12 de Mayo de 2024
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Dr. Jorge Elías, de Tucumán a la Patagonia profunda

Jorge Elías, médico de 56 años, casado con Caren Tardón y padre de tres hijos. Su trayectoria desde la populosa Tucumán hasta la tranquilidad de Esquel revela una vida marcada por la perseverancia y el amor por su familia.

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Por Lelia Castro.

 

 

Jorge Elías recuerda su infancia en el barrio Ciudadela de San Miguel de Tucumán, criado por sus abuelos. Su hogar estaba rodeado de árboles frutales y aromas de pan casero, marcando sus primeros años con amor y recuerdos entrañables.

 

En mi infancia fui criado por mis abuelos, fui criado por mi abuela y yo le decía papá a mi abuelo, mis papás me dejaron; somos 5 hermanos, yo soy el más grande. Tuve una infancia feliz, común de barrio, peloteando en la calle, con mi abuela, como toda casa de barrio, tenía un patio largo. A pesar de que era un barrio populoso, lindo en Tucumán, plena capital, pero se estilaban los naranjos, las paltas, las chirimoyas, el horno de barro donde mi abuela hacía el ‘bollo’, que es el pan con chicharrón, por supuesto la masamorra y nunca nos faltaba la caña de azúcar, que la teníamos en el fondo de las casas. Así que el patio de mi casa me trae hermosos recuerdos, porque era como una selva para mí”.

 

Caminando diariamente a la Escuela Manuel Belgrano 259, Jorge encontró obstáculos en la secundaria debido a limitaciones económicas y enfrentó el desafío del bullying. Sin embargo, su determinación lo llevó a graduarse como Técnico Químico, “a los tumbos porque era de llevarme algunas materias los primeros años, pero siempre era muy obstinado. Siempre me caracterizó la obstinación de querer alcanzar objetivos, más allá de las dificultades, y para mí la escuela secundaria tenía su gran dificultad”, confiesa.

 

“Es probable que en ese momento el bullying no se sufriera como tal, debido al amor que brindaban en la casa, de eso sí yo puedo decir que fui un privilegiado de mis abuelos, de mis tíos, de mis propios padres también, privilegiado porque sí tenía mucho amor, dentro de las limitaciones económicas y la pobreza, lo que no faltaba era el abrazo, el amor, el buen consejo, eso nunca faltó en mi casa y es lo que alimentó mi autoestima. Creo que eso es muy importante: alimentar la autoestima de nuestros hijos y nuestros niños, de que son capaces, eso creo que logró que yo pueda tener el coraje y la obstinación de saber que yo sí podía, a pesar de las cuestiones más negativas del bullying y las cuestiones económicas. Es decir, que el amor lo puede todo”.

 

A pesar de las dificultades, Jorge se propuso estudiar medicina, desafiando pronósticos, recuerda que “el día que fui a pedir un certificado del secundario, un profesor me preguntó qué iba a hacer de mi vida y le dije que me iba a estudiar medicina, y me puso muy pocas fichas, tal vez no pensó que podría estudiar. Gratamente, sé que de dos cursos de 50 alumnos, hay cinco profesionales de toda esa camada: dos ingenieros agrónomos, yo que soy médico, un farmacéutico y un bioquímico”. Su graduación fue un hito emocionante, marcado por años de esfuerzo y perseverancia.

 

 

El destino llevó a Jorge a Esquel, un cambio radical desde el calor tucumano a la calma patagónica. Su llegada a Río Pico, luego a Gan Gan, le mostró la verdadera esencia de la medicina general y la importancia de la comunidad.

 

Cuando yo me recibo todavía no había ingreso a las residencias, uno es médico pero hay que hacer una especialidad. Yo esperé al próximo año para poder ingresar a una residencia. Entonces, estaba haciendo una pasantía en uno de los hospitales y yo iba camino a esa pasantía y me crucé en un semáforo a un compañero que se había venido al sur, y por casualidad le digo: si sabés de algo avísame. Pasó un mes, no teníamos celular en esa época, y alguien me hizo saber que ‘el Gordo Luis’, el doctor Álvarez Molla estaba en Paso de Indios y que hacían falta médicos en Río Pico, que lo llame. Y así ocurrió, lo busqué en la guía telefónica, encontré el número del hospital de Paso de Indios, llamé y me dice que se acordó cuando nos cruzamos en la calle, que en Río Pico hacían falta médicos, que busque en la guía Área Programática Esquel, y eso hice. Me atendió el jefe del área, que era el doctor Domínguiez. También estaba de jefe de área una persona para mí totalmente respetada y una gran laburante del sistema público, que fue Marta Lewis, ella estaba de jefa de Recursos. Ellos me recibieron y así me hicieron los papeles, me propusieron conocer Río Pico, que era el lugar de destino y yo fui, pero ya la decisión tomada, no importaba cómo era el lugar porque yo iba a ir igual, y el día 21 de noviembre del ’96 me hice cargo del Hospital de Río Pico”.

 

Fue un duro cambio venir de una ciudad densamente poblada, calurosa, con muchos ruidos y llegar a un lugar donde hay una densa calma, con casi nada de gente en las calles, sin movimientos ni ruidos. “Eso fue en Esquel, imagínate cuando llegué a Río Pico: el paisaje era muy lindo, pero la idiosincrasia era totalmente opuesta a lo que yo conocía. De hecho, no tenía idea de lo que era una salamandra como estufa, ahora uno se patagonizó por así decirlo, pero cortar y hachar leña no conocía, nunca había visto. Yo hacía consultorio en Río Pico con la salamandra al lado”, recuerda.

 

Su obstinación lo llevó a quedarse, y en Esquel, Jorge se especializó en medicina general, encontrando su vocación en el contacto cercano con las necesidades de la gente. Conoció a su esposa Caren durante la residencia, formando una familia con sus tres hijos: Lautaro, Lisandro y Octavio.

 

Porque uno viene de una medicina, de una urbanidad donde uno cree que la medicina son los grandes centros de especialistas, y ahí me enamoro de la medicina general, por ver el contacto con la necesidad de la gente, que iba más allá de un dolor físico. Ahí yo también entendí que la gente también tenía otros problemas que tienen que ver con las cuestiones emocionales o las cuestiones de la comunidad, porque ahí se palpa muy bien lo que es el entorno, lo que es la comunidad, y cómo influyen las decisiones de una persona en el resto de los vecinos. Entonces ahí uno empieza a gustarte la idea de lo que era la medicina general”.

 

Jorge comparte un mensaje de esperanza y perseverancia para aquellos enfrentando desafíos. Destaca la importancia de la comunidad y la comunicación, valores fundamentales que ha aprendido a apreciar a lo largo de su vida.

 

El entorno esquelense lo llevó a disfrutar de cosas nuevas y lo incitó a practicar deportes, “las montañas, las estaciones del año, vida al aire libre y la naturaleza, la cual amamos y cuidamos, yo estoy en contra de la explotación salvaje minera, porque amo la naturaleza. Tiene que ver con calidad de vida: si nosotros cuidamos nuestro entorno, la naturaleza, nuestros senderos, nuestros árboles, nuestras especies autóctonas y animales, nuestro entorno; tiene que ver con nuestra calidad de vida y nuestra salud”, recalca.

 

Es amante de las plantas, quizás por el recuerdo del patio de su casa de niño, al cual veía como una selva, un parque de diversiones todo para él, en sus retinas quedaron grabadas esas imágenes, que hoy quiere replicar en su casa en el sur.

 

A través de su trayectoria fue cosechando grandes amistades, que mantiene con el correr de los años.

 

En un contexto social donde se debate la continuidad de la Radio Nacional, Jorge resalta la importancia de la misma para los pobladores del interior profundo, quienes esperan los mensajes a través de sus aparatos de radio.

 

Un día se anuncia por Radio Nacional que se salíamos a la ronda sanitaria al Puntudo, y ahí estaba siempre Don Liyo, un viejito que vivía solo y siempre escuchaba Radio Nacional, siempre tenía la amabilidad de esperarnos con algo, y en esa vuelta me dice ‘doctor, no se va a ofender -eran como las tres de la tarde- tengo un asadito de potro’, con el hambre que teníamos imagínate qué ofensa. Esa fue la primera vez que probé el asado de potro, que me gustó mucho, además me vine bajo el brazo con la tapa del cuarto del potro, una cosa gigante como de 12 kilos”.

 

El mensaje que Jorge quiere dejar a los jóvenes es que con convicción uno puede lograr todo lo que se proponga en la vida, con esfuerzo todos somos capaces de lograr nuestros objetivos. A su vez, que aprendamos a cuidarnos en sociedad, “porque nadie se salva solo”, afirma. Debemos cuidarnos y respetarnos mutuamente unos a otros, respetar las ideas y naturaleza de cada uno, lo que nos hará diferentes como sociedad.

 

En resumen, la vida del doctor Jorge Elías es un testimonio de superación personal y dedicación a la medicina rural. Desde sus humildes comienzos en Tucumán hasta su arraigo en Esquel, Jorge ha encontrado significado en el servicio a la comunidad y el amor por su familia.

 

 

 

 

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