15 de Octubre de 2023
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Las huellas del amor maternal: La historia de Rosa

Rosa Trafipán nació en Percy, pero creció en el puente de hierro con sus abuelos. Su infancia estuvo marcada por la adversidad y el sufrimiento, pero a pesar de todo, nunca perdió su espíritu y amor tanto por la vida como por su hijo.

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Por Lelia Castro

 

 

Rosa no tuvo una infancia fácil. Creció en un entorno donde la amenaza y el maltrato eran moneda corriente. A pesar de ello, su determinación la llevó a escapar hacia Esquel en busca de una vida mejor.

 

 

No me crié como una reina, sino que me trataron mal, me crié sufriendo. Mi abuela me amenazó con un hacha, pensaba si me pega me mata”.

 

 

 

Sobrellevó las adversidades del clima, ya que los inviernos en su infancia eran crudos, con mucha nieve y frío. A pesar de las dificultades, Rosa aprendió a enfrentar el clima sin medias ni zapatillas, construyendo muñecos de nieve y resistiendo el frío extremo. "Ahora se me acalambran los pies, me suele doler en la cadera, la columna, seguramente todo el frío que chupé cuando era chica”, reflexiona.

 

 

Trabajo desde temprana edad, desde niña tuvo que trabajar duro. Su responsabilidad incluía cuidar de pavos y protegerlos del acecho de los zorros. Así, se forjó en la lucha contra la adversidad.

 

 

 

Siempre estuvo en la búsqueda de amor y un hogar. Ella nunca conoció el amor de una madre ni el de sus abuelos, sin embargo, a los 14 años, emprendió una travesía en busca de una vida mejor, lejos de un pasado de sufrimiento y maltrato.

 

 

No tuve días lindos cuando era chica, todos los días eran feos y tristes, mi madrastra era muy mala conmigo también. No sé si ese hombre era mi padre, si no me quería; la vez que casi me mató me pegó con el rebenque en las rodillas. Ahora no puedo casi caminar, me duele la rodilla”.

 

 

Luego llegó el milagro de la maternidad. A pesar de los desafíos, Rosa experimentó la alegría de la maternidad a los 30 años, cuando tuvo a su único hijo, “¡Qué contenta, por fin voy a tener a mi bebé! Yo veía a otras mujeres embarazadas y que tenían bebés y a mí qué ganas de tener un bebé me daba a mí también”, exclama. Su embarazo estuvo marcado por la escasez de alimentos y la preocupación por el bienestar de su bebé.

 

 

 

En la lucha por sobrevivir Rosa se enfrentó a momentos críticos en su vida, desde una mala experiencia en el hospital hasta la separación de su primer marido. Sin embargo, su amor y dedicación por su hijo la impulsaron a seguir adelante, trabajando en casas de familia lavando y planchando, para que no le falte nada a su niño.

 

 

 

El camino hacia una vida mejor: a pesar de los desafíos, Rosa logró criar a su hijo con amor y cuidado. Su hijo se convirtió en una persona de bien, lo que es un testimonio de su valentía y amor como madre. Fue al hospital porque se sentía mal y tuvo a su bebé, en ese momento no tenía pañales y apenas una ropita, ya que se había adelantado.

 

 

Yo sufrí mucho, pasábamos hambre y frío. Ahora no pasamos ni hambre ni frío, tenemos calefacción en la pieza y en la cocina, está calentito. Tengo dos nietos y dos nietas, la mayor es maestra, da clases en Costa del Lepá, la otra trabaja, cuida un bebé, uno de mis nietos está estudiando para soldado, el otro va a la escuela. Estoy acompañada por mi hijo y mi nuera. Él dijo: donde vaya llevo a mi mamá, no me quiso dejar en el barrio Badén”.

 

 

 

La fe que guía su vida, cree en Dios y agradece por la vida y las bendiciones que ha recibido. Su fe la ha sostenido a lo largo de los años, “creo en Dios, por él estamos vivos y tenemos la vida, tenemos que creer en el Señor, que mandó a su hijo a sufrir por nosotros”, afirma. Hoy está agradecida de estar rodeada de su hijo y la familia, que la quieren y la cuidan con todo el amor que se merece.

 

 

 

A sus 81 años y jubilada, subsana una cuenta pendiente que tiene desde niña: ya que sus abuelos no le permitieron ir a la escuela, algo que le inculcó a su hijo, Rosa asiste a la sede barrial del Barrio Badén II, donde un grupo de colaboradores se encargan de realizar la noble tarea de alfabetizar a adultos mayores y personas vulnerables, demostrando que nunca es tarde cuando se tienen ganas de aprender. Espera con ansias y emoción el día que le toca ir a la sede, porque le gusta mucho y quiere aprender cada día un poco más.

 

 

Yo quería ir a la escuela, pero no me dejaron ir. Cuando estaba en Esquel me iban a ir a inscribir”. Entonces el portero de la escuela dijo que me iba a inscribir, y la finada tía le dijo “esa chica está con los abuelos en el campo”, y me mandaron al campo, lejos de acá y así empecé a sufrir, de frío, de hambre”.

 

 

Un mensaje para todas las madres: a través de su vida, Rosa nos enseña la importancia de la perseverancia, el amor y la determinación. Ser madre no es fácil, pero el amor incondicional de una madre puede superar cualquier adversidad. Por más que haya pasado una vida difícil, sin conocer lo que es el cariño de una madre o de los abuelos, ella supo revertir esa situación y a pesar de las dificultades de la vida, criar a su hijo tan esperado con todo el amor incondicional.

 

 

 

Esta historia nos ha demostrado que, a pesar de las dificultades, es posible forjar una vida mejor para uno mismo y para sus seres queridos. Su historia es un recordatorio de la fortaleza de las madres y su capacidad para superar los obstáculos en nombre del amor. En este Día de las madres, celebramos a todas las madres valientes y amorosas como Rosa.

 

 

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