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17 de Septiembre de 2023
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Sonidos de un corazón valiente: Gisela Finocchiaro y su vida en la natación

Gisela Finocchiaro es hipoacúsica, lo que no le impidió desde chica desempeñarse en el ámbito de la natación, deporte que le abrió muchas puertas en su vida, marcando y forjando su destino, así como las amistades que conserva hoy.

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Por Lelia Castro

 

 

Gisela Finocchiaro, de 39 años, es una verdadera inspiración. Nacida en Capital Federal y criada en Villa Ocampo, un pueblo de Santa Fe, su vida ha estado marcada por la hipoacusia, una condición auditiva que podría haber sido un obstáculo insuperable, pero que ella se convirtió en un trampolín hacia el éxito. Esta es la historia de una mujer que ha demostrado que la pasión, el deporte y la familia son fuerzas capaces de superar cualquier desafío.

 

 

 

Hoy es profesora de Educación Física, trabaja en la Secretaría de Deportes de la ciudad de Esquel, en la coordinación de eventos actualmente. También es la vicepresidenta de la Federación de Natación de Chubut, además se encuentra dentro del cuerpo técnico de Chubut Deportes desde el año 2016, están trabajando para los juegos de este año. Está en deportes hace doce años. Hasta hace poco formó parte del equipo de natación en el natatorio municipal.

 

 

 

La hipoacusia, sordera o deficiencia auditiva, es un trastorno sensorial que consiste en la incapacidad para escuchar sonidos, y que dificulta el desarrollo del habla, el lenguaje y la comunicación. Puede presentarse en forma unilateral, cuando afecta a un solo oído, o ser bilateral cuando ambos oídos están afectados.

 

 

En edad temprana lo descubrieron y fuimos tratados y estimulados con tiempo, y gracias a Dios hoy prácticamente si no fuera porque nos miran y ven que tenemos un audífono en la oreja, no se dan cuenta que somos hipoacúsicos. El trabajo que han hecho los profesionales, mi mamá, la abuela, mi familia en sí, mi tío en llevarnos y traernos cada seis meses a Buenos Aires a hacer controles; no estaríamos hablando hoy con la fluidez que hablamos por el grado de hipoacusia que tenemos”.

 

 

 

Desde temprana edad, Gisela mostró un amor innato por el agua. Su madre, viendo su entusiasmo en el río Paraná, la inscribió junto a su hermano en una escuela de natación en el Jockey Club de Villa Ocampo. Fue allí donde Gisela dio sus primeros pasos en el mundo de la natación, bajo la tutela de la profesora Analía Innocenti, quien no solo la integró al equipo de natación, sino que también se convirtió en un pilar fundamental en su vida al aprender a comunicarse, a pesar de que esta no podía usar sus audífonos en el agua.

 

 

Con un montón de cuestiones a resolver en el transcurso de mi infancia, que es el tema de la hipoacusia. Cuando yo nadaba no podía usar los audífonos y Analía ahí tuvo que aprender a comunicarse conmigo y el resto del grupo también. La verdad que más allá de cuestiones cotidianas, siempre fui bien recibida e incluida dentro de todo el proceso del deporte, en la rutina de la natación. No fue una limitación, gracias a Dios, hasta el día de hoy”.

 

 

 

La hipoacusia, una barrera que podría haber limitado sus sueños, nunca fue un impedimento gracias al apoyo de su familia y al esfuerzo constante de Gisela por superarse. Tanto ella como su hermano, Juan, quienes son hipoacúsicos de nacimiento, recibieron tratamiento y estimulación desde una edad temprana, lo que les permitió desarrollarse plenamente y convertirse en profesionales exitosos: Juan en ingeniería y Gisela como profesora de Educación Física.

 

 

Que así y todo de algunas dificultades que he tenido y sigo teniendo debido a mi hipoacusia, siempre me han ayudado a insertarme de la mejor manera en todos los grupos”.

 

 

 

A los 9 años se viene a vivir a Esquel con su madre y su hermano, y se integran al equipo de natación municipal, con la profesora Malala, quien marcó su vida y su destino, está convencida de que la natación le ha abierto muchas puertas, “sobre todo para aprender a relacionarme con las personas. Lograr estar involucrada todo el tiempo en una actividad me permitió poder socializar, acostumbrarme a diferentes grupos y que los chicos se acostumbren también a mí”, afirma.

 

 

La natación se convirtió en la pasión de Gisela y en su segunda casa. A lo largo de 11 años, vivió la emoción de la competencia, los viajes en condiciones austeras y el apoyo incondicional de su familia y la comisión de padres del equipo. Cajas de camioneta como transporte y noches en carpas no eran obstáculos, sino desafíos que Gisela y su equipo enfrentaron con determinación y espíritu deportivo.

 

 

Hemos hecho cosas que hoy no lo haría nadie, porque la situación es distinta, los tiempos son distintos, también los chicos son distintos; a nosotros no nos importaba dónde nos íbamos a quedar, queríamos ir a competir, ir y pasarla bien. Tampoco éramos muy conscientes del tema del triunfo, éramos conscientes de que íbamos a salir de Esquel y participar de un evento”.

 

 

 

Convivir con su hipoacusia fue un trabajo y un esfuerzo enorme en su vida, también en las competencias, porque no oía el silbato de partida, entonces ella esperaba que largue el resto para partir. En algunos de los eventos que se hicieron dentro de Chubut, Alejandra pidió permiso para poder tocarle el pie cuando sonara el silbato, no existía la tecnología que existe hoy para los sordos, como luces o vibradores en los partidores. “Para mí nada fue un impedimento, simplemente traté de ir adaptándome a todo y de sacar provecho a todo lo que pudiera para poder hacer de mi rendimiento dentro de la natación lo mejor posible”, dice.

 

 

 

En el equipo municipal, de la mano de Malala como profesora, recuerda que eran muy buenos nadadores y competían a nivel provincial, regional y nacional, junto con medallistas olímpicos, como José Meolans y Georgina Bardach.

 

 

“Formar parte de esa época a nosotros nos hacer sentir especial, porque costaba muchísimo antes entrenar, los recursos eran escasos, el presupuesto para el deporte era muy escaso. Y hoy lo sigue siendo, el deporte en Argentina, la elite no está siendo respaldada como debe serlo, pero eso hay que seguirlo mejorando. Acá en Esquel hay deportistas olímpicos que no están en las mejores condiciones, pero son cosas que hay que seguir luchando para que se mejore y se valore, porque el esfuerzo hay que premiarlo”.

 

 

 

Su desempeño en la natación le brindó numerosos logros y reconocimientos, pero ella aprecia más los valores y las amistades que adquirió en su camino. La natación no solo le dio medallas y podios, sino también lecciones de vida, resiliencia y solidaridad. Cuando sufría episodios de lo que hoy es conocido como “bullying”, ella no se lo tomaba a mal, sino que lo tomaba como una situación para superarse y “hacerle entender al otro de que tenía que entender que yo tenía una limitación, y no es que tuviera que ser comprensivo conmigo, sino que tenía que aceptarme como soy”, comenta.

 

 

“Durante la primera infancia y la adolescencia fue todo un trabajo. El deporte y estar en contacto constante con diferentes personas, grupos, viajes y el entrenamiento mismo, a mí me solucionó un montón de cosas, porque en lo cotidiano hace que las cosas se vuelvan naturales y todos aprendemos de eso, tanto yo desde esa discapacidad que tengo y tanto el resto de lograr entender, comprender y aprender a comunicarse”.

 

 

 

La familia jugó un papel fundamental en la vida de Gisela. Su madre, su abuela y su tío fueron pilares de apoyo inquebrantable. Su abuela quién partió hace poco tiempo, Estela Macayo, fue maestra y directora de la Escuela N°20, le transmitió la importancia de los valores familiares y la educación. A pesar de la exigencia, agradece profundamente a su familia por ser quiénes son hoy. Conmocionada, recuerda que “era una persona inmensa, luchó mucho para formar la familia que formó, tanto mi tío como mi mamá, ese concepto que tenemos que ser unidos: una familia unida, con valores, cuidándonos los unos a los otros, y eso ha sido hasta el día que ella se fue”.

 

 

 

Trabaja actualmente en la Secretaría de Deportes de Esquel, coordinando eventos y siendo parte del cuerpo técnico de Chubut Deportes desde 2016. Su pasión por el deporte la llevó a estudiar Educación Física con el sueño de dirigir algún día el equipo de natación, un sueño que se convirtió en realidad de manera rápida. Para ella, el deporte es una fuente de educación, unificador de culturas y un camino hacia la disciplina, la resiliencia y la igualdad. Comenta que “todas las personas que han formado parte de la Secretaría se han encargado de que nosotros tengamos buenos recuerdos, por eso siempre nos dan ganas de volver”.

 

 

 

Hoy, Gisela desea transmitir un mensaje de creer en uno mismo y empoderamiento a las nuevas generaciones. A pesar de los desafíos que enfrentamos en la sociedad actual, Gisela cree que cada persona tiene el poder de generar un cambio desde su lugar, ya sea como estudiante, trabajador o ciudadano comprometido. Su historia es un recordatorio de que la pasión, el esfuerzo y la determinación pueden superar cualquier obstáculo.

 

 

Estudien, recíbanse, lo que empiezan lo terminan, y empiecen a cambiar algo, en la sociedad y en lo cotidiano de cada uno, yo voy a tratar de hacerlo desde el lugar que me toca hoy, un poquito que pueda dar lo voy a dar al 100%, porque hay que estar al 100 para generar un cambio. Simplemente eso, cada uno desde el contexto en el que estén, que crean que son capaces de cambiar algo para bien, y para el bien de todos, de la comunidad, de la provincia, del país o de lo que sea. Pero tenemos que creer, nunca perdamos eso”.

 

 

 

Gisela Finocchiaro es un ejemplo viviente de cómo el amor por el deporte, la unidad familiar y la superación personal pueden llevar a alcanzar los sueños, sin importar las barreras que se presentan en el camino. Su historia nos inspira a todos a creer en nuestras capacidades y a trabajar juntos para un futuro mejor.

 

 

 

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