24 de Marzo de 2024
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Héctor Garzonio: tengo 96 años biológicos, pero yo siento que tengo 40

Héctor Garzonio, hijo de Esquel, fue contador, director de finanzas en Trelew, y presidente de la Sociedad Rural y del Rotary Club. Su legado es un motor de inspiración y servicio para su amada comunidad.

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Por Lelia Castro

 

En el corazón de Esquel, entre las calles impregnadas de historia y las montañas que custodian sus sueños, nació una leyenda: Héctor Oscar Garzonio Moré. Su vida, tejida con hilos de esfuerzo y dedicación, ha sido un cuento de enseñanzas y compromiso con su tierra.

 

Nacido el 28 de enero de 1928, en una casa que fue construida por su padre, un artesano que se dedicaba a la platería y joyería, pero que también se daba mañas como albañil y carpintero. Tiene vívido el recuerdo de lo que le contaba su madre acerca del día de su nacimiento, “yo cada vez que paso y veo la ventana que me decía mi mamá que era una mañana muy soleada, cuando paso y la veo siento que veo el momento, como si hubiese sido consciente que estaba allí en ese momento”, comenta.

 

Desde temprana edad, Garzonio aprendió el valor del trabajo y la perseverancia. Criado en el seno de una familia humilde pero llena de amor, encontró en su abuela y en los lazos familiares el apoyo necesario para forjar su destino. Con los recuerdos de una infancia marcada por la camaradería y las aventuras a caballo, Garzonio supo cultivar la pasión por la equitación, un vínculo que perduraría toda su vida.

 

En mi infancia había poca movilidad, andabas a caballo o en bicicleta. Éramos un grupo aproximadamente de 10 chicos que íbamos a caballo a todos lados, íbamos al Percy, al Cholila, el Lago Futalaufquen, disfrutábamos muchísimo, hacíamos campeonatos, juegos a caballo, jugábamos a la policía y el ladrón a caballo. También en Esquel, en un bosquecito que había en el Arroyo Esquel teníamos un escondite y jugábamos ahí, siempre a caballo. Mi locura y mi hobbie fue toda la vida el caballo, intervenía siempre en los juegos de la Sociedad Rural, en todas las pruebas participaba todos los años. Competíamos en esa época todas las estancias de la zona y yo tenía el orgullo de casi siempre ganar”.

 

Si bien su madre no tuvo estudios, tenía una amplia cultura, ya que leía muchísimo y escribía, “era una escritora frustrada, porque le gustaba escribir, pero no tuvo la oportunidad de hacerlo”, comenta Héctor. Ella fue quien les inculcó el amor por la lectura, además fue una de las fundadoras de la Biblioteca Nicolás Avellaneda, donde los chicos pasaban mucho tiempo leyendo y realizando otro tipo de actividades como teatro y música.

 

El primario lo hizo en la Escuela N° 20 de Esquel, pero en ese entonces no había secundario, por lo que fue a hacerlo a Trelew, donde tuvo que independizarse con tan sólo 13 años, gracias a la ayuda que le brindó su querida abuela.

 

Pero su sed de conocimiento lo llevó más allá de las fronteras de Esquel. Con determinación y esfuerzo, completó sus estudios en Córdoba y se recibió de Perito Mercantil, donde el destino le depararía encuentros trascendentales y oportunidades que moldearían su futuro. Desde su incursión en el Instituto de Seguridad Social hasta su destacada labor como profesor, Garzonio dejó una huella imborrable en cada paso que dio. Luego siguió estudiando y se recibió de Contador Público.

 

Un profesor de Economía necesitaba 5 chicos jóvenes para ingresar al Instituto de Seguridad Social, que le llamaban La Caja, y me seleccionó a mí entre los 5. Un orgullo muy grande para mí, porque que me elija a mí en una ciudad tan grande, sin que nadie me conozca, fue un honor muy grande. Me cambió la vida, porque pasé de ser un estudiante pobre a tener mayor comodidad. Teníamos una habitación de 4 x 4 donde estábamos con mi hermano más chico en una casa tipo chorizo donde había un solo baño para todos; mejoré las condiciones, tenía un buen sueldo y empezamos a vivir mejor”.

 

 

El amor también tuvo su espacio en la vida de Garzonio. En un giro del destino, encontró en una tarde cualquiera el amor de su vida, una compañera de viaje que compartiría sus alegrías y desafíos, “fue un embrujo” dice entre risas. Juntos, formaron una familia y construyeron un hogar en Trelew, donde Garzonio dejó su huella como contador y director de finanzas, marcando el rumbo de la comunidad con su visión y compromiso.

 

Mi esposa era muy buena compañera, la pasábamos muy bien, le gustaba leer, interesada mucho en la comunidad, en el Badén, trabajó mucho en una cooperadora para ayudar a los chicos pobres que estaban en esa zona, una actividad social comunitaria muy destacada”.

 

Pero su corazón siempre perteneció a Esquel, el lugar donde sus raíces se hundían profundamente en la tierra que tanto amaba. Con valentía y determinación, regresó a su amado pueblo para escribir un nuevo capítulo en su historia. Como director de la Escuela Normal Superior República de Costa Rica, Garzonio contribuyó al desarrollo educativo de las generaciones futuras, sembrando semillas de conocimiento y esperanza en cada joven que cruzaba su camino.

 

Fui profesor durante 30 años, empecé en Trelew y después continué acá. Yo aspiraba a ser director, pero tenía mucho trabajo con el estudio contable, tenía sucursal en Gobernador Costa y en Bolsón. El colegio también me ataba muchísimo, pero me gustaba por ese contacto con los alumnos y con la juventud, teníamos una muy buena onda. Cuando quedó vacante la dirección de la escuela los alumnos me pedían que aceptara y yo les decía que había otros que eran profesores de profesión, pero me insistieron tanto que acepté, en la Escuela Normal, siendo director yo hicimos el edificio actual, sino vivíamos de prestado, en la Escuela N° 112, también donde está la funeraria, nos repartíamos porque no teníamos una escuela propia”.

 

Nunca lo he contado, pero teníamos una cooperadora muy buena con Celestino Beatove de presidente y una secretaria de lujo, Mirta, que logramos un equipo muy bueno que logramos una conexión a través de Nores Martínez, fuimos reconocidos a nivel nacional, a través de él conseguimos una vinculación con el ministro de Educación y conseguimos el terreno donde está la escuela ahora y nos hizo el edificio de la Escuela Normal Superior República de Costa Rica, después le cambiaron el nombre”.

 

Su legado trasciende las aulas y se extiende a cada rincón de Esquel. Como presidente de la Sociedad Rural y del Rotary Club, Garzonio lideró con ejemplo, guiando a su comunidad hacia un futuro próspero y lleno de oportunidades. Su espíritu emprendedor lo llevó a fundar la Asociación Los Andes de Productores Agropecuarios, de donde por ejemplo surgieron varias plantaciones como de papa, ajo, alfalfa y hasta el reconocido Campo de Tulipanes, una muestra más de su compromiso con el bienestar de su tierra y su gente.

 

En la actualidad se mantiene muy activo, “me jubilé pero no soy de esos jubilados que están con el celular, el televisor y pantuflas. A mí me gusta andar, estoy con los rifleros fui el fundador de la Asociación los Rifleros”, afirma. Además resalta la importancia de realizar actividad física para mantenerse bien y sano, realiza pilates y sigue andando a caballo -aunque todos los años dice que lo va a dejar y no lo hace-. Siente una vitalidad que supera a la de muchos jóvenes.

 

“Tengo 96 años biológicos, pero yo siento que tengo 40, no puedo creer que tengo 96, estoy engrupido. Trato de hacer bien las cosas, no me siento para nada anciano, por ahí veo a otro y digo ¡qué anciano! pero yo no me doy cuenta, es como el tango cuando me miro al espejo digo ‘¿qué me pasó? soy un anciano’”.

 

También tiene un programa en la Radio Nacional de Esquel lunes por medio, donde hablan de las cosas que han pasado, las aventuras de las épocas de los pistoleros y buscadores de oro, anécdotas de cuando Esquel era una aldea.

 

Está rodeado de muchos amigos y mucha gente que lo quiere y lo apoya en todo, desde amigos de la infancia, compañeros de trabajo y hasta alumnos. En su último cumpleaños hicieron una fiesta en el campo de jineteadas de Codesal, donde festejaron con un asado popular, “no lo digo por ego si no por orgullo de tener tanta gente alrededor” se emociona.

 

Hoy, a sus 96 años, Héctor Garzonio sigue siendo un faro de inspiración y vitalidad. Con cada paso que da, sigue enseñándonos el valor de la pasión, el compromiso y el amor por nuestras raíces. Su voz resuena en cada rincón de Esquel, recordándonos que el verdadero tesoro reside en el amor por nuestra tierra y en el legado que dejamos a las generaciones venideras.

 

“Aprovechen este paisaje que tenemos, tenemos nuestros problemas indudablemente, pero estamos alejados de lo que está ocurriendo en todas partes del mundo, y decimos que vivimos en un paraíso, así que disfrutemos de esto que tenemos y aprendamos de nos toca vivir con lo que tenemos”.

 

 

 

 

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