y una progresiva ampliación del rango. Este esquema fue clave para facilitar la transición hacia una flotación libre con metas de inflación, que sigue vigente hasta hoy. Perú, por su parte, aplica desde los años 2000 un sistema de flotación administrada sin bandas explícitas, pero con una política de intervención activa que ha estabilizado el tipo de cambio incluso en contextos de alta volatilidad internacional. Uruguay también logro una transición gradual hacia un sistema de flotación administrada sustentado en metas de inflación y fortalecimiento institucional.

 

En cambio, el caso de México en 1994 muestra que todo puede fallar. Un intento de banda cambiaria defendida con reservas insuficientes, en un contexto de desequilibrio fiscal y crisis política, sumado a un contexto internacional que no ayudaba, derivó en una fuerte devaluación y crisis financiera que arrastro a gran parte de los mercados emergentes. Todos recordamos el “efecto tequila”.

 

Saliendo de LATAM también hay casos exitosos. Israel implementó bandas cambiarias entre 1989 y 2005, logrando contener la inflación y facilitar una transición hacia la flotación libre. La banda se amplió progresivamente y fue abandonada con éxito, en un contexto de superávit fiscal, acumulación de reservas y fortalecimiento institucional. Finlandia también participó del Mecanismo Europeo de Cambio (ERM) en la década del 90 antes de adoptar el euro, utilizando bandas para estabilizar el tipo de cambio. Suiza, por su parte, mantuvo un piso de 1,20 CHF por euro entre 2011 y 2015, intervención que sostuvo mediante grandes compras de divisas para evitar la apreciación del franco en un entorno deflacionario.

 

El gobierno de Javier Milei se enfrenta hoy a una paradoja: necesita levantar el cepo, condición necesaria para atraer inversiones, pero hacerlo de forma desordenada deja expuesta a la Argentina a shocks externos y podría detonar una crisis. Hoy, las reservas netas siguen en terreno negativo, aunque se espera el (ya anunciado hasta el cansancio) desembolso del FMI que sería de USD 20.000 millones. La inflación mensual, aunque en descenso, se ubica actualmente en torno al 2,2%, con expectativas aún frágiles. El tipo de cambio oficial avanza a un ritmo de 1% mensual, lo que refuerza la percepción de atraso cambiario.

 

En ese contexto, un esquema de bandas podría permitir un ajuste ordenado. Por ejemplo, si en abril (supuesta fecha del acuerdo con el FMI) se fija un centro de la banda en $1.300 —valor que, el ministro Caputo ha testeado informalmente reduciendo la intervención del BCRA y que el mercado convalidó en sus operaciones — con un rango inicial de ±10%, el tipo de cambio podría fluctuar entre $1.170 y $1.430. Estos valores parecen razonables y compatibles con el nivel de actividad económica. Mas aun si, a medida que pasen los meses, el centro podría moverse con el crawling peg, aunque a un ritmo superior del 1% mensual, y el rango expandirse gradualmente hasta converger hacia la flotación libre en 2026. Pero esto solo funcionará si el mercado cree que el gobierno puede sostener el esquema. De lo contrario, la presión cambiaria seguirá latente.

 

En síntesis, Las bandas cambiarias pueden ser una solución viable y razonable para la transición a una economía más ordenada. Pero no reemplazan la necesidad de una política fiscal ordenada sustentable, de una acumulación de reservas genuinas, de una comunicación transparente con el mercado y de un acuerdo sólido con el FMI. Sin estos pilares, la banda es solo una línea imaginaria.

 

¿QUÉ TE PARECIÓ LA NOTA?
Ocurrió un error