RED43 red43-canal Especiales RED43 26 de Marzo de 2023 26 de Marzo de 2023 red43-canal | Hace 3 meses - Por Redacción Red43 RED43 Canal La incansable lucha de una empleada por su familia Un trabajo que ha sido muy poco reconocido, pero que implica mucho esfuerzo para quienes lo realizan. Elvira Crespo comenzó a trabajar como niñera a los ocho años y luego como empleada doméstica toda su vida. Una historia de trabajo duro. Por Redacción Red43 Escuchar esta nota A+ A- -Por Lelia Castro- A lo largo de la historia, muchas familias han contado con el servicio de una empleada doméstica, quien se encarga del cuidado tanto de la casa como de los hijos, quien limpia, cocina, deja todo impecable, está en todos los detalles y que muchas veces hasta tiene las llaves de la casa donde trabaja, lo cual implica una gran confianza. Un trabajo que requiere muchas horas y esfuerzo, que pocas veces es reconocido y hasta desvalorizado, sin pensar que esa persona trabaja para mantener su propia casa y a su propia familia. Que muchas veces sale de una casa y se va a trabajar a otra, desde muy temprano en la mañana, hasta entrada la tarde, y que luego debe ocuparse de los quehaceres de su propia casa. Hoy a sus 76 años, Elvira en una charla íntima, nos cuenta su historia y los momentos duros por los que ha tenido que pasar a lo largo de su vida. Nos cuenta que a los 8 años comenzó a trabajar de niñera. La directora de un colegio se la llevó a Buenos Aires, diciéndole a la familia que era para estudiar, pero cuando llegó a destino, la estaban esperando varias familias para que vaya a trabajar como empleada doméstica. “Empecé de niñera, pero trabajaba de niñera y hacía tareas de limpieza, me paraba en una silla para lavar los platos, a la tarde en vez de ir a la escuela. Me habían dicho que a la tarde podía ir a la escuela, pero no pude estudiar por eso, porque empecé primero a cuidar chicos, a cuidar bebés, y después de limpiar, no pude ir a la escuela. Con ocho años”. No pudo ir a la escuela porque la directora del colegio de monjas la llevó junto a otras catorce niñas de distintos lugares del país, para emplearlas en casas de familia. No fue escolarizada, por lo cual ella no sabía ni leer ni escribir, ni podía llevar la vida que normalmente tiene un niño de tan temprana edad, con juegos y aprendizajes. Luego de nueve meses, se escapa y se vuelve para Esquel. “Y empecé a leer mirando revistas, así aprendí a leer, porque no sabía leer, y en realidad ni a escribir”. Recuerda lo difíciles que fueron esos momentos en Buenos Aires, ya que trabajaba en la casa de una señora muy grande y que tenía un hijo también grande, donde sufría muchos maltratos. También trabajaba en el consultorio de un dentista, donde tampoco la pasó bien. Hasta que se vino a trabajar a Esquel con su hermana. “En Buenos Aires tuve maltrato, y acá en la escuela, donde trabajé la primera vez. Allá en Buenos Aires lloraba en la noche, porque me dejaba la comida en un platito chiquitito, ella se iba a pasear con su hijo grande, no tenía marido, era viuda y en la noche me acostaba a dormir, no sé a qué hora me acostaba dormir, porque ellos no venían en todo día, estaba encerrada en el departamento y que no toque nada. Y no tocaba nada, lo que no es mío no es mío. Comía lo que ella me dejaba en la heladera y por ahí pasaba hambre, pero de dónde voy a sacar, no puedo tocar nada de lo que no es mío". Ya más grande, cuanta que le cambió la vida el haberse vuelto a trabajar a Esquel, formar su familia, con su concubino y sus cuatro hijos, y dejar de alquilar cuando el gobierno les brindó una casilla para vivir. “Cuando volvió Perón hicieron las casillas madera estas, entonces yo enganché ésta. Y acá vivo, no me acuerdo los años que vivo, pero ya hace rataso. Es la vivienda más vieja, eso sí. Porque esa casa se vendió, aquella también. Soy yo la que vivo hace más años acá, cuando recién volvió Perón. La única que no vendió su casa, esa casa ya ha sido vendida tres veces”. Nos dice que para ella, la vida nunca ha sido fácil, siempre tuvo que rebuscárselas y trabajar mucho para sostener la familia. Más aún cuando su pareja falleció y tuvo que hacerse cargo sola de sus cuatro hijos, con el menor de ocho meses, haciendo de mamá y papá a la vez. Cortaba el pasto o juntaba leña. “Fue muy duro para mí. Ahí entré a trabajar en el regimiento, en el barrio San Jorge con mis patrones. Así que me atendieron muy bien, me trataron muy bien. Porque yo me iba a Bariloche y la señora no me dejó ir. Ella me dice ‘no Elvira, vos no te vas, te quedás conmigo y no te vas’. Y de eso hasta ahora, ellos me llaman y todo”. Acá siempre trabajó en casas de familia, de quienes tiene buenos recuerdos, ya que a pesar de no trabajar más con ellos, siguen manteniendo contacto con ella y la ayudan o están presentes cuando los necesita. “Siempre trabajando en casa de familia. Estuve con el señor director de la cárcel cuatro años: atendía a seis chicos, cocinaba, lavado y planchaba ahí. Y cuando mi jefa se iba a Buenos Aires, yo atendía a los chicos, iba y venía, iba y venía. Tengo certificado de buena conducta en la Unidad Catorce. Y así, en casas particulares he estado en muchas partes, con la familia Gilardoni, que él era director de la Politécnica. Falleció mi patrón y está la señora, que tiene dos hijas, Blanquita y Teresa”. Del barrio San Jorge, de las casas del regimiento, ha trabajado con casi todas las familias, quienes hasta le dejaban las llaves de sus casas para que ella vaya a trabajar, con lo que pudo salir adelante y mantener a su propia familia. “Trabajando parte, de las ocho hasta la una salía de ahí y me metía hasta las seis en otro lado. Y así, ganaba 300 pesos por mes y pude techar mi casa con chapa de zinc, porque si no esto se llovía todo. Y bueno fue dura, dura pero esta señora me ayudó un montón: con el pan, con jabón, con la carne, las masitas, con todo”. Con el tiempo fue progresando, arreglando y agrandando lo que empezó siendo una casillita de madera. Ahora cuenta con gas, pero al principio cocinaba y se calefaccionaba con leña. Cuando pusieron el gas, ellos mismos hicieron la zanja “a pura pala y picota”. Su vida ha sido muy difícil y sacrificada, para criar a sus hijos, que muchas veces no tenía qué darles de comer, entonces salía a cortar el pasto también. “Así que de venir de allá del barrio San Jorge hasta acá, te podés imaginar cómo yo llegaba, con todas las zapatillas embarradas, toda llena de nieve, todas mojadas a las seis de la tarde. A veces me traían los patrones, pero a veces los autos no subían, porque no suben hasta ahora. Así que mi vida fue muy difícil, muchos porrazos, tuve un porrazo que me caí en las vías y me quebré la mano, me quedé ahí sentada y afirmé la mano hacia atrás. Y así iba a a cuidar la casa que tenía las llaves y todo”. Así como ella trabajó toda su vida para los demás, llegó el momento de recibir ayuda, ya que sufre de asma y del corazón. El intendente y su esposa fueron hasta su casa para que le den la pensión, porque ella no la iba a sacar. Ella siempre predispuesta a salir corriendo para ayudar a quien lo necesite, no lo hace por interés ni para recibir algo a cambio, sino porque es su esencia. “Siempre tuve ayuda gracias a Dios, siempre. Porque si a mí me dicen ‘vení Elvira ayúdame’, yo salgo corriendo, esté como esté. Porque ahí en el barrio, el capitán Núñez, la señora estaba por tener familia en la noche, yo salía de trabajar y me metía ahí. Y después tenía los días salteados para ir a las otras casas. Esa señora iba a tener familia y el nene chiquitito se pegó conmigo, entonces me lo traía a acá. Ahí afuera tengo una foto con uno de los niños”. Ella está siempre sonriente, trabajando, caminando, siempre está de buen humor, es cariñosa con la gente, por eso los patrones que ha tenido la quieren tanto y dice ‘nunca está enojada Elvira’. “El día que yo le decía que voy a limpiar todos los vidrios de la casa, seguro que mañana está lloviendo, ¡dicho y hecho, y al otro día llovía! Parece mentira, y me pasa acá en casa también. Parece mentira, ahora están sucios, pero mantengo limpio porque como acá es una avenida, tenía que tener limpio igual afuera. Afuera en la tierra, yo los yuyos los saco todos con la pala”. Hoy ya es abuela y disfruta de sus nietos, pero mirando para atrás, siente que le costó mucho ser mamá y papá a la vez, porque por trabajar no iba cuando los chicos tenían entrega de diplomas o boletines, nunca podía ir. “Ese es el dolor que tengo, porque nunca pude estar presente, cuando los chicos necesitaban que tenía que hablar la madre, o por ejemplo, le entregaban los boletines o algo, nunca pude está presente y cuando entregan un diploma que se terminaba la escuela, nunca pude está presente porque estaba trabajando para traer el pan para la casa, porque yo hacía de papá y mamá a la vez. Pero puedo decir que los chicos nunca tuvieron mala junta, o decir este pibe llega de noche o algo. No, jamás, eso sí que no”. Al trabajar tantos años en el barrio del Regimiento, ha conocido a muchas familias que han pasado por ahí, ya que luego de unos años los mandan a vivir a otro lugar. Nos cuenta que sigue en contacto con muchos de ellos y hasta le mandan cosas, o le dejan muchas cosas para ella y para su casa cuando se van. “A la familia Hang, a ellos los adoro, esos son mi corazón. Yo cuando los veo es una alegría enorme, los ojos se me llenan de lágrima cuando lo veo a él. Para mí yo adoro y patrón igual. Yo le digo para qué me mandan algo, si yo no estoy trabajando, cómo voy a hacer yo para devolver esto que me mandan. Porque nadie te va a dar un peso si vos no vas a trabajar o hacer algo. En cambio, ellos de allá me mandan cosas. Tengo cadena, tengo arito, tengo de todo que me han mandado, pulserita, monedero, todo todo todo, y tengo todo guardado. Y una de las chicas cuando se fue, mira dice, Elvira no te ofendés, me dice, agarró todos los cubiertos, los puso todos, esos platos me los dejaron ellas esto me lo dejaron ellas, estas tasitas me las dejaron ellas; esta pava me la dejó el capitán Logati; ese aparato de caña me lo dejo López Vargas, jefe del taller del regimiento”. Como un ejemplo de honradez y cultura del esfuerzo y el trabajo, Elvira les quiere dejar como mensaje a los jóvenes que trabajen, que hagan bien las cosas, que no le saquen las cosas al otro, que se ganen todo por mérito propio. Ella todo lo que tiene, que se pudo ir comprando con el paso del tiempo, fue gracias a su trabajo y al ahorro. Aunque no le sobra la plata, intenta pagar siempre las cuentas antes de que llegue el vencimiento, para quedarse tranquila. “Trabajo y tener buena conducta no andar haciendo mal las cosas, sacándole al otro, no eso no está bien. Porque si vos trabajas, tenés 10 pesos, guardalos porque mañana los precisas. O 50 centavos, como teníamos antes. Eso lo tenés que guardar, si no lo usas guardalo, mañanas tenés más y vas juntando. Y yo era así, juntaba la platita, y compré eso primero, después compré esto, después eso, esa cocina me la dieron y me dio un mejor vivir a mí. Pero esto es todo comprado también. Cuando ya me vino el primer sueldo mí de la jubilación me compré esto. Y así, la cama, no tenía cama, no tenía un colchón bueno. Ahora gracias a Dios tengo todo nuevo. Trabajando y con mi sueldo”. ¿QUÉ TE PARECIÓ LA NOTA? 94 2 {{positivos}} {{negativos}} Ocurrió un error