Con el mes, llega el Día de Muertos. Si bien tiene raíces en la cultura mexicana, también resuena en nuestra nación y está presente en el calendario católico y en el recuerdo de otros tiempos.
"¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?": es Pedro Páramo y su alma, en una obra maestra de la literatura hispanoamericana escrita por Juan Rulfo. ¡Qué tentadora puede ser la respuesta!, sobre todo para los que la muerte es solo un paso hacia la eternidad o los que ven en el alma lo más parecido quedarse en el recuerdo de los otros "vagando por la tierra como tantas otras; buscando vivos que recen por ella."
Commemoratio Omnium Fidelium Defunctorum
El 2 de noviembre, conocido en el calendario católico como la "Commemoratio Omnium Fidelium Defunctorum", es un aniversario de gran importancia para la Iglesia, un día dedicado a la oración y la rememoración. Antiguamente, esta jornada era un feriado en Argentina, un momento en que las familias llenaban los cementerios con flores y recuerdos. Sin embargo, la dictadura cívico-militar eliminó esta fecha del calendario, temiendo las aglomeraciones que solían llenar esos espacios sagrados. Hoy, muchos de esos cementerios han quedado olvidados, pero la esencia de la celebración persiste en el corazón de la gente.
La "Conmemoración de Difuntos" no solo recuerda a nuestros seres queridos, sino también a todos los que han partido.
En la actualidad, la cremación y el cambio de costumbres han transformado la manera en que recordamos a nuestros difuntos. Sin embargo, la necesidad de conmemorar lo transitorio de la vida sigue vigente ante la certeza de que, algún día, nosotros también ocuparemos ese lugar.
¿Un final o un principio?, al estilo de Rulfo
Vuelvo a Rulfo y a Pedro Páramo, soltando su alma en un diálogo imperdible. Tal vez, lo importante no sea si es un final -sin remedio- o un principio incierto; lo que cuenta, quizas, es el camino
"Cuando me senté, ella me rogó que me levantara y que siguiera arrastrando la vida, como si esperara todavía algún milagro que me limpiara de culpas. Ni siquiera hice el intento: “Aquí se acaba el camino—le dije—. Ya no me quedan fuerzas para más.” Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón"
L.M.