El apellido Bustillo está íntimamente ligado a los Parques Nacionales, en especial al de Nahuel Huapi. Figura en numerosos sitios recordatorios, calles y plazas y hasta se habla de un “estilo Bustillo” en líneas arquitectónicas y urbanísticas.
Efectivamente, Exequiel Bustillo fue el primer responsable del directorio de la Administración de Parques Nacionales durante 10 años, desde 1934 hasta 1944, habiendo además participado en la elaboración de la ley correspondiente, impulsando entre diputados y senadores el tratamiento del proyecto de creación del organismo. Si bien en un principio los dos únicos parques eran Nahuel Huapi e Iguazú, el accionar de Bustillo se encaminó a la organización y crecimiento del primero de ellos, región de la cual manifiesta haberse enamorado tiempo antes de la creación del parque.
Su trabajo se basó en tres aspectos íntimamente vinculados entre sí. La idea de preservación de espacios destinados a parques nacionales, la cuestión del turismo y el mercado inmobiliario.
En su libro “El despertar de Bariloche”, de reciente reimpresión, Bustillo no ahorra energías en desplegar un detallado racconto de la febril actividad de esos diez años. Los propósitos no sólo eran afianzar la soberanía argentina en zonas de frontera mediante la colonización y el turismo sino también organizar la infraestructura necesaria para incentivar esta nueva actividad en la región. En virtud de ello, se ocupó de la distribución de grandes lotes en las orillas de los lagos Nahuel Huapi, Correntoso, Moreno recayendo la adjudicación en miembros “destacados” de la oligarquía argentina, propietarios de apellidos “ilustres”, amigos o colegas del mismo Bustillo. También se ocupó de agilizar los trámites para la finalización de la obra ferroviaria a Bariloche, ya que, sin la llegada del tren, los proyectos turísticos carecían de sentido. Por eso articuló negociaciones con la compañía inglesa del Ferrocarril del Sur para que pudiese terminar la obra detenida en el ferrocarril del Estado. También se encargó personalmente de la construcción del Llao-Llao, con todo lujo y distinción, incluso de la administración de los servicios a cargo de la empresa del Hotel Plaza en Buenos Aires, como decía él mismo, sin necesidad de licitaciones y concursos, trámites que consideraba burocráticos y riesgosos. Se agregaron puentes, caminos, alcantarillas, campo de golf y capilla en el Llao-Llao, las nuevas villas turísticas, con buen gusto, calidad urbanística y, sobre todo, no accesibles a la mayoría.
Ése era el esquema en el cual se movió durante diez años, infatigablemente, este miembro de la oligarquía de los años ’30. Villas, hoteles, costanera pavimentada, centro cívico, edificios oficiales dentro de las seccionales del parque Nahuel Huapi y la organización de otros parques como el de Los Alerces (aquí logró el concurso de los presos de Esquel para terminar el camino al lago y la villa), la difusión turística de la región y la ampliación de servicios deportivos como cacería, pesca de salmónidos y el esquí, éste en Bariloche. Pero en todo momento la mayor parte de estos servicios estaban destinados a los sectores de mayores ingresos y poder. Y por allí pasaron las disputas políticas con los dirigentes locales en Bariloche durante esos años.
En su libro, Bustillo no deja de elogiar a todos y cada uno de los dirigentes sociales y políticos de entonces, nombrándolos personalidades atractivas, destacados pensadores y hacedores, hombres de bien, cultos y de sólida formación intelectual; se refiere así a políticos como Agustín P. Justo, Julio A. Roca (hijo), ministros como Cárcano, senadores como Robustiano Patrón Costas y otros, todos ellos conspicuos miembros de una oligarquía fraudulenta y represora, dueños de la riqueza de los argentinos, socios a ultranza de los intereses británicos. Como es de esperar, sus peores dardos (aunque pocas veces los nombra) van para Irigoyen y Perón.
Alejandro Bustillo fue su hermano, arquitecto, que colaboró en todos los proyectos de construcciones novedosas en la región; nació una especie de “estilo Bustillo” en los edificios oficiales con frentes combinados de piedras y madera, la mayor parte, de ellos de singular belleza y atractivo que le da a la ciudad de Bariloche y a otros sitios una marca propia. Según Exequiel, su hermano trabajaba sin cobrar un peso en estas actividades.
Exequiel Bustillo es un fiel representante de la oligarquía de los años ’30. Propiciaba afianzar la soberanía territorial pero lo nuevo se ofrecía a poca gente, acomodada y pudiente. Defendía la posibilidad del Estado de intervenir directamente en estas acciones que denominaba progreso, pero de modo personal y cerrado, rechazando concursos y licitaciones más democráticas. Deseaba el crecimiento de Bariloche como polo de desarrollo turístico y comercial pero no para mayorías y, además, bajo la lupa de los modelos europeos, especialmente de Suiza y Escocia o el Norte de Italia, lugares que no dejaba de comparar con los nuestros.
Caras de una misma moneda, como sucede con tantos destacados políticos de esos años.
De Laura Méndez
Estimado Jorge:
Leí con atención tu nota, me parece que está bien y tiene la virtud de sintetizar en unos pocos párrafos lo central de Bustillo. Sólo te haría dos sugerencias:
- Introducir con más fuerza la idea de que la gestión Bustillo no fue un hecho aislado, sino que formó parte de una política de Estado producto de la crisis del 30. Las medidas proteccionistas tomadas en casi todo el mundo occidental, llevaron a la Argentina a pensar territorio adentro, con el objetivo de consolidar un mercado nacional. Para poder lograr ese mercado interno, se diseñaron diferentes estrategias, entre ellas:
-urbanizar el país (pueblos del interior se transforman en “ciudades” gracias a la intervención estatal)
-hacer caminos (toda la red vial que comunica a los distintos espacios regionales)
-fomentar el turismo (en sus dos vertientes -de elite y popular-).
En este contexto se crea la Dirección de Parques Nacionales y se da la gestión Bustillo. Bariloche es elegida para la “elite”, mientras que Mar del Plata se potencia como oferta turística para todas las clases sociales. El hermano de Bustillo, Alejandro participó en la construcción de ambas (además de los edificios en Bariloche, diseñó la rambla y el casino de Mar del Plata).
- Destacar el resurgimiento del mercado de la tierra como mercado especulativo. Si bien desde 1922, cuando se crea el Parque Nacional del Sud, no se hizo nada con relación a la concreción de un parque nacional más allá de lo que figuró en papeles, si se interrumpieron las operaciones inmobiliarias particulares, empezando una fuerte política de Parques de enajenación de la tierra a aquellos pobladores que no poseían título definitivo de propiedad, apareciendo en los expedientes la figura de los “intrusos”, por lo general chilenos y descendientes de pueblos originarios. Simultáneamente empezó una política destinada a elevar el valor de la tierra en la zona del Nahuel Huapi. Así se logró acaparar una importante cantidad de tierra, que luego fue vendida con fines turísticos a miembros de la elite porteña.