La estrategia económica del Gobierno en este tramo del año combina intervenciones quirúrgicas, pragmatismo extremo y una alta dosis de contención política ante el nerviosismo del mercado.
No se trata solo de sostener la macro: se trata de llegar a octubre con el tipo de cambio bajo control, mejor perfil de reservas y cierto aire de normalidad financiera que pueda ser exhibido como mérito electoral frente a la batalla de octubre.
Las tres anclas del programa -dólar estable, superávit fiscal y desaceleración inflacionaria- se han transformado de promesas de campaña en fundamentos electorales, y para cumplirlas, la economía real está pagando costos que empiezan a sentirse fuertemente.
No se trata solo de sostener la macro: se trata de llegar a octubre con el tipo de cambio bajo control, mejor perfil de reservas y cierto aire de normalidad financiera que pueda ser exhibido como mérito electoral
Lo que viene sucediendo con la tasa de caución es un buen ejemplo. Ante el fin de las LEFI, el Banco Central absorbió más pesos de los que el sistema podía tolerar, por temor a una nueva corrida contra el dólar. La tasa escaló hasta niveles superiores al 80% y aun se mantiene alta para los promedios anuales y las expectativas del mercado.
En ese lapso, muchas empresas quedaron momentáneamente fuera del mercado financiero, otras debieron malvender activos, desarmar posiciones estratégicas, o buscar cobertura cambiaria con urgencia. El mensaje es claro: el Gobierno está dispuesto a tensar la cuerda monetaria si eso evita una suba brusca del dólar, incluso a costa de la actividad; mientras que el mercado pide a gritos más liquidez.
Esta obsesión por el tipo de cambio no es casual, el BCRA también tiene "skin in the game", ya que mantiene una posición vendida en futuros de más de u$s 2000 millones, de los cuales u$s 1000 millones vencen en julio a un tipo de cambio promedio de $ 1277.
El mensaje es claro: el Gobierno está dispuesto a tensar la cuerda monetaria si eso evita una suba brusca del dólar, incluso a costa de la actividad; mientras que el mercado pide a gritos más liquidez.
Una disparada del dólar antes de ese vencimiento obligaría al Central a cubrir la diferencia, emitiendo más pesos en un equilibrio que ya es frágil. Por eso, las intervenciones oficiales en los mercados financieros, no siempre transparentadas, apuntan a contener esa presión hasta, al menos, superar esa barrera temporal.
Pero esta meta cambiaria se vuelve mas difícil día a día, viendo como el MEP superó los $ 1300 y los futuros de dólar operando por debajo del precio spot.
Esta obsesión por el tipo de cambio no es casual, el BCRA también tiene "skin in the game", ya que mantiene una posición vendida en futuros de más de u$s 2000 millones, de los cuales u$s 1000 millones vencen en julio a un tipo de cambio promedio de $ 1277.
Compras agresivas
A la vez, el Tesoro avanza con compras agresivas de divisas: cerca de u$s 900 millones en julio, a un tipo de cambio promedio de $ 1265, y sumando también cancelaciones de bonos dólar linked por u$s 1000 millones y pagos por otros u$s 4300 millones en bonos soberanos.
La lectura del escenario es clara: el FMI está exigiendo señales más contundentes de acumulación de reservas por temores de fragilidad macro. En este marco de presión externa, el Directorio del FMI aprobó el desembolso de u$s 2000 millones luego de validar el sendero fiscal y el esfuerzo monetario.
Sin embargo, las reservas netas siguen siendo negativas y el cumplimiento de las metas del programa sigue siendo desafiante. El Fondo, aprendiendo de los errores del pasado, desconfía de la sustentabilidad del programa económico si el mismo no viene acompañado de una significativa acumulación de reservas.
La intervención fiscal para fortalecer el balance del Tesoro (como el canje de bonos y la recompra de deuda) debilita la liquidez en los mercados. Es una estrategia que apunta a contener expectativas, pero que recae sobre el sector privado y el sistema financiero con un peso creciente.
Ese orden interno tiene un precio. La suba de tasas para frenar la demanda de dólares y mejorar el balance del BCRA encarece el financiamiento, comprime el crédito y acelera la recesión. Al mismo tiempo, la intervención fiscal para fortalecer el balance del Tesoro (como el canje de bonos y la recompra de deuda) debilita la liquidez en los mercados.
Es una estrategia que apunta a contener expectativas, pero que recae sobre el sector privado y el sistema financiero con un peso creciente.
En definitiva, lo que está en juego es político. La estabilidad se ha transformado en el principal activo electoral del oficialismo. Cada dólar que no se escapa, cada punto de inflación que retrocede, cada dato de superávit fiscal que se publica tiene una traducción directa en la narrativa de campaña. Se sostiene el discurso del "Plan A", sin devaluación, sin default, sin emisión monetaria descontrolada.
El mercado ya descuenta que después de las elecciones, gane quien gane, habrá algún tipo de reacomodamiento de los pilares del plan, especialmente del tipo de cambio.
Sin embargo, el mercado ya descuenta que después de las elecciones, gane quien gane, habrá algún tipo de reacomodamiento de los pilares del plan, especialmente del tipo de cambio. La estabilidad hasta octubre es la clave de la narrativa electoral. El escenario posterior dependerá del contexto global, pero principalmente de los resultados electorales y su consiguiente margen político.
Retenciones simbólicas
La baja reciente de retenciones al campo, aunque de impacto fiscal limitado, es un gesto simbólico que busca recomponer el humor de los mercados y mejorar el vínculo con sectores productivos afines.
Es una señal que, junto con el acuerdo con el FMI, busca reforzar la idea de un gobierno que sigue con el "Plan A", fiel a su electorado, sin devaluación brusca, sin default y sin emisión descontrolada.
Para los inversores, este escenario exige una lectura táctica y no ideológica. En el corto plazo, la prioridad del Gobierno es mantener el dólar planchado y sostener las anclas del programa.
Inversiones atractivas
En este marco temporal, los instrumentos en pesos ajustables por tasa siguen siendo atractivos, sobre todo si se combinan con estrategias de cobertura parcial.
Las Lecap más cortas, ciertos fondos T+1, o incluso colocaciones corporativas, pueden ofrecer tasas reales positivas mientras dure la pax cambiaria.
Para quienes miran más allá de octubre, la clave estará en detectar si el Gobierno -gane o pierda- mantiene el compromiso con el equilibrio macro o si se impone una corrección de mayor magnitud.
Por ahora, el oficialismo se juega su futuro en la defensa del dólar, la contención de expectativas y la reconstrucción de reservas
Alternativas de bonos soberanos hard dollar, ON en dólares y algo de renta variable pueden ser alternativas viables cuya ponderación responderá al riesgo político emergente de la elección.
Por ahora, el oficialismo se juega su futuro en la defensa del dólar, la contención de expectativas y la reconstrucción de reservas. Pero, como en toda promesa electoral, lo importante no es solo lo que se dice, sino cuánto cuesta cumplirlo.
Pablo Das Neves