RED43 opinion
09 de Mayo de 2016
opinion |

Jimmy Button (primera parte)

Escuchar esta nota

La historia de la Patagonia en general y de Tierra del Fuego en particular fue objeto de múltiples textos de exploradores y colonizadores: Antonio Pigaffetta, cronista de Magallanes, Pedro Sarmiento de Gamboa, Sir Francis Drake, el capitán Fitz Roy, el científico Charles Darwin y el colono protestante Lucas Bridges. En un mundo de crecientes poderes coloniales, comercio de ultramar y posterior industrialización, bajo el concepto general que ubicaba a Europa como centro de la civilización y las periferias entre salvajismo y barbarie, las poblaciones originarias fueguinas aparecen como grupos despreciados; se los adjetivaba como “feos”, “atrasados”, casi como sub-humanos.
Una de las historias más crueles, pero al fin y al cabo producto de esas concepciones eurocéntricas, es la del indígena Jimmy Button. En la obra “Salvaje (Edhasa)”, el historiador inglés Nick Hazlewood reconstruyó en forma impecable y respetuosa su vida. El yámana fue llevado desde los confines de Tierra del Fuego a Inglaterra por Fitz Roy para “mostrarlo” y tratar de “civilizarlo”. Su compañero de ruta, Darwin, decía que estos indígenas eran “los seres más abyectos y desdichados que he visto en parte alguna”, por lo que no merecían tener historia. Sin embargo, cuando científicos más cercanos a nuestro tiempo decidieron estudiarlos, ya no quedaba nadie a quien dirigir dichas investigaciones. Las matanzas hechas por ganaderos y aventureros pagos, las enfermedades y el hambre los fueron diezmando. Un genocidio más.
En mayo de 1830, el joven se llamaba Orundellico. De apenas unos trece años, vivía con sus padres, hermanos y tíos. Comenzaron una relación con los visitantes forasteros; hubo trueque de perros y pescado seco, piedras brillantes y objetos metálicos. La familia de Orundellico embarcó en tres canoas y fue a su encuentro. Los forasteros lo retiraron y subieron a bordo del barco. Como pago arrojaron a uno de los mayores un botón de gran tamaño. Y por ello lo bautizaron así: Jimmy Button (James pequeño, “botón”). La crónica de los trueques y el “rapto” del niño quedó a cargo del capitán Fitz Roy, comandante de la “Beagle”. Fitz Roy no sabía yámana y los fueguinos no hablaban inglés ni lo entendían. ¿Realmente lo habrían vendido por un botón de poca monta? Para evitar la consideración de secuestro, acto penado por las leyes vigentes, el capitán anotó en su diario que el cautivo “parecía satisfecho con el cambio”.
Pero el niño no era el único que iría a Inglaterra como raro botín. Eran cuatro: Fuegia Basket, York Minster, Boat Memory y Jimmy. Los vistieron y alimentaron y llevaron a Europa. Los fueguinos no fueron tratados como especímenes dignos de estudio: no existen pruebas de que se sometiese a Jemmy, a York y a Fuegia (Boat Memory había muerto poco antes de viruela) a análisis físicos o anatómicos, si bien diseccionaron el cadáver conservado que trasladaron desde Tierra del Fuego en la bodega del “Adventure”. Fitz Roy estaba muy interesado por la seudociencia de la frenología (la creencia de que el tamaño, la forma y la protuberancia de la cabeza revelan el carácter y el estado mental de las personas), por lo que a finales de 1830 los hizo examinar por un frenólogo.
En el verano de 1831, Jemmy y sus compañeros fueron trasladados en carruaje a Londres y entraron al palacio, frente al rey, que los aguardaba impaciente en uno de los salones de Estado. La reunión fue breve, pero pausada. En los fueguinos causó una impresión tan imperecedera que años después la recordarían y seguirían relatándola.

 

¿QUÉ TE PARECIÓ LA NOTA?
Ocurrió un error