22 de Julio de 2017
opinion |

Elecciones 2017. Las gestiones en la mira

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Cuando Mario Das Neves expresó días atrás que “ésta, será la campaña de la gestión”, además de buscar un impacto mediático y proponer a la oposición un desafío comparativo, sabiendo que, de acuerdo a las encuestas que manejan en Fontana 50, la opinión mayoritaria de los chubutenses en torno a la gestión nacional es negativa, también comparte, queriendo o no, responsabilidades con los intendentes propios y ajenos.
Pero… ¿Qué tienen para mostrar los intendentes del Departamento Futaleufú? Si se los analiza por la gestión administrativa y política, los tres afrontan ese examen que impulsa el líder chusotista, con realidades distintas y con mayores apremios unos que otros.
Quien parece tener mayor “aire” es Ariel Molina. La gestión de la peronista María Roxana Novella, le dejó una vara muy baja con la cual comparar. Al asumir en el cargo, Molina se encontró con un municipio endeudado, con obras pagadas no concluidas y un desorden administrativo alarmante, entre otros desaguisados. Luego de penar durante los primeros meses, incluso poniendo plata de su bolsillo para poder abonar sueldos, el intendente del PRO logró darle al menos un orden a su comuna.
Está claro que la economía golpea a todos los municipios, pero en poco tiempo, el “tapado” logró sacar el carnet de piloto de tormentas y, por ahora, parece llevar el municipio de Corcovado con timón firme y rumbo claro.
En el corazón del Valle 16 de Octubre, Omar Aleuy está en una situación un poco más incómoda desde lo político y no tanto desde lo institucional. Administrando los pocos recursos con los que cuenta, Aleuy logró avanzar en obras y va cumpliendo algunas de sus promesas de campaña, como la de llevar servicios a los parajes y barrios (agua y gas) o el buscar alternativas para el acceso a la vivienda con acciones como por ejemplo la adjudicación de lotes a precios muy por debajo de los que se manejan en el mercado inmobiliario local. Parece haber superado la crisis de inicio de año cuando suspendió contratos de trabajadores, logrando, con gran esfuerzo, mantener un esquema de pago de haberes al personal.
Sin embargo tiene otro frente. El intendente del “Pueblo del Molino” no cuenta con un bloque de Concejales que le responda acabadamente. Los ediles chusotistas han demostrado ser más permeables a lobbies del sector privado rural que coherentes con las políticas que establece el Ejecutivo. Así queda en evidencia, por ejemplo, con la ordenanza que habilita el sacrificio de mascotas, vetada por Aleuy e insistida por los ediles con los chusotistas como abanderados. Hay quienes aseguran que detrás de esas diferencias, hay también intereses políticos electorales para el turno electoral del 2019.
La ciudad de Esquel es una gran incógnita. Es que en realidad se desconoce cual es el rumbo que pretende darle Sergio Ongarato a su gestión. Se sabe que Ongarato se encontró de imprevisto con que tenía que gobernar la ciudad de mayor población de la cordillera. Si bien el radicalismo y sus aliados macristas deseaban un triunfo, nadie tenía esperanza cierta de poder imponerse a los candidatos peronistas. Y en consecuencia nunca se prepararon para gobernar a la ciudad. Sin equipo y sin proyecto, se sentó Ongarato en el sillón que durante casi dos décadas ocupó Rafael Williams. Además, durante todo la campaña electoral previa, el hoy intendente destacó el orden administrativo y financiero heredado. Ello le privó de la excusa fácil del macrismo de, ante todo problema, cargar culpas a la herencia.
El apoyo nacional y la buena relación con Provincia le han permitido desarrollar e iniciar algunas obras. Sin embargo su gestión tiene dos problemas. Salvo Alejandro Wengier en  Obras Públicas, los demás funcionarios hacen agua y le provocan dolores de cabezas cada día. Para peor de males, nadie evita que trasciendan las internas dentro del gabinete y hay hasta quienes, desde adentro de los principales despachos, hablan con periodistas para contar intimidades que nada bien le hacen a la gestión Ongarato.
A ello, le suma un bloque de concejales que no da pié con bola en lo legislativo, que tiene sus propias internas y hasta en algunos casos pretenden tener mayor poder de decisión que el propio Intendente, como ocurre con Sergio Sepiurka, quien apoyándose en el hecho de que es él quien tiene los contactos con el Gobierno Nacional, no tiene ningún reparo en abrirle cada tanto alguna polémica con municipios vecinos o la gestión Das Neves, obligando a Sergio Ongarato a tener que salir con la manguera a tratar de apagar incendios. Por otra parte, no hay que soslayar que, ante una porción importante de la comunidad, en especial las mujeres y los descendientes de los Pueblos Originarios, el escándalo de racismo, machismo y xenofobia que envolvió a CAMBIEMOS por las declaraciones del concejal Ricardo “Blanquito” Parisi, también salpicó a la gestión Ongarato ante su falta de reacción a la altura de las circunstancias.
Esas son, a grandes rasgos, las gestiones que por ahora muestran los intendentes de las tres ciudades del departamento Futaleufú. La falta de candidatos opositores (PJ – FPV) de peso en la cordillera, es decir caudillos locales que puedan llevarlos a la arena mediática y desnudar alguna otra falencia, les puede jugar a favor pensando en la cosecha de votos.
Si bien la elección es provincial, una derrota del partido que gobierna cada una de estas ciudades, podría llevar a que el eje del poder político cambie. Molina, insisto, podría tener otro aire aun si Cambiemos no gana en Corcovado. Pero Aleuy y Ongarato tienen por delante un duro examen. Ongarato es visto por muchos radicales como posible cabeza del proyecto provincial del 2019 de la U.C.R. y en el entorno de Aleuy hablan de una posible candidatura a la Legislatura Provincial en el próximo turno electoral. Por ello, ambos, tienen que demostrar que en su ciudad son líderes políticos capaces de traccionar votos. Si pierden, abrirán el juego para los que vienen detrás, listos para reemplazarlos.
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