RED43 red43-canal Especiales RED43 03 de Septiembre de 2023 03 de Septiembre de 2023 red43-canal | Hace 1 mes - Por Redacción Red43 RED43 Canal Conoce la historia de ”Chaluca”: Toda la vida en el campo y una crianza a la par de los animales Eloísa Soto nació en el Cañadón del Zaino un 19 de noviembre de 1928. De pequeña, comenzó con trabajos de campo y su vida no fue nada fácil, ya que había que hacer todo. Desde que tiene uso de razón ha trabajado. Por Redacción Red43 Escuchar esta nota A+ A- Por Lelia Castro Eloísa nació y se crió en el campo, es la mayor de seis hermanos y la única que queda viva. Al verla me producía ternura, me costaba imaginar que no haya tenido infancia, ya que desde los tres años su vida fue basada en la cría de chivas y demás. A medida que transcurría el tiempo, el trabajo era más duro: su papá tenía una vagoneta y acarreaban leña, “hasta abajo yo iba a caballo y cargábamos la vagoneta, ¡lo que he sufrido! ¿Y qué gané? No gané nada”. Aprendió a esquilar, cortar leña, armar adobe, y con una sonrisa a sus 95 años, por su edad va contando lo que recuerda, dice que era arisca, porque no veía gente. Además no tenían ropa ni calzado, eran "como animalitos", dice. “A mí no me gusta el pueblo, nunca he estado viviendo ahí. He estado con mis papás criando los animales y yo nomás, nadie me dio nada. Gracias a Dios tengo porque he cuidado, y tengo a mi hijo que me cuida también, ahora está él, yo no cuido más ovejas”. Al preguntarle por su infancia respondió bien, seguramente porque era natural trabajar; no conoció lo que era una escuela, no sabe leer ni escribir, no conoce la plata pero tiene a su hijo Nicolás que la acompaña continuamente, la cuida y sus otros hijos también, pero trabajan en otros lugares. “Yo me crié en el campo y no me hicieron estudiar, ni una letra sé, yo nunca fui a la escuela, al campo nomás”, comenta. Toda su infancia transcurrió en el cañadón del Zaino; recordaba que cuando su papá se casó, tenía un caballo, “el piojento”, lo que le causa gracia al contarlo. Recuerda que su padre, tenía 20 animales, “yo los crie en el campo pastoreando y se hizo una majada grande, yo nomás los cuidaba”. Al hablar de su mama, Doña Isabel Sepúlveda, se emociona mucho, la lloró dos años y la extrañó mucho. Porque Eloísa, cansada de los golpes de su padre, a los 30 años se escapó y se fue a vivir a El Mirador, lugar donde vive hasta hoy. Por su edad, de a poco iba recordando sus vivencias y lo dura que fue su vida. Eran seis hermanos de los que sólo quedó ella, “demasiado que ando bien ahora”, afirma. “Yo desgarreaba las chivas, mi papá me iba a buscar, enterrada en la nieve esquilando y yo aguantaba el frio nomás. Me hice mujer en la casa de mi papá, después se perdió mi papá; mi mamá formó su hogar con don Currumil, pensando que la vida sería menos dura”. Al preguntarle por su infancia y si ella jugaba, responde “¿con quién voy a jugar? con los animales nomás, cuidando animales nada más. Cortábamos adobe para hacer la casa, hacíamos trabajos pesados. Éramos cuatro hermanas", cuenta. Su hermana Elba era ciega, “quería conocerme a mí y manoteaba”. Elsa tenía cáncer y Elvira no sabe de qué murió, “solo quedo yo, aguantadora la Soto”, sonríe. Cuando era chica tenía que trabajar mucho y aprendió a hacer de todo, además de las tareas diarias en el campo, cuidar a las gallinas que tiene entre otros animales, realizaba las tareas del hogar y a su vez hilaba y tejía a mano toda la ropa para sus hijos y todo para el hogar, desde guantes y manoplas, hasta hermosas mantas. Al recordar a su padre, cuenta que era "un chileno muy bruto" que "cascoteaba" a la mamá, que si no encontraba las chivas le pegaba. Cuenta que un día se quebró la mano por salir corriendo para evitar la golpiza. “Una vez le contesté mal a mi mamá, salí corriendo y me caí, quedé débil e hinchada, mi mamá lloraba. Sufrimos mucho, mi padre era un chileno muy bruto, no podés creer que sean tan brutos, si no encontraba las chivas nos pegaba”. Cuando se casó siguió trabajando, salía a esquilar para criar a sus hijos, “me toco un marido borracho, salía a pata a cuidar a las chivas”, cuenta que sabe carnear, pero que ya no lo hace porque está vichoca por los años. “Cuando era pobre salía a darle comida a los chicos, me tocó un marido borracho, entonces hacía comida para los chicos y salía a ver a las chivas, a pata. Después me aburrí de las chivas. La madre era mala, me hacía dormir como perro”, dice. No obstante estar casada, todo lo hacía sola, para hacer las compras cargaba el caballo de tiro con las bolsas de harina, fideos y todo lo demás, lo mismo que para llevar a los hijos a la escuela. Todo lo hacía a caballo, soportando el frío, la nieve y las contingencias del terreno, toda una vida de sacrificio y trabajo. Fue partera, cuidaba a los animales, pero no le pagaban, “sólo el señor López me pagó con tres ovejitas, una máquina de cortar carne y plata, el único”; trajo unos cuántos chicos al mundo. No la dejaron hacer más ese trabajo, por si nacía un chico muerto le echarían la culpa, quedó asustada con una niña que nació sin dedos. A pesar de haber tenido una vida dura y triste, hoy su hijo la cuida. Parió sola y no tuvo quién la cuide y la ayude. Cuenta que a veces tenía comida y otras veces no, así que cocinaba y se guardaba, porque estaba todo el día en el campo. Nadie la visita. Su compañera de vida es su perrita Paty, ya que no hay nadie que la ayude a trabajar, se las arregla sola en el campo. “A mí me gusta el campo, me crié y vivo acá”. Después de una vida sufrida y haber pasado por tantas cosas, ya no corta leña ni hace trabajos pesados y disfruta de una vida tranquila en su lugar. Estuvo internada unos días donde la bañaron y la cuidaron, pero ya quería volverse a su casa porque el pueblo no le gusta. “Extrañaba mi casa, a mí me gusta el campo, por lo menos ves los animalitos, ves todo, tranquila”. Si bien fue una mujer golpeada y maltratada por su padre, Eloísa es una persona muy dulce, sin resentimientos ni odio por lo que ha transitado a lo largo de su vida; con tal sólo mirarla uno se da cuenta de ello. Agradecemos a su amabilidad con la que nos recibió de noche y alojarnos en su casa, luego de haber transitado un camino con diversas dificultades. En honor a todas las mujeres que han vivido una vida sacrificada, con el trabajo duro en el campo los 365 días del año, todas aquellas que fueron golpeadas o maltratadas y que siguen adelante. Como Eloísa, que sigue en pie y hoy tiene una vida sana en el campo, disfrutando de su lugar y sus animales, una realidad que es ajena a muchos. A pesar de ser sorda y estar sóla en compañía de su perrita y su hijo, ella siempre espera con ansias “los mensajes al poblador”. Estamos en Huancache, palabra de origen mapuche de complicada etimología -para algunos “gente brava” o “gente peligrosa”- que es el nombre del conjunto montañoso que rodea el lugar. Para llegar allí, se sale de la ciudad de Esquel y se pasa por Gualjaina, se llega a Fofo Cahuel, luego se llega a un camino de subidas con mucha greda, un suelo muy árido con rocas y cardos, se siente la desolación, sólo con el acompañamiento del viento y los ladridos de los perros. En un lugar desolado y alejado, vive con su hijo y sin vecinas, ya que es la única que queda con vida, Eloísa vive feliz en su lugar en el mundo. ¿QUÉ TE PARECIÓ LA NOTA? 440 6 {{positivos}} {{negativos}} Ocurrió un error