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26 de Noviembre de 2022
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Venciendo prejuicios, Andrea y su alegría de ser remisera

Andrea Acuña tiene 32 años y hace cuatro que es remisera en la agencia Nevada de Esquel. Tiene una nena de 8 años y una familia que la acompaña y la apoya en todo momento.

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-Por Lelia Castro -

 

­En una charla con Red43, cuenta con mucho entusiasmo y alegría cómo es el día a día en su trabajo, las satisfacciones que éste le da, la relación con los clientes y cómo se las arregla con su familia cuando tiene algún inconveniente.

 

Al preguntarle sobre cómo le surgió la idea de ser remisera, afirma que siempre le gustó manejar, que trabajó 10 años en el Ejército y siempre manejó, siempre fue chofer, es lo que a ella le gusta hacer.

 

"Manejaba los camiones, la ambulancia... Apenas cumplí la mayoría de edad saqué mi carnet, me enseñó mi tío a manejar y la verdad es algo que me gusta, lo disfruto mucho”.

 

 

 

Si bien manifiesta recibir de vez en cuando comentarios machistas y falta de respeto, ella trata de disfrutar su día, de quedarse con lo bueno, y por más que (como en todo trabajo) hay días muy buenos o muy malos, siempre se queda con lo positivo del día: “Siempre hay una persona que te arruina el día, he recibido comentarios machistas. Pero trato de no dejarme llevar por eso porque disfruto tanto de lo que es este trabajo que la verdad que no me afecta lo que diga la gente, trato de no quedarme con eso”.

 

Alienta a otras mujeres a que se animen a lanzarse a esta profesión, a que no tengan miedo ni prejuicios, que es un trabajo muy bonito y dice que estaría bueno que haya más mujeres remiseras: “Incluso cuando viene una chica y me pregunta ‘Andre, cómo es para sacar el carnet, para manejar un remise, qué tenés que tener…’ Yo siempre les aconsejo y les digo: háganlo porque necesitamos mujeres que se animen, y para romper los estereotipos, así que las apoyo a que se animen”.

 

Dice que el trabajo de remisero es una lotería, surgen viajes inesperados todo el tiempo: “vas al aeropuerto a buscar a alguien que viene a Esquel, y de repente te enterás que se va a otro lado, que se va a Neuquén” o algún que otro imprevisto. Una vez se le durmió en el auto una persona en estado de ebriedad y no podía despertarlo.

 

“Una vuelta me pasó que me tocó un viaje a  Bariloche y hubo un temporal tan malo, que me quedé varada en Bolsón, y tuve que pasar la noche ahí”.

 

Comenta que muchos clientes usan al remisero de psicólogo, se sientan atrás y parece que estuvieran en un confesionario, la gente se abre mucho cuando viaja con otra persona. En tono gracioso, dice que se siente como el cura: “Hay gente que sube mal, a veces llorando, y bueno, a veces hacés un poco de psicólogo. Eso está muy bueno, se abren, confían en la persona que los está llevando”.

 

Relata que hay muchas historias, que termina conociendo a los pasajeros, quién es su familia, cómo los tratan, sobre todo a los adultos mayores. Ella sufre cuando ve que van a pagar los servicios o van al médico solos, y más de una vez los ayuda a bajar, los lleva hasta adentro o los espera hasta que salgan para llevarlos de vuelta.

 

“Y medio que me pongo en el lugar también de nieta o de hija, y trato de acompañar al pasajero lo más que se puede y que se sienta contento y que tengas ganas de volver a viajar conmigo”.

 

 

 

 

 

 

Recuerda que cuando comenzó a trabajar en el remís sólo conocía la calle 25 de Mayo, las avenidas Alvear y Ameghino. Fue un gran desafío para ella porque no tenía idea de las alturas y los nombres de las calles, que conocía lo básico. Le costó bastante, pero tuvo el apoyo de sus compañeros. Al principio, pensaba que no le darían viajes largos por ser mujer, sin embargo, es una más del equipo y trabaja a la par de todos: “Hugo, me ayudó un montón. Siempre me indicaba ‘cerca de, al lado de…’ Tuve un buen maestro y aprendí bastante bien. Ahora ya estoy canchera, vos me decís las alturas y te caigo en la puerta de tu casa”.

 

Comenta que siempre trata de capacitarse para ofrecer un mejor servicio al cliente, que esté satisfecho y quiera regresar. Ofrecen muchos recorridos turísticos, por lo cual tienen mucho trato con los turistas, algo que a ella le encanta. Afirma que para ellos, hacer un viaje al Parque Nacional Los Alerces, Los Tulipanes, las cascadas Nant y Fall o la laguna La Zeta, es como un recreo, un paseo y un momento para conocer a la gente. “Yo disfruto mucho de que el turista venga y recorra todos los lugares maravillosos, para mí es un orgullo ir entrando al Parque Nacional Los Alerces y que el turista se enamore y diga ‘¡qué hermosura!”     

 

“Todos los días surgen preguntas nuevas de los turistas, te preguntan ‘¿y qué árbol es este? ¿y qué planta? ¿de qué se vive en Esquel? ¿cuántos habitantes tienen?...’ preguntas que por ahí uno normalmente no las tiene incorporadas. Y siempre trato de capacitarme, de ofrecerle lo mejor al cliente, de saber dónde lo estoy llevando, de mostrarle lo que quieren ver”.

 

Afirma que no sabe inglés, pero que se las rebusca para entender a los pasajeros, a través señas o cosas así. Cuenta que en una ocasión le tocó llevar a una persona sordomuda y no podía entenderle, entonces el malestar que sintió la llevó a capacitarse en el lenguaje de señas: “No la podía entender y realmente ese día me frustré y pensé que no puede ser que no entienda a una persona, así que me estoy capacitando en eso y estoy tratando de mejorar un poquito más para que todas las personas se sientan a gusto con nosotros”.

 

 

 

Está muy agradecida a su familia, a su pareja, a sus compañeros de trabajo, a todas las personas que la apoyan, a la ciudad y los vecinos de Esquel, se define como una persona agradecida: “Esquel me dio trabajo, la gente de Esquel es muy buena y muy amable, todo el tiempo trata de apoyarte en lo que vos haces. Ya con el hecho de que suba una señora y me diga ‘¡qué lindo, me tocó una chica!’ para mí ya es algo muy lindo y súper contenta con la gente de Esquel, el trato que recibo. Así que, nada más que agradecerle a ellos, a mi familia…”

 

 

 

Para finalizar, quiere dejar como mensaje que seamos amables con el otro, porque nunca se sabe por la situación que esa persona está atravesando. Tener empatía con el otro, ser solidarios, siempre estar atentos a lo que el otro necesita y tratar de hacer un mundo mejor (si se puede). El simple hecho de dar los buenos días a cualquier persona puede cambiar mucho.

 

“hay gente que tiene un día muy feliz, hay gente que tiene un día muy duro; hay gente que va a trabajar muy contenta y gente que va a trabajar muy triste. Entonces, tratemos de ser amables”.

 

Se muestra muy agradecida por la nota, ya que hacer conocer su trabajo es algo muy importante. Agradecida y feliz con su trabajo, que la llena de orgullo. 

 

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