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26 de Febrero de 2023
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Diego Llanfulén, del aislamiento del campo a profesor

Diego Llanfulén pasó de vivir con sus abuelos aislado de la sociedad hasta los seis años, a pesar de todo lo que tuvo que transitar en su vida, a recibirse del profesorado de historia, estar al frente de un aula y comenzar a correr.

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-Por Lelia Castro-

 

Fue criado por sus abuelos en Gualjaina, en el Paraje del Mirador, en pleno campo lejos de la sociedad, “inicialmente vivíamos en un lugar que ahora es una tapera. Ahí, además de cuidar ovejas y chivas, también teníamos gallinas, pero teníamos un problema que era el agua, teníamos que ir hasta un cierto lugar a buscar. Traíamos el agua en un maletín o de a caballo”.

 

Al vivir en el campo, lejos de todo, sólo tenía contacto son sus abuelos que lo criaron y con sus tíos que los visitaban de vez en cuando, no tenía contacto con chicos de su edad, por lo que se entretenía sólo o con los chivos o con algún juego que se inventaba. Pasaba muchas horas solo en el campo cuando sus abuelos se iban a trabajar, quedándose muchas veces dormido jugando en medio del campo.

 

 

“Mis juegos eran sobre todo el barro y los chivos. Yo con los chivos hice muchas travesuras cuando era chico, jugaba constantemente con ellos y tenía un carro que era como mi juguete, de madera. Ese era como mi carro, entonces eso lo asociaba, el carrito de madera que tenía, lo asociaba al carro grande que usábamos para ir, por ejemplo, a Fofocahuel o a la costa del Chubut para traer las mercaderías y llevar nuestra lana y pelo que vendíamos una vez al año”.

 

Debido a las distancias y a la imposibilidad de viajar todos los días, Diego no fue al jardín de infantes, por lo que recién tuvo contacto con otros chicos de su edad recién cuando comenzó la escuela primaria en la escuela N° 137 la costa del Río Chubut.

 

 

“Yo desde que nací, hasta los 6 años aproximadamente, no tuve contacto con ningún niño de mi misma edad. Para mí fue muy loco, por así decirlo, encontrarme con niños que tenían la misma edad que yo o que jugaban y todas esas cosas, y ahí fue cuando me gustó mucho la escuela, literalmente me gustó mucho”.

 

Reconoce que quizás por el hecho de haber sido escolarizado tardíamente, le costó un poco más, “yo aprendí a leer muy tarde y me puse al tanto bastante avanzado. Ese fue quizás el riesgo más grande de haber quedado sin escolarizarme, porque en la escuela la pasamos bien, conocimos otros compañeros que más o menos tenían la misma realidad, que venían también del campo”.

 

 

Nos cuenta que él se crió con sus abuelos pensando que eran sus padres, recién en la escuela primaria se enteró que tenía tres hermanos y ahí fue cuando los conoció a David, Yésica y Victoria y comenzó a tener relación con ellos. Su hermano fue quien le contó sobre su verdadera historia.

 

 

“Me crié con mis abuelos, a mí lo que me contaron ellos fue que ellos eran mis padres. Entonces yo me había criado hasta ese momento con la idea que mi papá y mi mamá eran mis abuelos. Ahí yo me enteré que por distintas circunstancias de la vida, de mi madre, me había dado en crianza a mis abuelos”.  

 

Los primeros años de escolarización no fueron completos, ya que cuando comenzaba la temporada fuerte en el campo, sus abuelos lo retiraban de la escuela internado, para ir a trabajar en la esquila y el cuidado de los chivitos y los corderos. Por lo que cuando comenzaban en septiembre las fechas de exámenes, él se tenía que volver al campo hasta marzo. A él le encantaba estar en la escuela y compartir con chicos de su edad y con los maestros.

 

 

“En la escuela siempre sucedía que yo arrancaba bien el año, súper bien, súper contento con los maestros y demás, tuve muy buenos maestros en la escuela que nos acompañaban, que nos hacían reír, que nos contenían y de hecho se quedaban los fines de semana, nos sacaban a caminar, nos hacían hacer otras actividades. Ahí fue cuando mis abuelos iban a buscarme para trabajar”.

 

Aprendió a leer entre tercer y cuarto grado, cuando comenzó a tomarle el gusto a los libros y se dedicó a leer muchísimo terminó la primaria a los 14 años. Tiene muy buenos recuerdos de su paso por la escuela, la relación con sus compañeros y maestros, con quienes compartían diversas actividades fuera del horario escolar: iban a caminar, bañarse en el río o caminar por el bosque petrificado, compartían mate y juegos, se reían mucho.

 

El paso a la secundaria fue un momento de transición y adaptación ya que era todo nuevo, “no me pasó tanto como en la primaria que yo no conocía a nadie y que me tranquilicé cuando conocí a mi hermano David. La secundaria fue mucho más llevadera porque yo ya conocía a muchos compañeros”. Los profesores los incentivaban a que hagan las cosas que les gustan y les hacen sentir bien. También para despejar la mente, salía a correr por las tardes.

 

 

“A mí me gustaba escribir, entonces empecé a seguir eso y también a jugar al ajedrez, le jugaba al director que era muy bueno -y le ganaba por cierto-. Ahí fue cuando participé en los Juegos Evita. En los Juegos Evita culturales participé en poesía y cuento, y en los juegos deportivos siempre participé en ajedrez, siempre me iba bastante bien, no salía primero ni segundo, pero siempre estaba participando”.

 

Reconoce que al venir del campo, ha sufrido discriminación, que muchas veces a los chicos que vienen del interior o que son de alguna comunidad o minoría son desprestigiados o rebajados. Muchas veces los tratan como personas que no tienen futuro o que no llegarán a nada en la vida.

 

 

“Decían que a los chicos del campo hay que enseñarles lo básico: simplemente a leer y a escribir y ya está porque no tienen futuro, escuché decir eso de una persona que no voy a decir el nombre. También por pertenecer a la comunidad a la cual pertenezco, siempre me reconocí como mapuche, eso y el hecho de ‘indio de…’, siempre algo de eso aparece. También esto de decir ‘vienen del interior’, también como rebajando”.

 

A pesar de todas las adversidades, Diego terminó el primario y el secundario, gracias al apoyo de sus tíos y abuela, comenzando el profesorado de Historia en la ciudad de Esquel, donde se tuvo que mudar a la casa estudiantil de varones, comenzando una nueva aventura y muchos aprendizajes, ya que no conocía el lugar ni a nadie aquí. Estaba entre este profesorado y el de literatura, pero tenía un profesor que le contaba la historia como un cuento, que les hacía vivir la historia y sentirse como si estuviesen allí en esa época, entonces se decidió gracias a eso.

 

 

“Ahí me vine, fue un 16 de marzo de 2014, ya había venido a anotarme en el profesorado, los papeles estaban todos al día y ese día llegué a la terminal de Esquel y ahí me esperaban mis compañeros, eran tres compañeros que estaban haciendo otras carreras y la coordinadora, que es la misma de la escuela estudiantil de chicas”.

 

Sale a correr cuando se siente muy estresado o muy acelerado por el ritmo de la carrera, comenzando a practicarlo como deporte con el grupo de atletismo Patagones, su entrenador Víctor es quien lo estructura y lo disciplina.

 

 

“Comencé a trotar por estrés, por sentir que no dormía bien, que mi alimentación no era adecuada, por un montón de cosas, un montón de demanda que el cuerpo empezaba a pasar factura. Entonces fue cuando dije voy a empezar a correr, a trotar despacio, primero me daba mucha vergüenza porque yo nunca había corrido y tampoco tenía la ropa adecuada, así que siempre sabía salir a la tarde cuando no había nadie, cosa de que nadie me vea. Ahora ya es algo habitual”.         

 

Un ejemplo de alumno y de persona, siempre pensando en positivo y tratando de ir para adelante, superándose a sí mismo constantemente, nos dice que hay que tener fe, esperanza y confiar en los proyectos de vida y en los sueños. Como profesionales, mantener la identidad de cada uno, sin olvidar las raíces, cada uno tiene sus formas y sus maneras y se debe estar orgulloso de eso: de la forma de ser, de vestirse, de expresarse, es algo que nunca hay que perder y siempre seguir para adelante, haciendo lo que a uno le gusta, porque “siempre va a haber algo y siempre se van a abrir las puertas, siempre”.

 

 

“Para mí esto era un sueño, el hecho de que yo hoy estoy frente de un aula, y para mí cada vez que lo hago es mirar siempre ese pasado, es maravilloso porque se puede lograr, no importa la condición, no importa de dónde venís. Lo que importa es la voluntad, la perseverancia, la constancia y ponerle mucha dedicación a eso. Estudiar mucho y nunca olvidarse de sus raíces, nunca olvidar su historia, porque eso es lo que nos representa: la forma que nosotros somos, la forma en la cual hablamos, la forma en que nuestros cuerpos hablan también”.

 

Hoy en día, Diego se sigue ejerciendo su profesión con dedicación, capacitándose, comenzando una carrera nueva y realizando cursos, también haciendo deporte y varias actividades al mismo tiempo, como a él le gusta, “tratando de hacer siempre un montón de cosas, siempre en positivo”.

 

 

 

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