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10 de Noviembre de 2024
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La historia de Miguel Crettón y el oficio del carnicero

De trabajar en una de las empresas más conocidas de nuestra ciudad hasta abrir su propia carnicería, la vida de Miguel estuvo constantemente marcada por el trabajo arduo y el deseo de ser mejor persona.  

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- Por Lelia Castro - 

 

 

Miguel Alfonso Crettón nació en Esquel pero, según nos cuenta, vivió gran parte de su vida en un campo cerca de Piedra Parada. Diversos problemas de salud marcaron su retorno definitivo a nuestra querida ciudad, donde quedó a cargo de sus tíos.

 

“La mamá de mi mamá vino de Chile, estaban instalados en el campo desde muy chicos. Era una señora muy trabajadora”. 

 

Su familia se constituía por 9 hermanos que estaban “desparramados por todos lados”. Hoy en día sigue manteniendo una excelente relación con su madre Elvira de 91 años, a quien define como una gran “compañera”.

 

“Fue bastante dura mi adolescencia, pero acá estamos”.

 

Miguel nos comenta que su relación con la escuela era muy complicada por sus problemas de salud que, muchas veces, le impedían asistir a la institución. Desde muy chico fue diagnosticado con fiebre reumática, una enfermedad por la cual “te agarra dolor en todas las articulaciones” y a la cual hay que tratar con rapidez. 

 

“Tengo 4 hijos hermosos, 9 nietos y 1 bisnieto”.

 

Aunque no formaba parte de sus planes de vida, a los 16 años Miguel comienza a trabajar como carnicero para ayudar a un amigo. Después, y gracias al contacto que empezó a establecer con la gente, pudo disfrutar de su nueva labor. 

 

“Empecé de a poco, bien de abajo”. 

 

Algún tiempo después le surge una oportunidad para trabajar en “La anónima” y es así como el 27 de junio de 1977 se convierte en un nuevo empleado de esta empresa. El año 2008 marca su fin dentro de este establecimiento, después de 33 años en los que a Miguel le pasaron “muchas cosas buenas”. 

 

“Uno tiene que llevar algo del oficio para hacer esto, porque tenés que ser cordial con la gente y no mentirles (...) Uno se va ganando la confianza de la gente”. 

 

De su oficio, Miguel remarca que las dos cuestiones fundamentales son la limpieza y el buen carácter. Aunque éste último muchas veces sea puesto a prueba, sobre todo con el pasar de los años, nos comenta nuestro entrevistado. 

 

“Agradezco eternamente a la empresa porque una vez que me operaron, yo ya no podía estar en la carnicería, porque uno queda medicado de por vida, así que estuve en otros lugares pero no era lo mío”.

 

Luego de una operación coronaria, Miguel no podía volver a su puesto de trabajo habitual en la carnicería. Desde “La anónima” lo ubican en otro lugar pero nunca se sintió del todo cómodo. A la larga, esta situación determinó su salida definitiva de la empresa. Con el reconocimiento por tantos años trabajados, Miguel invirtió su dinero en máquinas para poner su propio negocio. 

 

“En 2009 arranqué con mi propia carnicería, chiquita, moderada, pero bien completa”.

 

Hoy en día Miguel puede decir orgulloso que su negocio prosperó, y ya cuenta con una nueva sucursal en la que está mucho más cómodo trabajando con su hijo. Volviendo a sus recuerdos de juventud en la escuela, decidió ponerle a su carnicería “9 de julio”.

 

“No damos abasto, vendemos mucho”.

 

Con una amplia variedad para ofrecerle a su público, Miguel remarca que para él lo más importante a la hora de vender es que los cortes sean buenos y tiernos. Por este motivo se encarga de seleccionar bien cada animal. Uno de sus productos más vendidos es el “queso de pata”: con la receta secreta que le pasó su madre y un poco de magia propia logró alcanzar la perfección. 

 

“A medida que la gente nos va pidiendo, nosotros le pedimos al proveedor, para tener”.

 

Respecto a las ventas en la carnicería, Miguel reconoce que antes se trabajaba bien alrededor de 18 o 20 días al mes. Hoy, esa cifra se redujo a 12 o 15 días, “después tenés que remarla”. La crisis económica que atraviesa al país le pega especialmente a los comerciantes que tienen que esforzarse doblemente para poder sostener sus negocios. 

 

“Hay que tener paciencia y agradecer a la clientela que tenemos”. 

 

Nuestro entrevistado se sabe muy querido en Esquel: “hay pibes que los conocí en ‘La anónima’ cuando eran pequeñitos, y hoy vienen y me saludan”. Para los vecinos, este cariño surge de reconocer cuán trabajador y amable es Miguel.

 

“Uno tiene que hacer lo que le gusta y lo que ve que está bien. Respetar a la gente y hacerse respetar”. 

 

Si algo nos dejó esta entrevista es la certeza de que con trabajo y estudios se puede llegar muy lejos. Miguel nos invita a vivir el día a día con amabilidad, enfocándonos en ser buenas personas siempre. 

 

Agradecemos a Miguel por su tiempo y por la oportunidad de conocer un poco de su historia de vida, ha sido una entrevista muy gratificante.

 


 

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